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El año de la pandemia un año escolar complejo, pero lleno de aprendizaje – Nieves Rain – Opinión

El año de la pandemia un año escolar complejo, pero lleno de aprendizaje – Nieves Rain – Opinión

El año 2020 nos alcanzó con una pandemia de magnitud no pensada. Comenzó con el suave rumor de otro continente.

A pesar de lo que venía, nada cambió, para marzo del año pasado. La educación siguió con un escenario para clases presenciales y parecía que comenzaría como cualquier otro año escolar.

Nadie evaluó lo difícil de esta situación, parecía tan lejano… Pero a los pocos días del inicio del año escolar, la situación obligó a cerrar colegios, niños y niñas fueron enviados a casa, a esperar como se enfrentaba esta nueva realidad.

Creo que los docentes y asistentes de la educación abordaron con hidalguía este inmenso desafío. Actuaron y armaron sobre la marcha con mucha conversación entre el personal, resolviendo con poco en escuelas públicas, siempre enfrentadas a una carencia de recursos.  

Para sostener el sistema, fue necesario humildad y generosidad.

Tan sólo por mencionar algunos establecimientos optaron por iniciar un proceso de reorganización profunda, que implico: potenciar sus sistemas informáticos, almacenar información, elaborar material didáctico y clases en nuevas plataformas, potenciar el uso de nuevas tecnologías y medios que no significaran nuevos gastos para sus estudiantes, pero que facilitaran la comunicación con niños y niñas y sus familias.

Todavía más loable, es el esfuerzo que muchos maestros pusieron en asegurar la continuidad de actividades lúdicas y educativas que, por las circunstancias, eran tan difíciles de llevar a cabo, pero que conforman ese bello entramado que las escuelas tienen y que es capaz de crear comunidades. Vimos con asombro; festivales de familia, competencias de sombreros, licenciaturas, y un largo etc., de esfuerzos por hacer más llevadero este tiempo tan lleno de desafíos.  

En casi ningún hogar hay dos o tres espacios para seguir clases por internet, considerando que muchos padres y madres también se llevaron el trabajo a la residencia. Otros no contaban con computador, menos internet, que decir de la falta de un escritorio adecuado o una silla de trabajo para oficina. Pero aun así los maestros y maestras iniciaron el proceso educativo, usando las redes sociales, material gráfico que llevaban con sus propios medios, a cada hogar cuando era necesario. Los niños, niñas y familia se adecuaron en la medida de sus posibilidades también, no siendo menor su esfuerzo, porque la educación se construye juntos.

Mencionar que los docentes y profesionales de apoyo usaron sus hogares como sala de clases, decoraron en muchos casos las paredes de su hogar con murales y adecuaron espacios, quitaron privacidad a sus familias, usaron sus redes sociales, pagaron el internet, todo en favor del bien superior de sus estudiantes, todo en favor de dar educación, incluso, cuando el apoyo institucional pudo saberse escaso.

Nadie pensó que el profesor y profesora necesitaba una buena silla y un escritorio para trabajar. Condiciones laborales necesarias, para cualquier empleado, nadie recordó las cuentas de luz o el internet. Profesores, profesoras, técnicos y profesionales de la educación se adecuaron en un tiempo breve a esta nueva realidad. Qué sorprendente fue su capacidad de aprendizaje; del uso de recursos multimediales que, sin mayores orientaciones, y claridad de directrices desde las autoridades ministeriales, resolvieron de manera óptima y exitosa, en muchas situaciones que eran emergentes. Y como si fuera poco, también colaboraron con el gobierno en la entrega de información, canastas familiares y apoyo social en muchos casos, sin ser su tarea o recibir pago alguno por ello. Aun a riesgo de su salud, algunos costándoles sus propias vidas.

No hubo ninguna compensación para quienes, desde escuelas y liceos, mantuvieron el sistema y en muchas ocasiones; fueron el alma y esperanza para niños, niñas, jóvenes y sus respectivas familias en un país y mundo que ha sabido del horror de esta pandemia, que se llevó a los nuestros.

Hace algunos días, escuché por ahí, que los niños en casa aprenden poco y también se insinúa por ahí que los maestros no quieren trabajar, pero a no olvidar que educación no solo son aprendizajes de asignaturas o asistir a un espacio físico, también lo emocional importa. Ahora, la educación está en el hogar, y no es un mal lugar cuando le asiste la mano de un profesor o profesora.

Debemos recordar que el respeto lo aprendemos en el hogar, asimismo las rutinas y la fluidez del lenguaje se hace en la conversación y la convivencia diaria. Es un espacio muy rico para aprender y lo fue también este año que se fue, donde la tarea de los profesores y las familias fue crucial y creo que muchos niños y niñas que han vivido este particular año, no olvidarán el rigor de sus maestros en tratar de dar su clase o de sus padres tratando de dar lo mejor de sí a la hora de estudiar o hacer las tareas, mientras la oficina llamaba a un centímetro de la mesa del desayuno, donde salir a trabajar era un peligro terrible.

Este año escolar, sin lugar a dudas, fue difícil y todavía existen incertezas sobre el que viene, pero no es menor lo que se ha hecho, porque hemos aprendido a cuidarnos juntos y no creo que haya mejor aprendizaje en pandemia que el saber cuidarnos, no está bien desmerecer esto y mucho menos, cada uno de estos grandes y humanos esfuerzos que nos han permitido pensar en iniciar otro año escolar.

En vez de estos comentarios que menosprecian la labor llevada a cabo por las comunidades educativas y las familias, se requieren propuestas y conversación para resolver entre todos y todas, en favor de la vida humana.