Ni todos juntos ni nadie por su cuenta – Víctor Maldonado R. – Opinión

Ni todos juntos ni nadie por su cuenta – Víctor Maldonado R. – Opinión

Lo que ha ganado en estas elecciones primarias de gobernadores es el reconocimiento de que la diversidad es virtuosa, pero que la unidad es necesaria. De modo que se ha aprendido la lección, la unidad potencia a los que ya cuentan con méritos previos; la división, en cambio, los deja a todos fuera de la competencia. En este reconocimiento básico la centroizquierda se constituye como una opción fuerte.

Los caminos propios terminan en desastre porque Chile es un país multipartidario y nadie, por sí solo, da el ancho que se necesita para construir una mayoría que dé buen gobierno. Esta obviedad ya no se volverá a discutir.

Pero la unidad sin coherencia tampoco es opción. Los que se juegan por unirlo todo, como condición para moverse, terminan paralizados. La unidad es el resultado laboriosamente conseguido, no un dato inicial.

Las diferencias no importan tanto cuando el propósito principal consiste en oponerse a la derecha. Basta con establecer las coincidencias y actuar en conjunto en aquello en que se concuerda. Pero en estas circunstancias lo máximo que se consigue es contener, nunca ganarle al adversario.

Cuando se quiere gobernar la cosa cambia porque se trata de alcanzar entendimientos programáticos que sean las predominantes casi todo el tiempo. El acuerdo se convierte en la regla y las discrepancias en las excepciones. El objetivo es diferir en la minoría de los casos. No toda la oposición se puede sentir llamada a alcanzar esta clase de acuerdos y, en la práctica, no lo está.

La unidad se da por aproximaciones muy trabajadas y en etapas sucesivas en las que los contenidos que se comparten van ganando en profundidad. Por eso la lógica política está llevando a la constitución de bloques diferenciados.

De momento, lo que hemos visto es un cierto nivel de confusión porque, de vez en cuanto, un sector de la oposición acusa al otro de divisionista, cuando lo que quiere decir es que está actuando de un modo distinto al propio, evaluando diferente la coyuntura y sacando conclusiones por su cuenta.

Tal punto de vista se podría entender si existiera un sector político tan predominante que pudiera señalar a cada paso el camino “correcto”. No es así. De manera que “no coincide conmigo” no es lo mismo que “es un divisionista”.

El caso es que, a estas alturas, una vez realizadas las primarias no queda dentro de las opciones realistas el bajarse en favor de otros. Lo que ha consagrado la ciudadanía no hay nadie que los pueda separar. Nadie lo va a intentar siquiera. Para muchos actores el proceso que se ha iniciado en estos días no es más que la puerta de entrada a una seguidilla de eventos que se prolongan largamente en el tiempo. Nadie se detiene en el punto de partida.

Además, los bloques se han perfilado con mucha nitidez. Con el triunfo de Karina Oliva, de Comunes, el FA se aloja cómodamente en la izquierda, al menos esta tendencia se ha vuelto mayoritaria. Con los resultados a favor del PDC ocurre lo mismo en la centroizquierda. Cuando un socio supera largamente el tercio del conjunto, la convivencia puede tener altibajos, pero se vuelve imprescindible. De aquí al final de este gobierno esta dinámica no puede ser alterada.