La fuerza vital de los escaños reservados – Javier Solis – Opinión

La participación de representantes de los pueblos originarios en la Asamblea Constituyente no es un asunto menor, responde a un profundo objetivo político y no debe ser menospreciado por nadie. Es una pena que no se le esté dando la cobertura mediática que se merece. Pareciera que los huincas con nuestros galones y profundos estudios constitucionales son los que habremos de predominar en la redacción de la carta fundamental. Eso sería un error.
Las entrevistas que todos los candidatos difunden por los diversos medios, junto con ser muy similares unas con otras, apostando a la creatividad para provocar alguna diferenciación, no dejan de ser más que compendios de ideas, frases muy bien hilvanadas y la aplicación práctica de la manera en que deberá redactarse. Todo muy bien desde el punto de vista de la formalidad y de la concepción tradicional que hemos aprendido desde la infancia.
Sin embargo, hay un concepto más profundo y sincero que no se ha sopesado adecuadamente y que es el alma que tiene que tener el legado que construiremos y nace de la cosmovisión y esencia que estos representantes aportarán a la Asamblea y que no puede ser considerada como una bancada especial y desacorde de los criterios positivistas y mercantilistas que podrían intentar posicionarse a ultranza. No van a estar en la Asamblea solo para cumplir un pacto y ser cuestionados por la calidad y profundidad de sus intervenciones. Serán sujetos de derecho que, sin duda, remecerán la forma de ver el entorno, de apreciar su belleza y utilidad y de proyectar su sustentabilidad para los próximos decenios.
No estamos acostumbrados a hablar de la “Pacha-mama”, de “sumak kawsay”, de cosmología, de oír expresiones en mapudungun y de apreciar las vestimentas con las cuales, sin lugar a dudas, se integrarán a las reuniones. Estamos tan alejados de la cultura de nuestros pueblos originarios que, algunos lo verán con gracia, otros con estupor y otros cuantos como un agravio. Será un golpe a la conciencia para lo cual muy pocos se han preparado y esperemos que los medios los traten con el respeto que se merecen. Se pondrá a prueba el concepto de igualdad del que tanto se habla.
Desde los escaños reservados brotará sabiduría que va más allá de la letra que tiene la frialdad de la norma; surgirá con una fragancia que emana del conocimiento generacional de quien ocupó con anterioridad el territorio y que al apreciar cada elemento de la naturaleza puede interpretar, como sus ancestros, las fluctuaciones del ciclo vital. Por algo han subsistido por milenios y lo seguirán haciendo.
Nuestra cultura de la improvisación e inmediatez se verá armonizada con el honor de tenerlos en la misma mesa, de reconocer la dignidad que implica oír su voz, su mensaje y su relato. Da lo mismo que sean del norte, centro, sur o de nuestros canales patagónicos, ninguno va con intereses susceptibles de ser comprados por los poderes fácticos y tampoco constituirán un peligro para ellos. A pesar del recelo que pueda producir en algunos el querer vincularles a un Chile violento del que se quieren separar, seremos muchos los que estaremos allí, a su lado, compartiendo y creciendo, con una visión nueva de un Chile posible, en el que esperamos transitar con sueños e incertidumbres, pero con seguridad como lo hacíamos cuando nuestras propias madres nos enseñaban las leyes de la vida. El extremo consumismo nos ha puesto en una posición débil, sin raíces que se aferren a la tierra y con ello no tenemos firmeza en las ramas para abrazar al mundo actual. Mucho nos queda por aprender.
