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Premio al misterio político menos misterioso – Víctor Maldonado R. – Opinión

Premio al misterio político menos misterioso –  Víctor Maldonado R. – Opinión

Incluso antes que Michelle Bachelet entregara su apoyo a Paula Narváez el PS ya sabía que iba a tener candidato presidencial. Así se desprendía de las palabras de su presidente, Álvaro Elizalde.

Lo único extraño era que, tratando de mantener la incógnita, cuando se le preguntaba sobre su disposición personal, el líder del partido respondía que no había tenido tiempo para pensarlo. En este contexto, “pensarlo” debe entenderse como “prepararlo en detalle”. Estábamos ante el misterio político menos misterioso del que tengamos noticia.

La realidad política se impone a las planificaciones ordenadas. Una cosa es la necesidad de unir a los partidos que se identifican con la socialdemocracia y otra la necesidad de los partidos de tener candidaturas presidenciales propias. 

Aquí es donde los deseos chocan con la realidad. Si hay más de un candidato presidencial en un partido se hacen casi obligatorias las primarias, si se quiere tener uno de la socialdemocracia ocurre lo mismo y si hay que escoger abanderado de Unidad Constituyente pasa otro tanto. No hay calendario electoral 2021 que resista tanto evento agregado.

La relación con los aliados más cercanos siempre es una mezcla entre competencia y colaboración. Los acercamientos entre partidos suelen estar muy presente en la cabeza de los líderes, pero la base de cualquier partido exige hacerse presente cuando hay que optar. Ya se ve que lo que pesa más es sintonizar con la base partidaria.

Que el PS tenga una primaria sería algo positivo para toda la centroizquierda. Cuando toma relevancia la opción presidencial también se hace una apuesta por consolidar una coalición de gobierno.

En este caso, la pregunta es esta: ¿por qué un partido que pudo aglutinar a la oposición a Piñera será uno de los últimos en definir abanderado(a) presidencial? Tal vez exista un nexo que vincula ambas cosas.

Lo complejo no se encuentra en la carencia de una actuación responsable, sino en no saber llenar todo el espacio que se tiene. Algo falla cuando en el PS tienen que estar empujando a sus personeros más destacados para que ocupen el lugar de vanguardia. Cuando esto ocurre con alguno aisladamente estamos ante un problema individual, cuando ocurre con muchos es un problema estructural.

Perder la iniciativa puede llegar a convertirse en una especialidad. Nada verdaderamente malo se está haciendo, pero nada verdaderamente bueno se está construyendo tampoco. Tal vez la estrategia ha consistido, en el fondo, en esperar un mejor momento para jugarse por entero. La espera ha resultado demasiado larga como para no producir desgaste.

El misterio en el PS no es quién será el candidato, sino por qué todavía a estas alturas nadie sabe a qué atenerse en cuanto al abanderado(a) de este partido. No es que los demás no sepan, es que los socialistas no saben. Cuando se pide conducción se responde con una incógnita. No se puede hacer de la espera una estrategia porque aguardar el mejor momento es perder cada momento que se pudo emplear mejor.