La guerra del gas

La guerra del gas

Rusia es uno de los grandes productores de petróleo y gas en el mundo. Estado integrante de la poderosa OPEP, el consorcio internacional de los mayores productores de petróleo, la economía rusa se beneficia de enormes ganancias cuando los precios aumentan en el mercado internacional.

Desde que se inició la operación militar de invasión de Rusia a Ucrania, el 24 de febrero pasado, la cuestión energética se ha vuelto una vez mas, en una encrucijada fundamental para las relaciones entre las potencias europeas. El suministro energético constituye uno de los factores claves de los intereses nacionales y de seguridad de la mayoría de las naciones europeas.

Y los precios del gas natural aumentan. Los precios del gas natural subieron a principios de marzo pasado en el mercado de referencia europeo en un 61 por ciento hasta alcanzar los 311 dólares para el mes de abril. El precio del MW/h alcanzó el 2 de marzo en el mercado mayorista europeo, los 500 euros (equivalentes a 660 dólares).

Europa compra en Rusia, gas, petróleo y carbón, además de otros minerales esenciales para la industria automotriz, la industria electrónica, entre otros. En la actualidad, Rusia provee un 45% del gas que importa la Unión Europea. Dentro de la Unión Europea hay países más y menos dependientes de las exportaciones de energía desde Rusia. En este sentido, por ejemplo, el 100% del gas de Finlandia o Suecia es de origen ruso, en el caso de Alemania, el 60%. En países como Polonia, Chequia, Eslovaquia o Austria supone más de la mitad del suministro y en Francia, el 20% de su consumo de combustible.

Rusia es el segundo mayor exportador de petróleo del mundo y, por mucho, el primer suministrador de gas de Europa.

El primer campo de la batalla energética entre Rusia y la Unión Europea, fue el proyecto Nord Stream II, un gaseoducto submarino entre Rusia y Alemania a través del Mar Báltico, cuya construcción fue suspendida por Alemania como parte de las sanciones económicas contra el país eslavo por la invasión de Ucrania. Pero Nord Stream II es más que un gaseoducto submarino. En realidad se trata de un proyecto que permite diversificar el suministro de gas ruso hacia Alemania, paralelo a los ya existentes gaseoductos Brotherhood y Soyuz, que atraviesan territorio ucraniano desde Rusia hacia Europa occidental.

Cabe subrayar que Ucrania siempre se opuso a la construcción del gasoducto Nord Stream II, por razones geopolíticas, porque abría la oportunidad a Rusia de asegurarse el mercado europeo de combustible, pudiendo prescindir del gasoducto a través de Ucrania. Ucrania se considera el principal damnificado con la eventual puesta en marcha del gasoducto por el mar Báltico, porque podría dejar de recibir las millonarias regalías que representan los dos gasoductos rusos por su territorio: Soyuz y Brotherhood.

Entre las sanciones económicas aplicadas por EEUU y la Unión Europea contra Rusia, está el bloqueo de las cuentas bancarias del Banco Central ruso. Ahora, como respuesta a estas sanciones, el gobierno de Rusia ha dispuesto que todos los pagos por el suministro de gas a los países de la Unión Europea, deberán hacerse en moneda rublo. En efecto, el portavoz de la Presidencia rusa, Dmitri Peskov, señaló este viernes que el requerimiento de pagar en rublos por el gas natural ruso no significa un cese inmediato de los suministros: «el pago por las entregas que se están llevando a cabo ahora no debe efectuarse hoy mismo», explicando que ese plazo llegará a finales de abril o comienzos de mayo.

El gobierno ruso ordenó la semana pasada aceptar los pagos por el suministro del gas natural ruso a los países «no amistosos» solo en rublos, al considerar que «no tiene sentido suministrar nuestros productos a la UE y a Estados Unidos y cobrar en dólares y euros» ante las numerosas sanciones impuestas por Occidente a Rusia, que afectan a su sistema financiero y sus reservas de divisas.

La guerra del gas no ha terminado.

Manuel Luis Rodríguez U.

Cientista Político – Centro de Análisis de Política y Prospectiva – CPyP Chile.