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Industria del salmón en Chile: el impacto de las certificaciones internacionales

Industria del salmón en Chile: el impacto de las certificaciones internacionales

El salmón que se produce en Chile se reparte por el mundo llegando a la mesa de consumidores de más de 100 mercados a nivel global. En varios de estos destinos –principalmente Estados Unidos, Japón y Europa– las exigencias de prácticas responsables, tanto en el ámbito económico, ambiental, laboral y social, han ido en aumento. Es que hoy las personas están mucho más informadas y desean tener certeza de que los productos con los cuales se alimentan provienen de fuentes confiables y sostenibles.

Es así como la industria salmonicultora nacional ha tenido que embarcarse, de manera ineludible, en el mundo de las certificaciones internacionales, puesto que estas se han convertido en un requerimiento de los mercados e incluso en barreras de entrada para acceder a importantes cadenas de retail. Hoy, el sello que está siendo más demandado es ASC (Aquaculture Stewardship Council), promovido por WWF, el cual tiene impacto en destinos diversos, como Estados Unidos, Europa y Japón. Este se enfoca, principalmente, en criterios ambientales y sociales, por lo cual solo audita centros de cultivo y no plantas de proceso e instalaciones en tierra. Aquí, Chile aparece como el segundo país con más granjas certificadas, con un total de 108 en 2018, aunque alrededor del 60% corresponde a salmónidos y el 40% a mitílidos. En primer lugar está Noruega, con unos 117 centros certificados, correspondientes todos a salmónidos.

También es bastante requerida la certificación BAP (Best Aquaculture Practices) –promovida por la Global Aquaculture Alliance–, la cual lleva bastante tiempo en Chile y presenta requisitos transversales a lo largo de toda la cadena de valor, abordando calidad, medio ambiente, seguridad y salud ocupacional, responsabilidad social, bienestar animal y vinculación con comunidades. Tiene gran impacto en Estados Unidos, uno de los principales mercados del salmón nacional.

Tanto ASC como BAP permiten incorporar un sello visible en el producto final, lo que es bastante atractivo para los supermercados y el propio consumidor. En el caso de BAP, entrega logos que pueden incluir entre una y cuatro estrellas. Este último es el más completo, ya que significa que ha sido certificada la piscicultura, el centro de cultivo, el alimento y la planta de proceso.

También sigue vigente, aunque en menor medida, la certificación GlobalGAP, la cual “es una excelente herramienta de gestión que aborda muchos aspectos similares a BAP, pero cuenta con un aspecto negativo y es que el producto terminado no se puede etiquetar con la marca, lo que ha provocado que se haya ido descontinuando en algunos productores de la industria”, dice el gerente general de Consultora Clarke –casa certificadora–, Guillermo Clarke.

Lo efectivo es que “la industria del salmón de Chile está a la vanguardia en cuando a certificaciones, independiente del destino de sus productos, lo que demuestra la diversificación de sus mercados”, dice el local manager Chile de Control Union –otra casa certificadora–, Jorge Ríos. Añade que en ocasiones el requerimiento llega desde los clientes que compran el salmón, como un requisito comercial; en otras, corresponde a la iniciativa de las propias empresas que buscan mejorar su gestión interna o bien diferenciarse de los demás.

Los beneficios

¿Pero cuál es la utilidad real de estas certificaciones? De acuerdo con Guillermo Clarke, las empresas se vuelven muy valoradas cuando presentan una robustez en el cumplimiento de normas, tienen buenos modelos de gestión y mejoran continuamente sus procesos. Los sellos, además, permiten lograr una diferenciación comercial en los mercados de destino, pasando las certificaciones, “a convertirse en una especie de licencias operativas”, de acuerdo con sus palabras.

Jorge Ríos también destaca el rol diferenciador que cumplen los sellos, sobre todo cuando se quiere llegar a mercados exigentes que buscan productos provenientes de una producción responsable. “Según mi experiencia, el consumidor europeo es el más inquieto al momento de informarse antes de su compra. De allí que es común ver en las vitrinas de los supermercados etiquetas haciendo referencia a alternativas sustentables, a lo que se suma la entrega de información escrita o a través de códigos QR que permiten acceder a la trazabilidad del producto”, comenta.

Una empresa chilena que ha trabajado duro para estar a la vanguardia en certificaciones es AquaChile. Esta cuenta, actualmente, con 24 centros de cultivo certificados ASC y 42 centros BAP. No obstante, espera seguir avanzando, duplicando en los próximos meses los centros ASC e incrementando también los BAP. “AquaChile exporta a más de 40 países y a través de programas como Seafood Watch, en el caso del salmón Verlasso, y las certificaciones ASC o BAP para el resto de las especies, podemos diferenciarnos de la competencia y llegar al consumidor final con un producto con valor agregado, sustentable, saludable y de excelente calidad, cultivado en armonía con el medio ambiente y comunidades”, dice el gerente de Producción de la compañía, José Manuel Schwerter.

Ventisqueros también ha apostado fuerte por las certificaciones internacionales, “las que, además de permitirnos acceder a los mercados más exigentes, nos ayudan a elevar y estandarizar nuestras prácticas de cultivo en temas ambientales, sanitarios, de salud y seguridad ocupacional, e incluso sociales y de relacionamiento comunitario”, según el gerente técnico, Pablo Mazo. Precisa que la compañía comenzó con estos procesos en 2013, primero con GlobalGAP, para luego continuar con BAP y posteriormente concentrarse en ASC. En cuanto a esta última, el año pasado alcanzaron casi el 30% de la producción certificada y esperan llegar a un 60% en 2019, para seguir creciendo en el futuro.

Y el consumidor final, ¿está dispuesto a pagar más? “Creemos que sí, y que debiera ser así. Sabemos, por el trabajo que toma acreditar un centro de cultivo, que no da lo mismo estar certificado o no. Implica un compromiso en varias áreas y una forma de trabajo distinta y mejor que debiera verse recompensada en un valor de producto diferenciado”, dice Pablo Mazo. Agrega que “los mercados más maduros, con clientes más informados son los que pueden exigir, demandar y pagar estos productos diferenciados. Hoy, es muy fácil informar y crean conciencia en el consumidor y creemos que son los dueños de los estándares los llamados a difundir  entre clientes y consumidores los beneficios y diferencias de este tipo de productos”.

Impacto local

Las certificaciones internacionales tienen claras ventajas en los mercados. Sin embargo, se ha discutido bastante sobre si tienen algún impacto a nivel local. Ello considerando que varias de ellas, sobre todo ASC, consideran factores ambientales y sociales, ámbitos que son, justamente, los más cuestionados aquí en Chile –tanto por algunas ONGs como desde las propias comunidades–, donde la industria existe y opera.

De acuerdo con Guillermo Clarke, los problemas de percepción respecto de la industria del salmón a nivel interno han existido siempre, intensificándose los últimos años con las redes sociales, donde las informaciones fluyen y se comparten de manera mucho más rápida. “Esto es parte de la inserción y del crecimiento de la industria en la sociedad. No obstante, el desarrollo de esta actividad prevalecerá, ya que los últimos 20 años ha habido mucho aprendizaje y se han logrado importantes hitos en diversos ámbitos, como en el impacto medioambiental, uso de antibióticos, densidad de cultivo, barrios y descansos productivos, entre otros aspectos”, dice el certificador. Añade que la industria va por el camino correcto, pero que debe, al mismo tiempo, avanzar en comunicar y mejorar aspectos asociados a su imagen pública, lo cual debería ser abordado en conjunto.

Similar visión tiene Jorge Ríos, quien destaca que certificaciones como ASC consideran, de hecho, indicadores muchos más exigentes que el marco regulatorio local, definiendo un número máximo de tratamientos con antibióticos y controlando también el uso de antiparasitarios; define, de igual forma, requisitos para que las empresas se vinculen de forma transparente con el entorno. “Las empresas acuicultoras deben trabajar para que los alcances de los estándares sean conocidos en profundidad por los diversos grupos de interés nacional”, dice el representante de Control Union.

Cambios reales en la gestión

Desde la consultora Conecta –que aborda temas técnicos y de relacionamiento con el entorno–, uno de los socios, Carlos Odebret, analiza que las certificaciones no deben ser entendidas como un fin en sí mismo, sino que es fundamental que sean internalizadas en la gestión de la compañía. “El problema que hemos visto es que cada estándar tiene un fin en sí mismo y las empresas que buscan la certificación a veces actúan como si esta fuese independiente de la gestión, y de otro estándar al mismo tiempo. Uno puede encontrar hasta procedimientos duplicados con el ánimo de cumplir con varios sellos. La gran pregunta es ¿cuál es la gestión dentro de las áreas centrales del negocio que ayudan a que el estándar ocurra?”, dice el profesional.

Su socia, Berta Contreras, añade que “pareciera ser que la certificación a veces se traduce en una necesidad para cumplir con otros, a quienes le vendo, a los stakeholders, pero no mirando mi negocio. En la medida que no logre conectar que esa necesidad a la cual respondo hace que mi negocio sea más robusto y sostenible, el estándar se vuelve, al final, solamente en un checklist”.

Los socios de Conecta advierten también que las certificaciones han sido diseñadas para satisfacer las necesidades del cliente final que espera que se cumpla con ciertas reglas que, efectivamente, se cumplen, pero no necesariamente eso se traduce en un mejoramiento en el relacionamiento con la comunidad. Lo bueno, enfatizan, es que los sellos mueven al sector hacia una misma dirección que, sin duda, es buena, porque significa operar bajo altos estándares en diversos ámbitos.

Desde Nodo Chile –consultora enfocada 100% en el relacionamiento comunitario–, su director ejecutivo, Sebastián Videla, opina que “si bien las certificaciones están considerando aspectos sociales, aunque todavía no tan exigentes, deben ser vistas como una oportunidad, como el punto de partida para seguir creciendo y así lo hemos abordado nosotros junto con varias empresas. Creemos que puede ser la oportunidad para iniciar un trabajo comunitario importante”.

El ejecutivo concuerda también con que los estándares internacionales están pensados para cumplir con ciertos requerimientos de mercado, pero que la gente del entorno local sencillamente no los conoce. De ese modo, “si las empresas los ven como una meta a la cual llegar, no es el camino. Creo que los sellos ayudan, y mucho, pero son la base desde la cual se puede construir y avanzar”, expresa. Para este consultor, es fundamental que las compañías no solo se enfoquen en conseguir certificaciones o en publicar reportes de sustentabilidad, por ejemplo, sino que detrás de esas acciones exista realmente contenido.

En AquaChile, comparten algunos de los paradigmas de estos expertos. José Manuel Schwerter comenta que “creemos que el trabajo con las comunidades y público local va más allá de cumplir con alguna certificación. Implica un compromiso real y constante de la empresa de desarrollar su actividad económica de una manera cercana y transparente con las comunidades vecinas. De hecho, nuestra compañía, a través de su Gerencia de Comunidades, incorpora la vinculación con las comunidades a su modelo productivo”. Pablo Mazo, en tanto, manifiesta que “las certificaciones tienen un beneficio, y son importantes para demostrar, a través de una tercera parte independiente, que desarrollamos nuestra actividad de manera responsable. A pesar de las críticas hacia nuestro trabajo, muchas veces desinformadas y parciales, la industria ha demostrado su interés y compromiso por mejorar sus prácticas, buscando la sustentabilidad”.

Trabajando para mejorar

Consultada sobre el impacto de las certificaciones a nivel local, la encargada de Conservación Marina en Comunidades Costeras de WWF Chile, María Elisa Arroyo, comenta que “este es un punto clave para nosotros también, pues vemos que aún quedan grandes brechas por cubrir en términos ambientales y sociales”. A su juicio, y considerando la certificación ASC que es la que ellos promueven, tal vez sería favorable comenzar a abordar este sello a nivel de barrio y no solo por parte de un centro específico, con el fin de toda un área geográfica se vea beneficia por el mejoramiento de las prácticas. De igual forma, recomienda a las empresas abordar los temas comunitarios “con expertos sociales que sepan identificar los puntos de conflicto y trabajar para solucionarnos, muy de la mano con los intereses y demandas de las comunidades locales”.

“Para WWF es muy importante contar con un estándar fortalecido en sus ámbitos sociales y estamos trabajando para ello”, dice la profesional, recordando que la preocupación de esta ONG por la salmonicultura nació, justamente, por la motivación de reducir las malas prácticas de la industria en el ámbito de la biodiversidad y el relacionamiento comunitario. Este, dice, ha sido el foco orientador de todas las acciones de la organización. En cuanto a ASC, específicamente, WWF está realizando un estudio que buscar aplicar un sistema de monitoreo que permita registrar los cambios ambientales y sociales a largo plazo en los centros de cultivo certificados. “Esto es muy relevante, ya que nos permitirá contar con una herramienta para estudiar los impactos (del sello) dentro de los próximos años”, concluye María Elisa Arroyo.

Cabe destacar que revista AQUA contactó a otras ONGs –como Ecoceanos, Terram, Oceana y Greenpeace– para conocer su apreciación sobre los avances de la industria del salmón en términos de certificaciones internacionales y los impactos que ello puede tener en el desempeño del sector en el territorio. Sin embargo, no hubo respuesta, manifestando algunas no tener conocimiento o una posición clara respecto del tema.