Otoño inspiracional – Francisco Cárdenas Marusic – Guía naturalista
Oficialmente hemos dejado atrás el verano y ahora nos encontramos en el comienzo del otoño, hasta aquí ninguna novedad; así se sucederán las estaciones una tras otras en ese giro sempiterno de nuestro planeta, forjando equinoccios y solsticios por los siglos de los siglos.
Pero cada estación tiene lo suyo y nuestra piel y nuestros sentidos lo notan y lo saben. Así como durante la primavera sentimos y vemos que todo se renueva, crece y florece –somos parte de ese ciclo natural- otoño es otra cosa. Al caminar por las calles, ya se siente un poco más de frío y vemos como los árboles van cambiando paulatinamente su color; el follaje pasa de verde a amarillo, rojo oxidado o rojo intenso hasta que finalmente de manera tranquila y sin reclamo las hojas simplemente se caen. Es esta una estación en que pareciera que la naturaleza solo “funcionara” con lo estrictamente necesario y paso a paso, día a día, se preparara para el demandante invierno que se viene. Es una estación de declive, de mengua, en donde cada segundo, cada minuto, cada día que transcurre, todo en la naturaleza se confabula para la renovación que las nuevas estaciones traerán; entonces, los árboles irrigarán savia nueva a las ramas y estas se poblarán de follaje verde nuevamente.
En atención a que no quiero pensar que estoy en el “otoño” de mi existencia, saldré a caminar por la ciudad, quiero ver los colores que la estación me ofrece y sentir el aire más frío y ver como todo luce diferente; a la vuelta me desquito con unas ricas sopaipillas con mermelada de ruibarbo y un matecito amargo. Como no soy egoísta, le invito a hacer lo mismo, anímese.
Poema de Otoño
Bajando la ancha avenida en dirección
Del oriente
Busqué debajo de los guijarros del parque
Con la esperanza de hallar lo desconocido
Los pajarillos me hablaron en silencio
Susurrando una melodía hermosa
Que el viento se llevó en el aire
Se desprendió la hoja triste
Y se posó quieta en los ángulos grises
Cerquita de las rejas del alcantarillado
Formando una alegoría inmóvil en la retina
El aire despejó la tez de los que pasaban
Y un vapor húmedo penetró
Por las ventanas enmohecidas
Las horas fueron más quietas
Y los minutos más licenciosos
Con el “estro” escondido
El aroma de tierra me habló cosas bonitas
Segundos antes de la lluvia.