Un diálogo que dé el ancho de la paz – Víctor Maldonado – Opinión

Un diálogo que dé el ancho de la paz – Víctor Maldonado – Opinión

 

Este gobierno, en su fase final, no pude dedicarse a innovar, sino a concretar. De otra forma su actuación se tendría que reconocer como muy deficiente. Si lo que había que hacer era algo distinto ¿por qué no empezó antes?, si faltan acciones que ejecutar ¿qué esperan para llevarlas a la práctica? Estas son las interrogantes que se despiertan al ver el tratamiento que se le está dando al conflicto de la Araucanía.

Lo que ya resulta impresentable es recurrir a las excusas. Es cansador comprobar que, cada vez que el Ejecutivo es sobrepasado en su capacidad de respuesta, recurre al expediente de reclamar que le faltan unas cuantas leyes aprobadas para que las cosas, ahora sí, lleguen a estar bajo control.

La incapacidad del Ejecutivo no se puede endosar, sin más, a responsabilidad parlamentaria. No sirve ni siquiera como respuesta comunicacional inmediata, en esto la opinión pública ha quedado más vacunada que contra el Covid 19.

Toda retórica oportunista tiene su límite en el corto plazo, las grandes palabras no dicen nada cuando se constriñen a alcanzar propósitos pequeños. Cuando los personeros oficialistas llaman a un acuerdo nacional (otro más en una lista de la que ya hemos perdido la cuenta) a lo menos debieran ruborizarse.

La gran diferencia entre la administración continua de la crisis en la Araucanía y la construcción de un acuerdo permanente es tratar al pueblo mapuche como un pueblo, no como un agregado de individuos y de pequeñas comunidades.

A lo largo de siglos se ha empleado la convocatoria a un “parlamento” entre Estado y comunidades mapuche. Nadie lo hubiera intentado nunca si no se pudiera llegar a resultados concretos. Lo que importa es que se dialogue en base a la representación de cada sector. Hoy es más problemático la representación de un Estado debilitado que de la comunidad mapuche, por eso la convocatoria ha fallado. Si el Ejecutivo sigue en el pasmo, al final, la convocatoria se hará bajo el alero de la Constituyente, pero la necesidad de una solución política se terminará por imponer porque no tiene reemplazo.

Para el gobierno de Piñera su desempeño en el conflicto de la Araucanía es la regla, no la excepción. No puede responder a ningún emplazamiento que exceda la coyuntura. El compás de espera predomina antes del cambio de gobierno.

Vamos a empezar a acumular los más importantes dilemas del país a la espera de reencontrarnos con una renovada legitimidad democrática. El riesgo que corremos es grande,  Piñera ha fracasado, pero más lo ha hecho la mirada conservadora ligada a la mantención de las relaciones de poder.

Si la centroizquierda no es capaz de asumir su plena responsabilidad, puede permitir que una minoría se mantenga a cargo del Ejecutivo, antesala de las mayores dificultades que habremos afrontado en mucho tiempo.

La derecha no da el ancho pasa asegurar la paz, la equidad, el crecimiento compartido o la cohesión social. Se renovarían los rostros, pero no desaparecían las carencias propias de una visión restringida de país. Tendríamos la certeza de mantener un vacío de poder. ¿Cómo se evitaría entonces profundizar la polarización? Superar a la derecha es un deber.