Ni siquiera fumando espero | Víctor Maldonado R. | Opinión

Son cada vez más los que no están esperando a que concluya el proceso constituyente para tomar posición sobre un texto que todavía no existe.
Las motivaciones para decidirse con anticipación resultan explicables por el realineamiento político que se ha empezado a producir y por la anticipación de un resultado más ajustado del previsto originalmente.
En otras palabras, el incipiente reconocimiento de filas en dos opciones no se explica tanto por lo que pueda ocurrir de aquí al plebiscito, como por lo que empezará a ocurrir desde esa fecha en adelante.
Sea que uno esté a favor o en contra de la nueva Constitución, lo cierto es que muchos coincidirán en que la votación del 4 de septiembre no va a significar, en ningún caso, el fin de la polémica constitucional, sino el inicio de una nueva.
Mirado en perspectiva, ninguna de las dos opciones en el plebiscito tiene la posibilidad de resultar derrotada por completo. Si se aprueba, continuarán los reclamos por las modificaciones y las negociaciones sobre el período de transición; si se rechaza, sigue igual en pie la necesidad de un cambio de una constitución que ya se encuentra suficientemente cuestionada.
Cada uno seguirá discutiendo al día siguiente sobre los efectos de los cambios (si se aprueba) y la imposibilidad de no cambiar lo que se tiene (si se rechaza). El debate continúa sin siquiera detenerse. Nada queda resuelto y fijo.
Como esto va para largo, lo que importa para muchos es saber en qué compañía se quieren quedar en un proceso que será prolongado. Como la centroizquierda no está produciendo un aglutinamiento en torno suyo, lo que está pasando es que se dividirá según se acepte mejor la compañía de la izquierda o la derecha.
Para decidir sobre socios no se necesita conocer los detalles de un texto. Como será imposible estar del todo de acuerdo o en desacuerdo con la propuesta de la Convención, cada persona terminará por definirse según sus preferencias ante una incerteza que el articulado no puede resolver.
Es el pensar en el escenario futuro y en sus múltiples ramificaciones lo que está produciendo el realineamiento. Por eso no se aguarda, especialmente si lo que se ha decidido de antemano es oponerse a lo que se presente, sea que el texto se perfeccione más o esto no se consiga.
De allí que se está abandonando las mínimas buenas formas. No resulta explicable, de buena fe, que no se espere a tener todos los elementos a la mano para definirse. Es la decisión final lo que decide los argumentos, no al revés.
Hace unos pocos meses se veía el plebiscito de salida como un puerto de llegada, pero ahora, por un mayor equilibrio de fuerzas, la incertidumbre en el resultado se proyecta con mayor intensidad.
Quien está ajustando más su aproximación al tema es el gobierno. Ya este fin de semana Gabriel Boric afirmó que “el 5 de septiembre vamos a seguir gobernando pase lo que pase”, algo que resulta bastante distinto del discurso que se tenía al llegar al poder. Entonces, se hacía casi un sinónimo el Apruebo con el apoyo a la gestión y un espaldarazo seguro para quienes están en el poder. Mantener esa interpretación ahora sería un verdadero despropósito.