21 de octubre de 1520 y Hernando de Magallanes: «el primero que por aquella parte hubiese hallado el paso tan deseado»

El 21 de octubre de 1520, cuatro naves de la expedición de Hernando de Magallanes alcanzaron la punta Dungeness ingresando al desconocido estrecho que daría su nombre.
El 21 de octubre se festeja el día de la región de Magallanes y Antártica chilena, que desde 1992 se celebra con la cuenta del gobierno regional, se entrega el Galardón de Ciudadano Ilustre y se sugiere embanderar la ciudad con la bandera de Magallanes, entre otras muchas actividades.
Aquel 21 de octubre, cuatro navíos españoles se internaron por el laberinto de canales del extremo sur de América desde la boca oriental. Tras 38 días de travesía entre fiordos y montes nevados apareció a su vista un inmenso océano: el Pacífico.
Frenados por vientos contrarios del sur, dando bordadas continuas, los navíos avanzaron sin perder de vista la costa hasta que el 21 de octubre, cuando se hallaban a 52º de latitud sur, avistaron un promontorio que penetraba en el mar. Era el cabo Vírgenes, como lo bautizó el propio Magallanes, por haberlo hallado el día de la fiesta católica de las Once Mil Vírgenes. Tras doblarlo, vieron que un profundo canal se perdía en el horizonte, sin límite a la vista. Como había hecho antes, Magallanes inspeccionó la zona durante varios días.
Envió a las cuatro naves a recorrer las diferentes bahías y canales, a fin de cerciorarse de que no se hallaba de nuevo ante la desembocadura de un río. Esta vez las naves volvieron con la confirmación que esperaba: por fin habían llegado al buscado estrecho.
La flota de Magallanes emprendió la travesía, entre un impresionante paisaje de costas verdes y montañas nevadas. El piloto italiano Antonio Pigafetta escribió en su crónica de la expedición: «Creo que en todo el mundo no existe un estrecho mejor ni más bello que éste». Él no era marino; para los pilotos y capitanes el asunto se tornaba más complicado. A lo largo de las cien leguas del estrecho (unos 550 kilómetros), que recorrieron en 38 días, se enfrentaron a fuertes corrientes, olas de varios metros de altura y campos de algas laminarias que se enredaban en los timones.
La enorme profundidad del estrecho impedía fondear, por lo que los marinos debían echar cables a tierra, adentrándose en un laberinto de canales y pasos. Además, los permanentes fuegos humeantes que divisaban por las noches en las frondosas costas de la isla grande les hicieron creer que en esa Tierra de los Fuegos, como la bautizaron, había tribus indígenas caníbales, por que el almirante Magallanes dio orden que las tripulaciones permanezcan a bordo, mientras los víveres fueron disminuyendo.
El 28 de noviembre de 1520, la flota doblaba por el que denominaron cabo Deseado. El acontecimiento se celebró con salvas de cañón y Hernando de Magallanes lloró de alegría, «dando infinitas gracias a Dios que le había dejado hallar lo que tanto deseaba, y que hubiese sido el primero que por aquella parte hubiese hallado el paso tan deseado», como escribió el cronista Herrera.
Entre la niebla de los canales australes y sorteando los islotes Evangelistas, los navíos se internaron en el ansiado mar del Sur, al que Magallanes no tardó en dar el nombre de mar Pacífico por la ausencia de tormentas y las aguas en calma.
Así se descubrió el estrecho de Magallanes hace más de 500 años.