“Urgente, se necesitan militantes”, por Ramón Arriagada

La angustia ha cundido en las direcciones de los partidos políticos chilenos. La ley exige reinscribir los militantes partidarios. Una ley estudiada y promulgada por los mismos que hoy no pueden reconciliar el sueño por la imposibilidad de cumplir con el número de inscritos. No hemos escuchado denuncias de cohecho en esta etapa del proceso. No es que el sistema sea riguroso en cuanto a las penas por llevar ciudadanos a firmar a cambio de unos viles pesos, simplemente no hay masa crítica donde probar con militancias forzadas.
Los sentimentales de la política en Chile, se preguntan, cómo es posible que partidos centenarios lleguen a su desaparición del mapa político chileno, por una coyuntura como ésta, implementada en tan mala época de credibilidad en el sistema. A esa instancia han sido obligados partidos de tanta tradición como lo son el Partido Radical, Comunista y Socialista.
El problema está en que si los partidos no suman militantes en esta inscripción no habrá financiamiento. Asunto muy sentido, pues los partidos no tienen generadores propios de dineros para su sostenimiento. La mayoría de nuestros partidos muestran síntomas de envejecimiento. Casi todos carecen de juventudes a las cuales entregar el bastón en la posta; los militantes jóvenes eran, “la levadura del pan que saldrá del horno con toda su sabrosura”, como rezaba una canción de los años setenta.
Un fiel militante, me confiesa, que los artilugios para conseguir firmas han llegado a cuestiones tan poco ideológicas, como pedir en tono de conmiseración el firmar invocando el peligro de desaparecer. Deben pedir “firme usted sin compromisos, olvídese que quedó en este registro, de parte nuestra no lo molestaremos ni siquiera para ir a una reunión con nosotros”. Acción no compatible con la identificación ideológica a una causa para mejorar el futuro de la humanidad. Mucho menos, compatible con la ayuda al futuro integrante de la membresía en su desarrollo personal. Comprobación evidente diría un seguidor de Francis Fukuyama del fin de las ideologías y el imperio del relativismo moral.
He llegado incluso a pensar que la presencia de un Donald Trump en la política mundial será un mal necesario. Está obligando a asumir posiciones a los ciudadanos del mundo para defenderse de una política con contenidos racistas, que resucitan y gatillan viejas definiciones y controversias. En las personas hay un componente conductual – con fuertes contenidos instintivos – que los hace desconfiar de lo desconocido, trayendo como resultados las fobias sociales. En Estados Unidos y el mundo será el momento para que se levante el pacifismo militante, como en los años de la Guerra de Vietnam, última barrera para impedir la generalización de la locura en las relaciones políticas mundiales.
El plazo para cumplir con la Ley de Fortalecimiento de la Democracia, será el próximo 14 de abril. La presidenta Bachelet, dicen, observa complacida como chapucean en estos meses de vacaciones veraniegas, los dirigentes de los partidos, incluso aquellos que le enrostran su falta de representatividad y respaldo ante la posibilidad de no poder inscribir sus partidos en todas las regiones del país, porque no les queda capital electoral. Los promotores pagados y dedicados a recoger adhesión de nuevos militantes, veteranos en las guerras de captación de clientes para renombradas tarjetas de créditos, hasta de La Polar, desertan porque pese a colocar todo su empeño, no logran persuadir a personas ya acostumbradas por el mercado a la relación clientes con premios y recompensas.
Pero hay una salida honrosa, celebrar elecciones internas en cada uno de los partidos, porque los participantes en esos eventos, valen como inscritos. Por dicho camino de legitimación, pasa a ser protagonista de la política chilena, el bien puesto pero mal mirado, cacique local, amigo del caudillo local. Una coartada al menos digna para nuestros añosos partidos que ya no están para grandes turbulencias sociales.