“Alcaldes en Chile, entre el populismo y el poder” por Ramón Arriagada Empresario

Las dos corporaciones municipales de educación en la región están en el cuestionamiento ciudadano. No es precisamente por su ntribución al proceso educativo de las nuevas generaciones de magallánicos, si no por ser un mal ejemplo de manejos económicos y administrativos. Cuando, esperamos en fecha cercana, ambas vuelvan a la administración del Estado, nadie expresa aflicción por la medida; habrá un alivio generalizado por haber rescatado la educación de una defensa errática en un sistema que alevemente contribuía con su permanencia a perpetuar una educación de exclusión de las capas más empobrecidas de nuestra sociedad.
Destaco las expresiones del Obispo Bastres, quien sostiene que los balances manejados por las Corporaciones de Educación, son «impresentables» ; como yo lo escribiera en esta columna, denotan el ningún respeto por el dinero, entregado gracias a los impuestos de los ciudadanos. Además hablando del cráter enonómico de la Corporación Municipal de Puerto Natales, argumenté en su oportunidad, en el ámbirto de la empresa privada sus gestores, tendrían que haber declarado la quiebra. El Alcalde y sus colaboradores en la Corporación deberían haber sido sometidos al escarnio público e imposibilitados de administrar las platas de otros.
Claro, que en todo este juicio que está apareciendo con fuerza y cercano a las elecciones, es bueno apuntar también hacia la institución de los concejales. Con razón el día lunes, este diario, en un acertado editorial, pregunta: «¿ Para qué están los concejales?. El titular conlleva un dejo de sátira, pues se entiende, que son autoridades comunales, elegidos a través de un voto universal e informado. No obstante, al ser consultados, sobre medidas alcaldicias, declaran desconocerlas, por haber sido aplicadas de manera inconsulta por el Alcalde y su grupo asesor. Como fiscalizadores caben dos conductas, o fueron violados o bien seducidos. Participaron a la fuerza en el juego, contra su voluntad, o se conformaron con seguir en forma pasiva el libreto escrito por el dictador comunal.
Recuerdo tristemente, cuando a raíz de uno de los tantos aniversarios, celebrados en forma apoteósica por el municipio de Puerto Natales, haberle preguntado a un concejal de la Concertación, el consabido «¿ De dónde pecatas meas?» no de «¿ Dónde mea la petaca?»; su candidez me provocó tristeza, «el Alcalde lo financia con donaciones de empresas». Alguién, que no fue un concejal, hizo el más sencillo de los ejercicios, revisó los pagos del municipio natalino del mes de mayo en «Chile Compra» más conocido el Sistema de Compras Públicas; ¡Oh! decepción, las fiestas las pagábamos todos nosotros, mientras el capo de provincia y su concejo municipal tiraban challas, serpentinas entre humaredas artificiales , coronando llorosas y triunfantes reinas.
Esto de las municipalidades y el quehacer omnipresente de sus Alcaldes, aparece como una nueva tarea en el quehacer de un país, que constitucionalmente quiere dejar atrás instituciones que tientan conductas personalistas y populistas.