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La confianza recuperada lleva a las ideas comunes – Víctor Maldonado R. – Opinión

La confianza recuperada lleva a las ideas comunes – Víctor Maldonado R. – Opinión

 

Se ha planteado que la unidad opositora tiene como paso previo la elaboración de un proyecto común, pero este no parece ser el problema principal para confluir. Más bien la clave parece estar en los requisitos para que una convocatoria sea aceptada ampliamente por todos en la centroizquierda.

La oposición necesita propósitos comunes, pero es más que evidente que esos propósitos no nos están faltando. El plebiscito es el ejemplo más evidente. Tenemos cuatro comandos diciendo lo mismo y se van a pasar todo el tiempo mostrando sus coincidencias. Existen tantos puntos de encuentro que se puede avizorar un trabajo fecundo de aquí a la asamblea constituyente, con la novedad de que una nueva hornada de figuras, independientes y militantes, iniciarán su participación pública en la experiencia del trabajo mancomunado.

Más que de un prerrequisito, el afianzamiento de un proyecto básico común será una compañía permanente de ahora en adelante, en una constante profundización. Nada obliga a que todos los actores de oposición alcancen similares grados de acuerdo por parejo. Existirá quienes se sientan más afines y conformen agrupaciones, esto permitirá un mayor orden en la relación.

No es obligatorio que toda la oposición se comprometa a ser parte de un próximo gobierno. Lo decisivo es que exista la suficiente unidad de propósitos como para permitir el apoyo en segunda vuelta a la opción más votada. Así, todos aportan a la gobernabilidad y algunos comparten el gobierno por afinidad.

De manera que la unidad acepta grados, respeta singularidades y puede convivir con debates sobre las diferencias, que en ocasiones puede ser tan importantes como los acuerdos. Esto no es una debilidad, sino una fortaleza y permite una amplia gama de combinaciones para construir mayorías, según el proyecto o tema del que se trate.

¿Dónde está el problema, entonces? En que nos falta un dato fundamental para producir la convocatoria a la unidad: conocer los pesos específicos de cada cual, algo que no se pueda suponer y que se debe verificar. Sabemos que “Chile cambió” y suponemos que eso ha de haber modificado mucho la política tal como la hemos conocido, tanto en actores, como en comportamiento. Lo que no sabemos es cómo se va a expresar esto en las próximas elecciones.

Cada cual es libre de imaginar lo que quiera en cuanto al apoyo popular, pero no pasa de allí. Al haber aparecido nuevos actores y agrupaciones, entre ellos el Frente Amplio, habrá que salir de dudas contando votos y no suponiéndolos.

Mientras ello no ocurra, tiene sentido el mantener una identidad propia con la marca política que ya se conoce, pero no basta. Se presenta un doble problema.

Primero, ahora toca definir la elección de gobernadores regionales; segundo, que terminado este proceso caemos de inmediato en la elección presidencial y parlamentaria. Esto impone límites exigentes. Para que cualquier diferencia futura importe, hay que ganar antes la elección de gobernadores y esto requiere, en muchos casos, presentar un solo candidato. Legitimarlo supone la realización de primarias y concordar un pacto. Esto no implica la existencia de un pleno acuerdo, sino lograr un ordenamiento básico que permita seguir concursando.