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Los primeros trabajos de construcción del Fuerte Bulnes en 1843 y 1844 | Manuel Luis Rodríguez U. | Historia y memoria

Los primeros trabajos de construcción del Fuerte Bulnes en 1843 y 1844 | Manuel Luis Rodríguez U. | Historia y memoria

Pedro Silva asumió la Gobernación de la colonia de Magallanes en 1844.

Al encontrarse Silva que el llamado fuerte, “…no vale absolutamente nada porque es sólo de madera labrada atravesada, sin ninguna seguridad, que me creo positivamente que tirando algún cañonazo con las piezas de a doce se vendría abajo…” se decidió a hacer una nueva construcción más firme y sólida con el personal que tenía a su mando.

Esta faena constructiva la concibe Silva en febrero de 1844 de la siguiente manera: “…así es que pienso echarlo todo abajo y hacerlo con bastante seguridad y localidad porque pienso construirlo de cuarenta varas de frente en cuadro para que dentro de él pueda poner algunos almacenes de pólvora, de víveres y cuartel para la tropa y que quede todo bajo un recinto para que de este modo no se rían los extranjeros como se han reído cuando han visto el fuerte que hay; y para esto estoy ya haciendo cortar las maderas del monte para este trabajo…y verificado que sea necesito se me remita dos quintales a lo menos de clavos gruesos del largo de una cuarta o tercia como también algunos quintales de clavazón de techo, necesito de cuatro a cinco mil tablas de alerce, alguna madera de luma y tablazón de laurel, porque la madera que se encuentra por acá es solo roble que servirá para algunas vigas, y así que se necesitan algunas otras cosas más de útil, se le pide envíe, como igualmente sería muy conveniente en préstamo tener dos carpinteros más, porque se hace este trabajo como considero que se hará, con los dos que tengo no me será suficiente.” (Diario de Guerra del Fuerte Bulnes, 1844-1850).



Estos primeros colonizadores, habían llegado entonces en su goleta y sus lanchas a las costas y los campos vírgenes de Magallanes, los pescadores, los artesanos, los buscadores de oro, los cazadores de lobos y de avestruces y entonces cortaron árboles, hicieron madera, construyeron casas y carretas, fabricaron botes y lanchas, levantaron galpones y cercos, ordeñaron sus animales y domaron caballos, criaron aves de corral y sembraron papas y otras verduras.

Ellos con su trabajo, forjaron los primeros cimientos de la colonia de Magallanes. Es difícil percibir en toda su ruda simplicidad, las condiciones en las que trabajaron aquellos primeros colonos en Magallanes.

Más aún si se considera que, además de su calidad de colonos, eran personal de la Marina, contratado o enganchado expresamente para venir a estas lejanas y desconocidas tierras. En efecto, los primeros habitantes de la Colonia estaban constituidos por tres categorías de individuos bien distintas: la llamada «plana mayor», es decir, los oficiales contratados que ejercían las distintas formas de autoridad, los «destinados» que eran los presos condenados que habían sido enviados a Magallanes, y la «tropa», que era el conjunto de soldados encargados de custodiarlos. La Plana Mayor y la tropa, en los primeros tiempos, venían contratados o enganchados desde Chiloé.

A través de la lacónica y fría correspondencia que los Gobernadores de la Colonia enviaban a sus superiores en la capital de la República o en la provincia de Chiloé, pueden percibirse rasgos del trabajo en los lentos y difíciles decenios desde 1844 en adelante.

Por lo tanto, las faenas y trabajos más frecuentes y cotidianos que se efectuaban en los primeros meses y años de las colonia, consistían en el corte de maderas en los bosques, en alguna actividad de agricultura y pesca en el borde litoral del Estrecho. Relata al respecto Justo de la Rivera: «Todo cuanto se ha sembrado, con excepción de los frijoles ha salido bastante frondoso, pero se nota que crece muy paulatinamente…..y así voy haciendo marchar el establecimiento, permaneciendo todas las personas que están a mis órdenes contentas y trabajando alegremente. Los recursos del país no han tenido este año, por lo menos hasta ahora, importancia alguna, el pescado ha sido mui escaso; el marisco no lo hay en las inmediaciones, de la clase que puede aprovechar, y solo del luche se acopia alguna cosa, quizás no alcanza a un quintal el pescado que he podido hacer secar.»

Y refiriéndose a los viajes de exploración en los alrededores del Fuerte Bulnes, Rivera agrega: «Las correrías que se han hecho, se han verificado por tierra por muy malos caminos y sin haber logrado resultado alguno. Los vientos impiden se hagan sin peligro expediciones en bote o en chalupa…Las minas de carbón no sé aun el lugar donde puedan estar y solo tengo noticias que puede ser en las inmediaciones de Cabo Negro. Con la pesca de lobos en esta parte del Estrecho sucede lo mismo; es de necesidad, Señor, una embarcación para averiguar todo esto.»

Cabe hacer notar que dentro de la Colonia de Fuerte Bulnes y en los primeros años de Punta Arenas, los colonos que eran enviados a ésta zona, eran contratados por la Marina de Guerra o el Ejército, por lo que se trataba de una forma muy particular de relación contractual, en cuanto individuos sometidos a una disciplina castrense.

Así, tan temprano como en febrero de 1844, el jefe de la colonia Pedro Silva le informaba al Intendente General de Armas en Chiloé, sobre el trabajo de sus carpinteros chilotes: «…mientras tanto me vi en la gran precisión de hacer cortar madera del monte para formar una casa lo que verifiqué haciéndola de catorce varas de largo y siete de ancho, toda de madera de tablazón de alerce que no transminase agua dentro de ella, con su puerta correspondiente muy inmediata al fuerte y los días que se demoraron en concluir esta casa fueron ocho días…»

Al tenor de este documento, tenemos allí a un grupo de carpinteros, expertos en labrar madera y construir, e hicieron una casa… en ocho días! trabajando la propia madera del lugar.

Así se iba construyendo la colonia magallánica del Fuerte Bulnes, punto de partida de la ocupación de Chile en la Patagonia austral.