Los otros pioneros | Manuel Luis Rodríguez U. | Opinión
La historiografía tradicional de la región de Magallanes y la Patagonia, que ocupa la mayor parte de los anaqueles de las librerías y los estantes de las bibliotecas, parece centrarse en la trayectoria de ciertos empresarios, ciertos oligarcas que empinándose sobre el esfuerzo de miles de peones, gañanes y obreros, se volvieron prósperos comerciantes, estancieros y banqueros.
Esos son los «pioneros con nombre de calle». Vinieron de Inglaterra, de Escocia, de Australia, de España, de Francia, de Italia, de Rusia, de Alemania, del Imperio Austro Húngaro y aprendieron la dura lección del clima, la soledad, la lejanía. Huyeron de la pobreza, de la persecusión contra los judíos, de las pestes y de las guerras y llegaron a estos páramos inhóspitos.
Pero están los otros pioneros, que no tienen nombre de calle, esos silenciosos albañiles, carpinteros, alambradores, ovejeros, esquiladores, tenderos, secretarios, empleados, toneleros, cargadores de muelles y fogoneros de buques. Ellos fueron los que forjaron la riqueza en la Patagonia: ellos construyeron nuestras casas y palacios, los puentes y caminos, ellos cortaron el árbol para aserrar la madera con que el mueblista construyó la mesa, la silla, la ventana y la puerta de nuestras viviendas patagónicas.
La historia es una gran máquina bulliciosa en movimiento que incursiona y nos habla en la experiencia sufrida de los que forjaron la vida y las familias, los pueblos y las naciones, y que la historia tradicional olvidó. Carlos Vega Delgado y Osvaldo Bayer, entre otros historiadores pioneros, fueron los primeros que escribieron la Historia Social en la Patagonia
El padre, joven agricultor un día salió de la isla de Chiloé y viajó en barco a Magallanes, se estacionó en una estancia de Santa Cruz, o en Río Grande o cerca de Puerto Natales, después la escribió a su hijo, a su esposa y los trajo al sur, y esas familias se afincaron en esta Patagonia chileno argentina, hicieron patria y soberanía, construyeron su casa, mientras sus hijos lograron ir a la escuela, se radicaron en nuestras ciudades y se volvieron santacruceños, puntarenenses, natalinos o porvenireños.
Ellos son parte de la historia.
Esos son los «pioneros con nombre de calle». Vinieron de Inglaterra, de Escocia, de Australia, de España, de Francia, de Italia, de Rusia, de Alemania, del Imperio Austro Húngaro y aprendieron la dura lección del clima, la soledad, la lejanía. Huyeron de la pobreza, de la persecusión contra los judíos, de las pestes y de las guerras y llegaron a estos páramos inhóspitos.
Pero están los otros pioneros, que no tienen nombre de calle, esos silenciosos albañiles, carpinteros, alambradores, ovejeros, esquiladores, tenderos, secretarios, empleados, toneleros, cargadores de muelles y fogoneros de buques. Ellos fueron los que forjaron la riqueza en la Patagonia: ellos construyeron nuestras casas y palacios, los puentes y caminos, ellos cortaron el árbol para aserrar la madera con que el mueblista construyó la mesa, la silla, la ventana y la puerta de nuestras viviendas patagónicas.
La historia es una gran máquina bulliciosa en movimiento que incursiona y nos habla en la experiencia sufrida de los que forjaron la vida y las familias, los pueblos y las naciones, y que la historia tradicional olvidó. Carlos Vega Delgado y Osvaldo Bayer, entre otros historiadores pioneros, fueron los primeros que escribieron la Historia Social en la Patagonia
El padre, joven agricultor un día salió de la isla de Chiloé y viajó en barco a Magallanes, se estacionó en una estancia de Santa Cruz, o en Río Grande o cerca de Puerto Natales, después la escribió a su hijo, a su esposa y los trajo al sur, y esas familias se afincaron en esta Patagonia chileno argentina, hicieron patria y soberanía, construyeron su casa, mientras sus hijos lograron ir a la escuela, se radicaron en nuestras ciudades y se volvieron santacruceños, puntarenenses, natalinos o porvenireños.
Ellos son parte de la historia.

