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Cambiar la polémica por el diálogo – Víctor Maldonado – Opinión

Cambiar la polémica por el diálogo – Víctor Maldonado – Opinión

El fin de semana algo muy importante cambiará en la oposición: se completará en la centroizquierda la totalidad de los candidatos presidenciales que entran a competir en representación de los partidos. Al asumir la totalidad de su papel ha de alterar la manera en que se debate y decide la estrategia que empleará la oposición para llegar a La Moneda. Es un nuevo punto de partida.

Sin duda, se necesita cambiar el tono y la forma en que nos relacionamos entre nosotros y para mejor. Toca ahora definir cómo es que llegaremos a ganar la Presidencia de la República y esto se puede hacer de un modo fácil o difícil.

El modo fácil consiste en concentrarse en conseguir los objetivos centrales que permiten el triunfo: terminar con un solo candidato(a), primero de la centroizquierda y luego de toda la oposición, y llegar al inicio del gobierno con una coalición mayoritaria que le dé respaldo en el Parlamento y en la Convención Constituyente. Ambas cosas son necesarias y complementarias.

El modo difícil es intentar avanzar concentrándose en los procedimientos empleados, debatir sobre lo que el otro debe o no hacer y, en fin, poner por delante lo segundario. Aquí se evita todo refinamiento.

Cada cual escoge de lo que quiere hablar y en particular el estilo que emplea, seguramente está reconocido como parte de los derechos humanos, pero cuando hay poco tiempo para conseguir grandes logros, importa mucho ir directo a lo decisivo, en modalidad de trabajo colaborativo.

Así que llegamos a un momento concluyente cuando los conductores de partido pueden hablar con propiedad de sus tiendas políticas, pero no pueden hablar de la campaña presidencial como si administraran a sus candidatos. No lo pueden hacer ni están facultados para ello. Son los abanderados(as) los que hablan por ellos mismos y es indispensable que asuman este liderazgo.

Llegar a acuerdos habiendo pasado por un periodo extenso de tensiones y de intercambio áspero de opiniones es un camino a seguir. Lo que hay que preguntarse es si esta es la única manera de proceder.

También podemos preguntarnos si la polémica no termina por ser una justificación de los polemistas, lo que sería un modo improductivo de operar. Hay una manera inconfundible de verificar lo que está pasando. Cada vez que una polémica antecede al inicio de un diálogo es porque uno, o más de uno, nos dirá después que colaboró a solucionar un problema que él mismo ayudó a crear.

Pero si se han elegido abanderados es para que conduzcan y no para que acepten el escenario tal cual los demás se los quieren establecer. Han llegado a sus puestos con la finalidad de que se preocupen por establecer un bien común, algo que es superior a la suma de los intereses partidarios.

El típico lenguaje del diálogo evita presentar una propuesta como una imposición, no se permite decirle al otro como actuar, sino que predica con el buen ejemplo, propone alternativas, pero está dispuesto a evaluar contrapropuestas. La paz se empieza a construir con una sugerencia acertada y la guerra comienza con una orden presentada como imposición. Si llegan los candidatos(as) presidenciales es para cambiar la polémica por el diálogo.