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Todas las grabaciones del Presidente – Fernando Bahamonde – Opinión

Todas las grabaciones del Presidente – Fernando Bahamonde – Opinión

Para que cayera Nixon, existió una prensa capaz de investigar y que pudo vulnerar la red de protección de los cercanos al presidente.

Fernando Bahamonde

Profesor. Punta Arenas

Richard Nixon gobernó EE. UU desde 1968 a 1974, último año en que tuvo renunciar a la primera magistratura-fue el mismo Nixon que se reunió en Washington con Agustín Edwards luego de la elección de Allende, el mismo que aseveró que haría chillar la economía chilena, entre otras fechorías-. Su renuncia se precipitó por varios hechos, principalmente por la intervención en el Comité Nacional del Partido Demócrata en el célebre hotel Watergate en 1972. Los delincuentes que irrumpieron en el edificio Watergate fueron pagados por el comité de reelección del presidente republicano y articulados desde la misma Casa Blanca.

Nixon fue un animal político jamás dispuesto a morir a pesar de sus sucesivas muertes, resurgió en medio de la crisis desatada 1968; la ofensiva Tet encabezada por las fuerzas de Vietnam del norte que más que un triunfo militar de la super potencia y su complejo militar-industrial fue una derrota comunicacional por las imágenes de cientos de jóvenes soldados norteamericanos muertos y miles de vietnamitas asesinados, torturados y bombardeados. Lo que produjo masivas movilizaciones pacifistas, paralelamente estallaron nuevos episodios de violencia hacia la población afroamericana en diversas ciudades del país. También, en 1968 se produjeron los asesinatos del precandidato presidencial del Partido Demócrata Robert Kennedy y del activista de los derechos civiles y premio Nobel de la Paz Martin Luther King que provocó más violencia. Esto llevó al presidente en ejercicio, el demócrata Lyndon Johnson, a no repostularse por un nuevo periodo. En ese convulsionado 1968 Nixon ganó la elección prometiendo paz.

Para que cayera Nixon, existió una prensa capaz de investigar y que pudo vulnerar la red de protección de los cercanos al presidente, para lo cual diferentes actores se dispusieron con gusto a afilar los cuchillos. Nixon tuvo una dilatada carrera política en la primera línea de fuego del convulsionado escenario norteamericano del siglo XX; senador, vicepresidente y candidato presidencial derrotado por Kennedy en 1960.  En más de 30 años de vida política, generó múltiples enemigos en distintas esferas de la vida política y social, incluso dentro del propio partido republicano. Nixon nunca dio un paso atrás en articular operaciones para aplastar a sus adversarios los que abundaron en los medios de comunicación, agencias estatales y el propio congreso. Una situación de coyuntura como la muerte del eterno director del FBI Edgar Hoover le hizo pensar a Nixon que no tenía límites. Si bien es cierto, Hoover estuvo lejos de ser un paladín de la justicia, siempre puso un férreo control al mundo de la política norteamericana en especial a los presidentes a través de la intimidación y el chantaje lo que produjo a lo menos autocensura de los políticos.  En el camino de la reelección la administración Nixon cayó en paranoia para lo cual movilizó todas sus fuerzas para aislar y penetrar las redes de todos los que fueron considerados enemigos políticos, usaron todo el poder del cual disponían desde servicios de inteligencia y tributarios federales hasta delincuentes comunes para lograr la victoria. Pero una vez lograda la reelección, Watergate pasó de ser caso policial menor al mayor escándalo político de la historia americana. No deja de ser coincidente que lo finalmente selló el destino de Nixon fueron grabaciones de reuniones donde él y sus asesores tomaban medidas para ocultar su participación en Watergate. Una vez que colisionaron todos los poderes del estado, Nixon tuvo que renunciar en agosto de 1974, para poder zafar de la justicia mediante el perdón presidencial que le otorgó su propio vicepresidente Gerald Ford.

En síntesis, para que caiga un presidente este debe acumular enemigos en el mundo político o empresarial que en determinado momento se alineen para blandir la espada. Ese presidente, tal vez, tenga como característica una conducta nixoniana en el ataque constante a los adversarios o ser incontinente en asuntos de negocios recurriendo permanentemente a información privilegiada, lo cual lo hará arriesgar todo como buen jugador sobrepasando los límites impuestos por la institucionalidad porque lo ha hecho siempre desatendiendo su círculo de hierro que lo aconseja, pero estos asesores están preparados para inmolarse por el rey para prolongar el reino. Esa caída, puede estar precedida por una crisis que será ocultada o distorsionada por los medios de comunicación afines, no obstante, el detonante de la pérdida de credibilidad de ese presidente puede producirse porque se hagan públicas grabaciones donde el mandatario en ejercicio queda expuesto a la opinión pública. Por último, sólo añadir que como aconsejó “garganta profunda” el informante oculto del FBI al periodista del Washington Post Robert Woodward “sigan la pista del dinero”. Pero esto no ocurre en Chile, pero sí en EE. UU donde en ocasiones las instituciones funcionan.