Turismo:¿Dónde iremos a parar?, Por Ramón Arriagada
Como si entrara una mugre en el ojo, las comunidades que se ven perjudicadas en su convivencia, tienen el pleno derecho, a realizar un acto que disminuya dicha molestia. Sucede en todos aquellos puntos del planeta que recibieron las bendiciones del hacedor o han heredado un patrimonio cultural e histórico explotable económicamente. Lugares utilizados para satisfacer la necesidad de viajar y conocer del resto de la humanidad. Pasaron a ser destinos turísticos o urbes para el ocio.
Todos quienes han estudiado la actividad turística y su impacto en las sociedades receptoras, han constatado en un primer momento se produce en los sitios que abren sus puertas al turismo de masas, un nivel importante de euforia, pues se generaliza la creencia que vienen tiempos de oportunidades ilimitadas. Son los tiempos del “boom”, donde los habitantes del lugar ven aumentar sus ingresos y los valores de las propiedades suben, siendo interpretado como beneficios emanados por el turismo.
La evolución de las ciudades turísticas estudiadas a nivel mundial, continúa con un nivel de apatía, donde el ciudadano común percibe al turismo como un hecho normal que no va a presentar problemas. Forma parte de la cotidianeidad del lugar. Es un aspecto más de la base económica que sustenta la sociedad. La estructura social del área se distorsiona radicalmente con la llegada de nuevos inmigrantes en busca de trabajo. Lo lamentable es que comienzan a aflorar sentimientos encontrados; ya no prevalecen la novedad y las expectativas de la euforia inicial. Las mejoras han llegado a un número limitado de residentes, sin que el resto pueda beneficiarse de dicho potencial.
Hay en esta historia de las ciudades turísticas una instancia preocupante. Es cuando el desarrollo turístico se aproxima a un nivel de saturación. Se pierde el control respecto a la atención al cliente; fallan los servicios públicos, los precios crecen a mayor velocidad que los ingresos locales; el medio ambiente al ser modificado drásticamente por un desarrollo urbano especulativo, se refleja en el decrecimiento del número de visitantes, a causa de una pérdida de imagen y calidad. Muchas veces el turismo acaba siendo el portador de todos los males, incluso de las malas costumbres introducidas. Hay lugares donde los residentes culpan a los turistas por los cambios y el descontrol de su desarrollo local. Muchos se resignarán y comprenderán que su ecosistema nunca será el mismo otra vez, recordarán el paraíso que han perdido. Lo conveniente es tratar de adaptarse a un lugar donde ya nunca volverá a ser el que fue.
Muchas de las ideas expuestas, pertenecen al sociólogo español, Tomás Mazón de su libro “Sociología del Turismo”, luego de estudiar la evolución del turismo en su país. Coincidirán conmigo, en que no somos ajenos a muchos de los puntos expuestos del diagnóstico. Felizmente la lejanía de nuestras Torres del Paine, demorará la llegada del tal temido “turismo de masas”, aunque muchos proclaman que la felicidad completa, será el día en que seamos capaces de superar en las cifras de los visitantes del “El Calafate”. Lugar en la Patagonia donde, desgraciadamente, ya se vislumbran muchos de los males de un descontrol del desarrollo turístico.
Por estos días, hay síntomas preocupantes de la temible falta de control respecto de nuestro destino turístico, el Parque Nacional Torres del Paine. La autoridad responsable de preservarlo, cumpliendo fielmente con el mandato entregado a ella – como funcionaria del Estado chileno – ha sido sutilmente conminada a desdecirse, sobre una verdad compartida por todos los magallánicos. Los jovencitos israelíes no nos gustan como visitantes. Por impulsivos y transgresores de nuestros usos y costumbres. No está en su ADN pasar desapercibidos.
El gobierno de Israel, sabe de su comportamiento, por ello, realiza campañas públicas en la televisión, pidiéndoles encarecidamente respeto por las comunidades que visitarán, aprovechando la libertad que les otorga el término de su servicio militar.