Peor que tener partidos, es no tenerlos – Víctor Maldonado – Opinión
- ¿Qué sucede con la mayoría de los partidos políticos que parecen haber pasado del desprestigio al castigo electoral? Pues, sencillamente, que han transitado por un largo proceso de debilitamiento, llegando a un punto peligroso de fragilidad. Lo que asombra no es su actual condición, sino el que no hayan encontrado antes la forma de poner remedio a sus grandes problemas.
- Las organizaciones partidarias conservan sus banderas, emblemas y ritos distintivos. Sin embargo, no se parecen en nada a lo que llegaron a representar en su esplendor. Este deterioro se expresa en el deficiente reclutamiento de militantes y dirigentes, en su segregación social y en haber dejado de ser escuelas de formación cívica. Se conserva más el envoltorio que la sustancia.
- Son organizaciones que cumplen cada vez peor sus responsabilidades y que han ido mermando sus diferencias con otras entidades dedicadas a intereses específicos o a la defender de causas nobles.
- Esto no sería tan malo, salvo por la desazón que nos causa a quienes hemos vivido militando, si el país contara con un reemplazo a estas vilipendiadas instituciones. El caso es que eso aún no ocurre. Los partidos no tienen reemplazo, aunque merecen ser cambiados si no se reforman. Existen movimientos emergentes, pero no sustitución.
- El contrapunto entre lo innovador y lo tradicional es casi perfecto. La figura típica en un partido es el militante profesional, en los grupos emergentes es el profesional militante de causas. En los partidos los líderes se validan dentro de la organización ejerciendo cargos en su estructura; en los grupos emergentes se validan fuera, por cercanía con otros ciudadanos, por compromiso probado.
- La vía usual de legitimación en los partidos es por cercanía a instituciones del Estado, incluyendo a los municipios; mientras que los movimientos parten del convencimiento de pertenecer al común de la ciudadanía, a “la gente de verdad”. La organización partidaria es piramidal y está sometida a códigos validados de comportamiento; los grupos emergentes han establecido un vínculo de colaboración en red que se activa por el interés de participar en eventos.
- La falla crucial de las organizaciones partidarias se encuentra en la selección de líderes, pero aún no ha aparecido un actor político equivalente porque no lo son las asociaciones de individualidades bajo etiquetas que les permiten ganar elecciones, pero que no consiguen consistencia, sentido de acción colectiva ni perdurabilidad. Los partidos se componen de personas que se conocen demasiado por demasiado tiempo, pero los grupos emergentes se componen de personas que se comunican a distancia, conociéndose poco o nada.
- No es verdad que tengamos partidos a plenitud, menos si están a cargos de los burócratas del poder y muestran pocos líderes. No es verdad que tengamos reemplazo de las tiendas políticas ni que los coordinadores sepan conducir. Los movimientos emulan el funcionamiento de los partidos y hasta los superan en efectividad. Pero lo propio de la política requiere de hacerse cargo de las decisiones de alcance nacional, en ambientes de incertidumbre, aportando un rumbo colectivo sostenido que entregue gobernabilidad. Eso aún no lo tenemos.
Víctor Maldonado R.