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Cuando se parte con susto y se termina con miedo – Víctor Maldonado – Opinión

Cuando se parte con susto y  se termina con miedo – Víctor Maldonado – Opinión


 
 
Hay varias maneras de perder una elección presidencial, pero una de las más seguras es adoptar un lenguaje negativo y concentrase en hablar de los demás. Esta es una fórmula infalible porque al criticar ya no se propone y, al hablar de otros, lo que se consigue es despertar interés por los demás y hacen un llamado a desinteresarse por el que se concentra en criticar.
 
Si se quiere perder, se recomienda entrar a la competencia con el temor, trasmitir derrota, dispersar los votos propios y perder la confianza en lo que se presenta, tal cual se ha ocurrido en la derecha. Previo a la elección presidencial, se está preparando para un nuevo golpe en la segunda vuelta de gobernadores regionales, donde perderá o ha quedado de espectador.
 
Los derrotados tienen una propensión compulsiva a hablar, aun antes de haber conseguido el equilibrio necesario para que lo que digan no sea tanto un ejercicio exculpatorio, como un aporte a la clarificación de los hechos.
 
En la peor de las competencias del oficialismo, Catalina Parot asume una responsabilidad superior a la necesaria cuando dice que había candidatos mejores que ella, pero que ninguno estuvo disponible. La valerosa que da un paso al frente no tiene por qué seguir hablando por los que hicieron mutis por el foro. Porque está mal la derecha, no tiene candidatos, no es al revés. Cuando la conveniencia personal prima se ha perdido el sentido de la opción compartida.
 
Cuando en la izquierda se entra en crisis todos gritan; en la derecha, cuando se entra en crisis, todos se quedan mudos.
 
Parot señala que el problema consistió que en la derecha nadie le tomó el peso a esta elección. Es una verdad más profunda de lo que cree quien la dice. Lejos de ser perjudicada por un descuido o una inadvertencia, el principal problema del oficialismo es que tiende, con demasiada frecuencia, a pasar por alto lo importante y a concentrarse exclusivamente en lo secundario. Se trata, como es obvio, de una forma de evasión.
 
Después de la elección del 15 y 16 de mayo la derecha quedó con menos movilidad que un gato de yeso. Está paralizada. Lo que la sacó de su estupor fueron las desatinadas declaraciones del recién nombrado vocero de la campaña de Lavín, Rodolfo Carter, quien no encontró nada mejor que empezar a descalificar a los adversarios de su candidato en las primarias.
 
Devueltos de golpe al área chica, es decir, retornando al terreno conocido, todos recuperaron el habla en un instante: ya podían tomar la palabra sin tener que explicar lo inexplicable, de vuelta a lo intrascendente.
 
Parot tiene muchas virtudes, pero entre ellas no se encuentra el don de la profecía, como cuando advierte con una frase que puede ganar el premio nacional a la obviedad: “la presidencial se vuelve cuesta arriba”.
 
No había para qué ser tan sincera. Pero la verdad es que la derecha está en retroceso. En la presidencial fue alcanzada por Jadue y está siendo amagada por Provoste. Su primaria se les enredó, porque fue hecha para Lavín y él ya no gana. Cuando entran nuevas generaciones al protagonismo, las personalidades de ayer quedan como protagonistas de anteayer y eso es el principio del fin.