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La increíble historia de la cantata “Nuestra Madre Grande” que se estrena hoy | Elías Barticevic Cornejo

La increíble historia de la cantata “Nuestra Madre Grande” que se estrena hoy | Elías Barticevic Cornejo




• Hace casi 50 años, tres ex presos políticos de isla Dawson, se prometieron contar al mundo lo vivido, pero a través del canto y la música, pues la belleza de crear pudo más que el dolor.

Por Elías Barticevic Cornejo

Punta Arenas, 3 de septiembre de 2023. Hoy, a las 19.00 horas, en el teatro municipal “José Bohr” de Punta Arenas, luego de casi 50 años, se estrenará la cantata “Nuestra Madre Grande”, compuesta por tres ex presos políticos, entre diciembre de 1973 y abril de 1976. Se espera la presencia de la Ministra de Cultura, las Artes y el Patrimonio, Carolina Arredondo Marzán, además de autoridades locales, representantes de organizaciones de derechos humanos y del mundo de la cultura y la sociedad civil.

Manuel Luis Rodríguez, Fernando Lanfranco y Marco Antonio Barticevic han trabajado desde hace más de dos año para llegar a esta fecha. Los ha unido la adversidad y la idea de dejar un legado de paz a las futuras generaciones. Dos focos han marcado esta etapa de sus vidas: “A pesar del dolor, los trabajos forzados y la tortura, tuvimos la capacidad de crear belleza en la adversidad. Y segundo, este es un mensaje de esperanza, que cuenta las luchas del pueblo americano. No hay revanchismo ni venganza”.

Inspirado en sus lecturas, pensando en una alegoría histórica y geográfica del continente americano, Manuel Luis Rodríguez, escribió la letra de la cantata de 10 temas, en torno a la navidad de 1973, en isla Dawson, en el campamento de prisioneros Río Chico, barraca Bravo. Quizás nunca soñó con este momento. Entregó sus papeles a Fernando Lanfranco, con la idea de que compusiera la música, “cuando las luces dormían”.

La musicalización fue un trabajo largo y clandestino entre febrero de 1974 y abril de 1976. Marco Antonio Barticevic fue el encargado de hacer la transcripción a pentagrama de la música de la obra. “Sobrevivió a un Consejo de Guerra, traslados al regimiento Cochrane y a la cárcel pública de Punta Arenas. Hasta que la cantata, escrita a mano, pudo burlar los controles de gendarmería, y volar a manos más seguras; y de ahí al exilio”, comenta Barticevic.

En el libro publicado este año, del mismo nombre que la obra, los autores relatan que “a menos de dos meses de comenzado nuestro exilio, habíamos decidido, junto con los trámites de ubicarnos en los países respectivos, pese a los problemas de idioma, sin conocer a nadie, sin trabajo, etc., que la cantata, junto a los grandes temas de la campaña de solidaridad con Chile, iba a ser un puntal importante en nuestras vidas de exilio y relegación”.

Por eso los creadores agradecen a la Municipalidad de Punta Arenas, el Gobierno Regional de Magallanes, la Seremi de Cultura de Magallanes y la UMAG, por el financiamiento entregado. “Y al aporte de una decena de profesionales, familiares y personas anónimas, que han hecho posible montar este acto de memoria y patrimonio, a 50 años del golpe militar”, señalan.

La obra musical

La cantata, en un primer contexto, guarda relación directa con la efervescencia política que vivía el país en esa época. Segundo, es el reflejo del momento musical de Chile, a finales de los años sesenta y principios de los setenta; los movimientos del Neofolklore y de la Nueva Canción Chilena están plasmados en la obra.

“Asimismo, guarda relación con lo que nos estaba sucediendo. La democracia había sido derrocada, el presidente estaba muerto, el palacio de gobierno había sido bombardeado; se había iniciado una masacre brutal con el asesinato Víctor Jara”, ilustra Fernando Lanfranco.

Conjuntamente, la música refleja los estados de ánimo producto del encierro, el mal recuerdo de las torturas y los golpes recibidos. “Pero del mismo modo alguna alegría esperanzadora y luminosa en que habría un futuro, una utopía pendiente de realizar”, añade Manuel Rodríguez.

Inicialmente, la cantata fue escrita para voces de solistas y guitarra. Esto se explica, en parte, porque este instrumento fue el único autorizado a ingresar al centro de detención del Cochrane, en noviembre de 1973, luego de una visita de la Cruz Roja Internacional.

Para el productor general de la cantata, el músico y periodista Rafael Cheuquelaf, existe en ella una notable diversidad de estilos y ritmos. “Hay que destacar el gran trabajo del profesor de música Fernando Alarcón, director musical de Nuestra Madre Grande, que, con sus arreglos corales, le ha dado una envergadura que sus autores, difícilmente, podrían haber imaginado”.

Actualmente, intervienen 34 personas en la puesta en escena de la cantata, dos guitarristas, Ariela Caripán y Fernando Lanfranco; un charanguista, el joven Osvaldo Fernández, y el percusionista, Christian Mancilla. Al mismo tiempo, participan los relatores, Jeanette Antonín y Nelso Royes; y los solitas, Natalia Flores, Divna Razmilic, Carlos Parra, Oscar Galindo, Gabriel Gómez, Gonzalo Fernández y Vicente Levín.



A este conjunto, se suman 22 personas, principalmente, alumnos de la carrera de Educación Musical de la Universidad de Magallanes, que componen el coro de sopranos, contraltos, tenores y bajos.

Se distribuyeron gratuitamente más de 500 entradas. Se espera un lleno total. Nadie ha querido estar ajeno a este acto, que quizás sea uno de los más conmovedores en la región, tras cinco décadas del golpe cívico militar. El mismo presidente Gabriel Boric no ha querido estar ausente, y ha enviado un emotivo mensaje a los autores.

Incluso una invitada especial estará en el escenario del municipal. La guitarra, española, de marca Armenteras, que usará Fernando Lanfranco este domingo, fue un obsequio de su padre. La conserva hace 60 años. Al igual que en prisión, ella sonará, pero esta vez, en libertad.