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El Chile que aun no se escribe – Juan Pablo Draguisevic – Opinión

El Chile que aun no se escribe – Juan Pablo Draguisevic – Opinión

El sábado recién pasado, cerca de quinientas personas dirigían sus ojos a sus teléfonos celulares mientras un medio de comunicación regional transmitía en vivo desde una álgida pero pacífica protesta de los vecinos del sector sur de la ciudad (Pueblos Unidos). ¿El problema? Llamémosle, “malos vecinos”.

Pero ¿quiénes eran estas personas que provocaron tal nivel de indignación y movilizaron a varias familias que, cansadas de ser ignoradas, decidieron romper el miedo y llamar fuertemente la atención de las autoridades? En realidad, las identidades de estos “malos vecinos” poco importan, ya que son un prototipo, los hijos ilustres del sistema, aquellos cuyo individualismo y cerebros saturados de dopamina no conocen otra forma de sentirse vivos, el producto final de 50 años de capitalismo gringo aplicado por la fuerza a Latinoamérica, son la suma de la desigualdad, la ignorancia y la desesperanza. 

La cadena de sucesos que desencadenó una ola de soluciones, parte el martes 22 de diciembre del recién terminado año, cuando, incumpliendo el contrato firmado, una de las propietarias de uno de los departamentos del condominio social, decide, sin comentarle a sus vecinos y saltándose los protocolos que la propia comunidad había acordado, arrendar su inmueble, sin saber, que pronto se convertiría en el ejemplo de lo que no hay que hacer y de las sanciones que esta gente inescrupulosa que se aprovecha del precario sistema para obtener viviendas sociales y lucrar con estas, tendrá. Cuestión que va en directo perjuicio de miles de familias que, atrapados en los descomunales arriendos, no tendrán jamás la oportunidad de ahorro para soñar con la vivienda propia, si no fuese por estos programas que muchas personas mal ocupan.

Los “malos vecinos” se hicieron notar desde el día de su llegada, fiestas hasta las 7 am, tráfico de drogas sintéticas, amenazas, gritos, menores en estado de ebriedad, autos con roncadores a las 3 am y por supuesto, incumplimiento total de las normas sanitarias cuando la ciudad lucha por no volver al confinamiento.

Tres, cinco y hasta diez veces la comunidad llamó a la fuerza pública, pero estos no llegaban, allá no viven los sectores acaudalados, el clasismo intrínseco de nuestras policías creen que “esa gente” está acostumbrada, que no necesitan seguridad, que no valen la pena. Y cuando por cansancio aparecen, el trato es despectivo e injusto. Dejando en la comunidad, una sensación de impotencia y discriminación.

Pero se toparon con el Chile que aún no se escribe, ese que tiene rostro de mujer, de mamá, ese que entendió que construir comunidad es la única forma de salir adelante, ese que se cansó de gastar sus propios recursos, tiempo y esfuerzos en intentar integrarse a la ciudad y nos exigen que la ciudad los integre a ellos, porque no quieren y no merecen marcar el futuro de sus hijas e hijos por culpa de malas políticas de integración territorial, creada por gente que cree con un subsidio basta para acallarlos.

No señores, el Chile que aún no se escribe nos emplazó a todas y todos, la dignidad es una condición inherente al ser humano y es deber de la política hacerla carne a diario en cada rincón de nuestro país.

Las siete valientes mujeres que se enfrentaron a la descomposición social, y lograron reunir un variopinto de autoridades civiles y policiales, hoy, tendrán soluciones, planificadas al corto, mediano y largo plazo, con acciones concretas y compromisos aterrizados. Espero que esta rebelión nos deje como lección la importancia de no descuidar los territorios, quienes estamos en política sabemos que los vacíos de poder siempre se llenan, y cuando el Estado se ausenta, no pasará mucho tiempo para que el narco aparezca. Lleguemos antes de la barricada, antes del sufrimiento, antes de que las niñas y niños pierdan la esperanza, lleguemos antes nos pide Carolina, sus siete y este Chile que aún no se escribe.

Juan Pablo Draguicevic Vega
Concejal de Punta Arenas.