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¡Maldito Mr. Douglas! | Floan Luna Roa | Historia y Memoria

¡Maldito Mr. Douglas! | Floan Luna Roa | Historia y Memoria


Eran tiempos en que la Patagonia tenía estancias donde cabían ciudades enteras, con interminables hileras de alambres que se perdían en horizontes planos y cielos fusionándose con la tierra.
Seis de la mañana y un sol deslumbrante. Tras un brilloso Ford T, con Marcial al volante, una serpiente de polvo corta la pampa plagada de coirones. En ese difícil camino de tierra a Puerto Natales va Marcial para entregar a tiempo su informe contable a Mr. Gregory, gerente de la Sociedad Explotadora Tierra del Fuego.

Mientras tanto, en la estancia dejada atrás, un recién asumido Mr. Douglas daba instrucciones a los trabajadores de la bodega. El chileno, antes de salir, lo había dejado a cargo de la cuadrilla que ejecutaba las faenas de almacenaje del entonces llamado “oro blanco”.

Llegó justo a tiempo. El gerente le esperaba con un té servido en una fina mesa de roble. El gringo lo saludó con cortesía. Luego le dio la noticia: «Usted no seguir a cargo en la estancia. Ahora es míster Douglas. Pero, en compensación, aquí le pondremos a cargo de carnicería».

Sintió el golpe como la amarga traición de quien pensaba era su amigo. Su cómplice en el barco con que arribó a Punta Arenas esa fría primavera de 1922. Quien le acompañó a la oficina española para buscar una oportunidad y quien le enseñó a conducir ese vehículo americano recién importado. Su brazo derecho en la estancia de Cerro Guido.

Más de cien años tiene ahora Marcial. Esta viejo, es cierto, pero se mantiene bien. Cuando lo vamos a ver le miro de reojo y pongo oreja si conversa con su bisnieto. Sé que allí murmura entre dientes un nombre y una maldición.

Floan Luna Roa.