A propósito  de los resultados del SIMCE lectura, “Esos locos bajitos que no quieren ser culto”

A propósito  de los resultados del SIMCE lectura, “Esos locos bajitos que no quieren ser culto”

Dicen los editores que con el correr del tiempo los escritores dedicados a la literatura infantil  quedarán reducidos a una expresión numérica preocupante.  Todo se confabula para el cumplimiento de la sentencia librera. Padres  empecinados en satisfacer necesidades materiales, impuestas por el consumo exagerado,  olvidan que sus hijos necesitan ser tomados en cuenta a través del afecto. Para mí, la mejor expresión de valoración de un hijo, se da en los primeros años, con la fantasía de un libro de cuentos, regalado y luego contado con  cariño.

Uno de los nuestros se atrevió a  entregar un aporte  a la literatura infantil. Nelson Toledo, editor de tantos suplementos del diario “La Prensa Austral” de Punta Arenas. Publicaciones en su mayoría con un toque  serio y adusto, necesarios para vender mensajes en el  frío mundo comercial e institucional. Reconozco que aún no logro aceptar la simetría, del editor Toledo con la maravillosa creación de los cuatro cuadernillos  que ha titulado como, “Etnias. Aborígenes de la Patagonia, píntame”.  Cada uno de los pequeños y amables volúmenes está dedicado a las etnias que poblaron nuestro territorio patagónico: Los Selkman, Los tehuelches, Los Yaganes y Los Kawéskar.

Al revisar detenidamente los relatos, sentí la nostalgia irrepetible de estar leyendo el antiguo “Peneca”; los niños de entonces quedábamos enganchados con las historias seriadas  que leíamos pausadamente, para no llegar tan pronto al inevitable “continuará”.  Las leyendas, descripciones de costumbres y personajes, están dedicadas a un segmento importantísimo, que los  pedagogos reconocen como  “los prelectores”, para quienes es difícil ser escritor, porque la narrativa  debe ser adecuada a un destinatario que no es pasivo.  Clasificados como irremediablemente  moralistas y  preguntones.

Reconozcamos que muchas veces, creyendo educar mejor, los adultos nos transformamos en censores involuntarios de la imaginación infantil.  Muchos editores al referirse a la narrativa infantil la catalogan como un “arte menor”, dedicada  a dar consejos didácticos y moralizadores.  Difícil tarea de escritores como Nelson Toledo, porque el cuento infantil, es para un niño, a veces, el refugio de muchas frustraciones y penas, para las cuales carece de mecanismos de adaptación que le permita racionalizar. Con mis hijos y nietos ensayé y sigo ensayando  la magia del enunciado “érase una vez”, es el encanto del inicio de un cuento, ante el cual queda postergada  hasta la más atractiva máquina digital.

Muy bien elegidas por el autor, “La Leyenda del Calafate”(tehuelche), “Kamshout y el Otoño” (selkman),  “El lobo marino enamorado” (yagán) y “El origen del sol y de la Luna”(kawéskar);   observamos  como  el autor ofrece un espacio imaginario en cada una de las hermosas leyendas, esperando que el relator (padres o maestros) genere un ambiente para que sea el niño que complete e interprete a su manera el relato.  Duele saber que esos pueblos con tanta sabiduría en su comunicación oral, hayan sufrido el calvario  hacia su desaparición colectiva.

Quienes se acerquen a los libros de las Etnias, están libres de abstracción y exigen ver las cosas. Por ello, Nelson Toledo  me confiesa haber sido muy bien asesorado por educadores, ilustradores y diseñadores. Por ende, aquellos locos bajitos, tendrán una relación activa con sus libros; se pueden pintar, aprender vocabulario  y otras actividades.  Entiende el autor  que sus lectores  no tienen como motivación ser cultos.  Los invita a una aventura donde es posible el juego.