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La Pesca Artesanal no puede parar – Eve Crowley – Opiniones

La Pesca Artesanal no puede parar – Eve Crowley – Opiniones

Desde pequeños nos enseñan que mayo es el “Mes del Mar” en Chile. Las caletas solían preparar actividades, comidas típicas y una variada oferta comercial en torno al mar. Este año el panorama será diferente. La actual crisis sanitaria por el Covid-19, tiene a la mayoría de los pescadores artesanales del país con sus botes atados al muelle.

Los pescadores artesanales viven de lo que capturan y, aunque no está prohibido salir a la mar, las medidas de confinamiento y restricciones de traslados por la pandemia impiden que puedan desarrollar su labor de manera habitual. Este grupo de trabajadoras y trabajadores no encuentra respuesta ante la incertidumbre que significa tener que esperar que mejore la situación sanitaria, para que se reactiven los eslabones de la cadena alimentaria que les entrega su sustento: venta directa al público en las caletas, restaurantes, hoteles, comercio establecido e incluso para exportación.

El principal efecto que se ha visto producto del Covid-19 en el sector de la pesca artesanal, ha sido una baja en la demanda de sus productos, lo que ha provocado una caída considerable en ventas de pescados y mariscos, incluso de hasta un 80% en algunas caletas, lo que deja al descubierto lo frágil de la estructura comercial y la precariedad social que viven las familias ligadas a la pesca artesanal.

La disponibilidad fresca y constante de productos del mar enriquece la oferta alimentaria global, ya que aporta con un 17% de las proteínas que se consumen a nivel mundial, con un consumo per cápita de 20,2 kg al año. Sin embargo, en Chile no se consume una cantidad suficiente (9,2% de los chilenos comen dos veces a la semana pescado o mariscos y el consumo per cápita es de 13,2 kg al año) lo que juega en contra del mantenimiento de una dieta equilibrada con aportes suficientes de minerales, vitaminas y proteínas.

En Chile el sector pesquero artesanal es de gran importancia social, económica y cultural, lo que se manifiesta sobre todo en su contribución a la fuerza laboral, a las economías territoriales y al abastecimiento de productos del mar de consumo fresco. La mano de obra directa e indirecta asociada a las actividades pesqueras supera las 200 mil personas, entre estas un 30% de mujeres, cuya labor se relaciona con trabajos de cosecha y procesamiento, con un impacto relevante sobre la seguridad alimentaria y el desarrollo. Sin embargo, el sector aún presenta enormes brechas de género que, de superarse, potenciarían más su rol.

Las características propias de este sector lo hacen aún más vulnerable ante una pandemia, ya que existen demandas cambiantes de los consumidores; problemas de acceso al mercado; dificultades logísticas relacionadas con el transporte; restricciones fronterizas; poca diversidad de canales de transformación y comercialización; alta dependencia de intermediarios y mercados externos; alta perecibilidad del producto y baja capacidad de almacenamiento. Esta realidad convive con la informalidad del trabajo y la falta de seguridad social lo cual, en un escenario de población envejecida, se hace más complejo aún. Es imperioso, además, atender la dificultad de mantener las distancias adecuadas y los actuales protocolos sanitarios en embarcaciones y plantas de procesamiento y venta, junto con el bajo estándar sanitario en la manipulación de los alimentos para la comercialización y la baja trazabilidad.

Ante la coyuntura tan especial de una pandemia, es imperativo fortalecer las políticas públicas que potencien el consumo de pescados y mariscos, junto con la necesidad de robustecer a las cooperativas y asociaciones de pescadores. Una medida efectiva de parte de las autoridades podría ser la distribución de productos del mar en las canastas de alimentos que se entregarán a la población más vulnerable ubicadas cerca de la costa, como se ha visto en localidades donde los pescadores han repartido generosamente sus productos entre los vecinos. El desafío está en cómo conseguir que estos alimentos lleguen también al resto del país. Por otra parte, los mismos trabajadores y trabajadoras de la pesca artesanal dicen necesitar diversificar sus canales de venta, incorporando mayor asociativismo, innovación y tecnología, sobre todo en momentos en que el distanciamiento físico es esencial.

La compra de alimentos por instituciones públicas, y los circuitos cortos de comercialización como ferias libres y ventas por Internet con entrega a domicilio, cobran un rol fundamental para garantizar que los pescadores artesanales tengan ingresos fiables y puedan mantener sus medios de vida, y para que los consumidores puedan tener acceso a alimentos saludables y nutritivos.

Los pescadores artesanales de Chile son un aliado necesario del cuidado y gestión de nuestros recursos marinos, son parte de un sector importante de la economía, patrimonio e identidad de Chile y sin duda, de la entrega a la comunidad de un alimento nutritivo, sobre todo en tiempos de pandemia.

En este escenario, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés) ha creado un grupo de trabajo dedicado a la pesca y la acuicultura Covid-19 para recopilar información, evaluar los impactos y las necesidades, desarrollar ejemplos de buenas prácticas, difundir información y ayudar a los países a abordar los efectos del Covid-19 en el sector. Una de las acciones más importantes de este grupo es el diseño y la ejecución de proyectos que garanticen la movilización de recursos que permitan brindar apoyo técnico y colaboración a nivel institucional, regional y nacional para mitigar el impacto del Covid-19.

El trabajo en conjunto con otros países, con diversos sectores públicos y también del mundo privado, enriquecerá la formulación de políticas, gestión y asesoramiento técnico indispensable en estos momentos y en el futuro que nos deje esta pandemia. La pesca artesanal ha sabido sobrevivir a diversos escenarios y se ha consolidado como una de las actividades productivas más antiguas de la historia, porque hombres y mujeres de mar han mantenido vivo el mismo concepto que hoy nos congrega: La pesca no puede parar.

*Esta columna también fue firmada por José Aguilar Manjarrez, quien es oficial de Pesca y Acuicultura de la Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe.