¿Se puede confiar en la fortuna de una sola generación? – Ramón Arriagada
La lucha entre el secretismo y la transparencia está modelando a las instituciones del Chile que nos toca vivir. Algo sucedió de improviso pulverizando los escondites. Las cosas que la élite económica siempre hacía, quedaron desprotegidas, al caerse las murallas que las escondían. Incluso, hoy se habla de un emergente empresariado, que ha entendido la realidad de un mercado donde hay que compartir información. Se ha llegado más lejos, opinando que la lucha de poderes en la Sofofa, responde a la necesidad de transitar de una sociedad fabril a una sociedad digital.
Por estos días Jorge Aguad, prominente integrante de muchos directorios de empresa, ha ilustrado la realidad empresarial, “ Hoy una empresa nace y tiene una expectativa de vida de una generación, hace treinta años creabas una empresa y duraba 70. Obviamente que ese sujeto tiene que estar mucho más nervioso, mucho más a la defensiva”. Todo ello porque dentro de poco se va acabar el dinero, no va haber tarjeta de crédito, puro celular. Poco a poco va perdiendo terreno aquella máxima en las relaciones comerciales, que sentenciaba, “nunca confíes en las riquezas de una sola generación”. Ellas, lo dijo Mark Twain, obedecían a un puñado de lágrimas o a un montón de basura.
Las viejas prácticas repetidas de colusión están sobre terrenos minados. Los economistas liberales, comprendieron que para el funcionamiento de las leyes del mercado, se necesitan de organismos que protejan al consumidor del hambre de acumulación de algunos actores empresariales. La apertura de los mercados ha ido a la par de la institucionalidad en Chile; cada vez van tomando más fuerza la fiscalía nacional económica y el tribunal de la libre competencia. Fue un proceso difícil, pero la sociedad chilena, a través de las nuevas formas de justicia, dirigió su dedo acusador para condenar la relación entre política y dinero.
Hay coincidencia entre los cientistas estudiosos de la conducta social, que seguimos siendo muy autoflagelantes y con una baja autoestima. Jorge Aguad ha dicho en la entrevista de la cual hago mención, respecto a la conducta del chileno que él observa “un nivel de autodestrucción muy delicado”; pese a que Chile tiene una calificación de riesgo que le permite obtener los créditos más baratos de su historia; la salud fiscal y monetaria está completa.
Tal vez síntoma evidente de esta nueva transparencia empresarial, sea el comportamiento de Andrónico Lucksic, según algunos analistas, se convenció que la manera de tratar el problema de imagen era contar lo que hace. No vamos a pretender que uno de los personajes más acaudalados de Chile, repita la sentencia del viejo Jerónimo, personaje de una de las más bellas escenas de “Trabajo”, la gran novela de Emilio Zola; dueño de una colosal fortuna, que estando ya paralítico reúne a su familia y les dice repentinamente, “ ¡Hay que devolver!”, porque según el moribundo, “Sólo una injusta organización social, puede haber juntado en mis solas manos tantos bienes”.
Son muchos los empresarios, que han tomado conciencia de la importancia de las reformas políticas, económicas y educacionales en la sociedad chilena. En una estructura social, caracterizada por la incorporación de muchos sectores medios ascendentes, cuyo quehacer en la economía, ha posibilitado que el país crezca a niveles inesperados para la región, es natural, que sean quienes presionen y aspiren a satisfacer necesidades superiores.
Son los mismos empresarios, a quienes les gusta el país avanzando hacia una mayor transparencia. No les gusta el estilo Piñera. Es un mal ejemplo, pues, su fortuna y la de su familia, ha sido producto de la especulación, no de la producción de bienes. Caracterizado por “ ser tacaño absoluto, pero tiene la genialidad de ver lo que otros no ven, porque todo lo ve en términos de productividad absoluta”, concluye uno de sus críticos en el ambiente empresarial.