Que dé un paso quien no tenga una estrella en la frente – Víctor Maldonado R. – Opinión

Que dé un paso quien no tenga una estrella en la frente –  Víctor Maldonado R. – Opinión

Que dé un paso quien no tenga una estrella en la frente

Víctor Maldonado R.

Francisco Vidal ha señalado: “hoy no veo a nadie que pueda liderar un gobierno de unidad de la oposición”. Alternativamente, puede plantearse esta cuestión de un modo positivo, para no caer en la contemplación de una fatalidad, sino para hacer un llamado a la acción. ¿Qué debemos que hacer para que tengamos un gobierno que surja de la actual oposición?

Vidal identifica el procedimiento que no podemos emplear, esto es recurrir a un liderazgo transversal reconocido. Si esta fuera la única vía disponible, estaríamos perdidos porque la ausencia de una figura indiscutible está, precisamente, fuera de discusión. En la práctica, la construcción de la unidad va a ir en paralelo a la construcción de un liderazgo aceptado por todos. Este reconocimiento tiene sus ventajas y desventajas específicas.

El convencimiento compartido de que no contamos con un sujeto predestinado a la presidencia, elimina una certeza del tipo místico, pero vuelve una tarea política abordable el dotar de legitimidad a una persona con méritos, que la llevemos a conseguir una aceptación amplia.

Si nadie nació “con una estrella en la frente”, como diría Violeta Parra, pongamos a la presidencia al servicio de la ciudadanía, en vez de poner a la ciudadanía a la búsqueda de un liderazgo providencial. Es menos religioso, pero más efectivo.

Lo que hace que existan quienes se demoran tanto en el punto de partida (lamentando no tener a alguien a quien seguir), es porque sienten la nostalgia de un tipo de figura presidencial especificó que los cautiva: la del líder fuerte que se impone por presencia, una figura cuasi intimidante, la del que tiene siempre la última palabra, el que golpea la mesa y acaba con la discusión.

Pero no hay un líder apto para todas las circunstancias, sino personas con mejor capacidad de adaptarse a las necesidades del momento, para conducir como se necesita y no según la receta válida para toda época y lugar.

En su oportunidad, Ricardo Lagos Escobar llenó con especial virtuosismo la imagen de guía patriarcal. Algo muy del gusto de Francisco Vidal (y de muchos, por cierto), pero ahora las circunstancias han variado tanto (en parte por los méritos de los gobiernos de centroizquierda), que hoy ni Lagos es ya Lagos.

Cuando lo intentó, porque en conciencia sentía la responsabilidad de cumplir con un deber, se encontró con que la respuesta colectiva ya no era la de antaño. Ninguno de nosotros busca volver a ningún pasado, sino construir un futuro que no sea repetición de nada. La nostalgia cierra puertas, no las abre.

Hay que saber, desde el principio, que hemos de llegar al final entregándole a Chile una alternativa viable y mejor a la que ofrece la derecha en el poder. Lo que debe buscar es el agrupamiento por proximidad política y programática. Necesitamos la selección de liderazgos renovados para estas agrupaciones parciales. Cumplido este paso, se llega a la primera vuelta con más de un candidato de la oposición. El que gane es apoyado por los otros (los electores son libres de elegir, pero contarán con esta señal política desde el comienzo). Ni siquiera es necesario que toda la oposición se integra el gobierno, sino que todos aseguren la gobernabilidad democrática allí donde decidan estar.