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Lunes 22 de mayo de 1843: zarpa la goleta Ancud rumbo al estrecho de Magallanes – 1 | Historia Magallanes

Lunes 22 de mayo de 1843: zarpa la goleta Ancud rumbo al estrecho de Magallanes – 1 | Historia Magallanes

A partir del 18 de mayo se aceleraron los preparativos para el zarpe de la Goleta Ancud.

Aún cuando las instrucciones de Domingo Espiñeira a Juan Guillermos eran de zarpar el 20 de mayo, los días viernes 19 y sábado 20, el tiempo y el oleaje impidieron completar la carga de la goleta: anclada a algunas decenas de metros del muelle de Ancud y sobriamente empavesada.

El domingo 21 de mayo, Juan Guillermos muy temprano al despuntar el alba, izó la bandera chilena en el palo trinquete de su Goleta.

Los tripulantes y los futuros colonos esperaban ansiosos en el muelle la orden de zarpar desde la Gobernación, pero el fuerte ventarrón acompañado de lluvias arrachadas del NW. retrasaron una vez más el zarpe. Los tripulantes pernoctaron ese día casi despiertos, observando desde la costa la goleta que se mecía con las olas y el viento. Esa noche del 21 de mayo, algunos marineros de la goleta comentaban entre ellos, que habían escuchado repicar la campana sumergida de Ancud…

Lunes 22 de mayo: el zarpe desde San Carlos de Ancud.

En la mañana del lunes 22 de mayo de 1843, a pesar de que seguía nublado y caía una copiosa lluvia, Juan Guillermos decidió que no podía retrasarse y transmitió a su piloto Mabón las órdenes respectivas de zarpar. Relata Abel Macías el momento del zarpe: “Todos los pobladores llegaron al embarcadero en ese memorable día 22 de mayo de 1843. Abrazos, emoción, muchas lágrimas. Los que se iban como los que quedaban creían que nunca mas se volverían a ver…”

Eran las ocho de la mañana.

Entre el pequeño muelle del puerto de Ancud y los tripulantes de pie en la cubierta de la pequeña nave, entre gritos de “Viva Chile!» o de «¡Viva la goleta Ancud!” y otras manifestaciones de alegría, reinaba un ambiente de emoción y orgullo. Una pequeña banda musical entonaba orgullosamente algunas mcanciones chilotas y marchas. En la iglesia de Ancud el cura párroco hizo repicar sus campanas, lo que daba un ruidoso marco a la bahía de Ancud. Juan Guillermos, de pie en la cubierta de la goleta, miraba y saludaba hacia el muelle que se alejaba y sintió que la emoción subió a sus ojos.

Algunos lugareños, en lágrimas y emocionados, agitaban sus pañuelos blancos y gritaban sus nombres a sus familiares embarcados, deseándoles un feliz viaje, mientras la pequeña goleta iba siendo remolcada por una chalupa, hacia el centro de la bahía.

Unos y otros presentían que estaban asistiendo a un instante histórico en la vida de la República, mientras lentamente la goleta tomaba rumbo hacia el este, y continúa el relato de Macías: “Por falta de viento, lentamente la Ancud empezó a alejarse remolcada por la más grande de sus chalupas. A bordo no llevaba más instrumentos que una minúscula brújula…»
A medida que avanzaba la mañana, continuó el viento el que se fue haciendo cada vez más fuerte.

(Continuará).