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Presidente Gabriel Boric llama a una mirada de unidad como país para recordar y comprender el 18 de octubre

Presidente Gabriel Boric llama a una mirada de unidad como país para recordar y comprender el 18 de octubre

La siguiente fue la Declaración de S.E. el Presidente de la República, Gabriel Boric Font, al referirse al tercer aniversario del Estallido Social, esta mañana de martes 18 de octubre de 2022:

«Muy buenos días:
Muchísimas gracias por estar aquí con nosotros y, a través de los
medios de comunicación, permitirnos entrar en los hogares de los
chilenos y chilenas.
Hace tres años miles de personas se manifestaron expresando un
malestar acumulado por largo tiempo, que clamaba por mayor justicia,
igualdad y el fin de los abusos. Se manifestaron para que ni el tamaño
de la billetera ni el lugar de nacimiento fueran condición para acceder a
una vida segura, a una salud digna, a una educación de calidad y por la
necesidad de contar con pensiones que garanticen jubilaciones dignas
tras una vida de esfuerzo.
Sin embargo, durante estos últimos tres años, los distintos sectores
políticos hemos asumido una interpretación de los eventos posteriores
a octubre del 2019, que pareciera no hacer más que reafirmar nuestras
creencias y convicciones previas.
El 18 de octubre debiera desafiarnos a todos y todas y, en cambio, lo
hemos usado como una razón para reafirmar lo que ya pensábamos
desde antes. A tres años el Estallido Social ya es tiempo de que
salgamos de nuestra zona de confort para interpretar lo que ahí pasó,
las lecciones que debemos sacar de este proceso y actuar.
El Estallido no fue una revolución anticapitalista y tampoco, como han
querido instalar en los últimos días, fue una pura ola de delincuencia.
Fue una expresión de dolores y fracturas de nuestra sociedad que la
política, de la cual somos parte, no ha sabido interpretar ni dar
respuestas.
Cuando leemos el Estallido sólo para reafirmar nuestras concepciones
estamos eludiendo su mensaje y enseñanza. Como Presidente de Chile
no voy a cometer ese error y estamos trabajando desde nuestro
Gobierno y las fuerzas políticas que nos apoyan para no caer en lo
mismo. Una ruptura de esta magnitud debe desafiar nuestros puntos de
vista y empujarnos a mirar lo que no queremos ver.
El Estallido Social expresó y trajo consigo mucho dolor y ha dejado
enormes secuelas. No vamos a permitir que sea en vano, no podemos
ser los mismos como sociedad después de esta experiencia, no
podemos cometer los mismos errores ni quedarnos arrinconados en
nuestras cómodas veredas.

Quiero invitar a todos a hacer lo mismo, a la Oposición, a la ciudadanía,
también al mundo empresarial. El mundo nos observa y ahí donde
nosotros vemos la enorme magnitud de la tarea que tenemos por
delante, desde otros países observan la oportunidad que hemos
producido entre todos los chilenos y chilenas al transformar este
tremendo quiebre en un proceso de cambios institucionales y
democráticos. Eso es el proceso constitucional, esas son las reformas
que tenemos en carpeta.
Insisto, una vez más, en Chile los problemas de la sociedad los
enfrentamos con más democracia y no con menos. Y este tiene que ser
un aprendizaje que entre todos hagamos para que nuestras diferencias
se resuelvan sin que nunca más lleguemos a la fractura que explotó un
día como hoy hace tres años. Y eso es lo que haré y es el mandato que
entiendo tengo como Presidente de Chile.
En esos días del Estallido se dijeron y se hicieron muchas cosas
excesivas. Nos agredimos unos a otros y creo que somos muchos los
que sentimos que en ese periodo las cosas llegaron a un extremo que
no debieran haber llegado. Sin embargo, no basta con constatarlo ni
apuntar al del frente, sino preguntarnos por qué nos pudo pasar esto,
por qué hubo tanto destrozo, por qué tanto enojo, por qué tanto
desborde.
Se escuchan a veces opiniones que se limitan a explicar el 18 de
octubre como si fuera una pura explosión de violencia, como si esa
violencia hubiese brotado sólo de la delincuencia o de la falta de control
policial. Sin embargo, quienes promueven en estos días esa mirada se
les olvida que hubo un día, el 25 de octubre, en el que más de 1 millón
de personas salió a las calles en Santiago y miles en el resto del país.
Y hubo un periodo largo, que no fue una o dos semanas, sino de meses
y meses en que más del 70% de la población apoyó el Estallido Social
y se sintió interpretado por este. No pretendamos negar la historia.
¿Cómo pudo pasar aquello, por qué y qué es lo que hemos hecho como
sociedad y hoy día nosotros como Gobierno para remediarlo? En los
carteles que portaban la gran mayoría de manifestantes pacíficos y en
sus respuestas a las encuestas de la época se encuentran ideas que se
repiten una y otra vez: dignidad, salud, pensiones, educación, salud
mental, cuidado de la infancia, paz, el derecho de vivir en paz.
Una de las razones por las que llegamos a este punto fue por la
incapacidad que tuvimos en el mundo político de durante mucho tiempo
acordar soluciones para estos problemas. Pasaron años y años, hubo
muchas advertencias del malestar ciudadano y esos acuerdos no se
produjeron. Y la verdad es que desde entonces hasta ahora hemos
avanzado poco en cambiar las cosas en este plano.
Ha habido esfuerzos durante todos estos años, sin lugar a dudas, no
pretendo negarlo, pero todavía no concretamos las reformas que
resuelvan la debilidad de los derechos sociales de los chilenos y
chilenas, y así nos los dice la gente permanentemente en la calle.
Al contrario, la pandemia y la crisis mundial causada por la guerra en
Ucrania han aumentado la fragilidad y las necesidades. El mandato de
nuestro Gobierno, entonces, es poner fin a este largo periodo de sequía
en que las reformas no se concretan por falta transversal de acuerdo en
el mundo político y, además, de hacernos cargo de las urgencias del
momento.
De eso se trata nuestra reforma tributaria, de financiar derechos
sociales; de eso se trata nuestra reforma provisional, de asegurar
pensiones dignas que son urgentes; de eso se trata la reforma a la salud
para que ésta sea oportuna, digna y sin listas de espera eternas.
Por eso aumentamos, en conjunto con el empresariado, los
trabajadores y las Pymes el sueldo mínimo y por eso estamos
impulsando la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales.
De eso y no está de más recordarlo se trata, también, el proceso
constitucional.
Pero nuestro mandato sabemos no es sólo empujar estas reformas, sino
también lograr que se aprueben y para ello hay que construir puentes y
dialogar y en los últimos días pareciera que nos hemos alejado de
aquello.
Quiero que sepan que está en la voluntad de nuestro Gobierno construir
esos puentes y no dinamitarlos, con sectores políticos que no piensan
igual que nosotros y también con la sociedad. Se equivocan quienes
piensan que el compromiso con las reformas se juega solamente en no
ceder y en no dialogar con quien piensa distinto. El compromiso y la
responsabilidad se juega en concretarlas para mejorarle la calidad de
vida a nuestros compatriotas y para hacerlo hay que actuar sobre la
realidad que tenemos y no sobre la que desearíamos tener, con un
Congreso con dispersión de fuerzas políticas y en donde hoy día
necesitamos más diálogo que nunca para sacarlas adelante. Así se
cambia la realidad, no sólo quejándose de ella, sino que actuando sobre
ella.
Sabemos que Chile nos pide reformas, pero no le está dando un cheque
en blanco a quienes las estamos impulsando. Y las reformas que pide
no siempre coinciden con las que promovemos los reformistas. El primer
proceso constitucional fue, de hecho, una prueba de ello y el resultado
del plebiscito así lo ha dejado claro. Como Gobierno estamos trabajando
para recoger este mensaje y actuar en consistencia porque
reconocemos que nuestra lectura de los cambios sociales que el país
necesita estuvo muchas veces nublada por nuestras ideas
preconcebidas.
Hoy vemos que las personas que tienen exigencias materiales, del día
a día, están, muchas veces, alejadas de las recetas políticas de unos y
de otros. Quieren derechos sociales garantizados, pero también quieren
defender su autonomía y su posibilidad de elección. Quieren un Estado
que proteja, pero no que ahogue. Quieren igualdad y reivindican, a su
vez, su libertad. El desafío, entonces, es político y nos plantea un
desafío tremendo. Yo creo que esto es el mandato más elocuente del
Estallido Social, salir, justamente, de estas trincheras.
Ahora, también, y no podemos olvidar que el Estallido Social fue
también un momento doloroso desde el punto de vista de los derechos
humanos. Personas que estaban ejerciendo un derecho legítimo en
democracia sufrieron lesiones y abusos ante los cuales no podemos ser
indiferentes. Como Estado debemos asumir que el control policial de
esos meses sobrepasó los límites de lo aceptable, hubo muertos, hubo
abusos sexuales, hubo mutilaciones oculares y eso no puede quedar
impune, y no se puede volver repetir.
Es indispensable que en democracia los abusos policiales se
investiguen y se sancionen: no sólo es un acto de justicia a las víctimas,
sino también es un acto de justicia con la institución policial, cuya labor
no debe ser confundida con actuaciones que fueron gravísimas y
condenables, porque no son representativas de la labor diaria que más
de 60.000 carabineros realizan día a día a lo largo y ancho de nuestro
país. Por eso, cuando pedimos sanciones contra los abusos policiales
no dejamos, ni por un segundo, de valorar el trabajo que las policías
hacen todos los días para proteger a la población y frenar la
delincuencia.
El Estallido Social fue un campo fértil para la expansión de conductas
violentas destructivas, que también han dejado víctimas y secuelas, y
desde todas las posiciones políticas tenemos que decirlo con claridad.
Esa violencia se volvió contra las propias causas del Estallido al producir
una creciente ola de rechazo en la sociedad, cansada de ver cómo el
vandalismo destruye los barrios, el comercio y el patrimonio, abriéndole
paso a acciones que son delictuales. Este tipo de violencia no es
inocente. Causa daño. Alienta el odio, genera inseguridad y termina
fomentando regresiones políticas antidemocráticas que no queremos
para Chile.
Desde la Izquierda debemos ser más categóricos que nadie en poner
un dique a esas conductas, en enfrentarlas sin complejos, denunciarlas
y castigarlas. La protesta social no puede ser sinónimo de violencia, no
puede cobijarla ni justificarla, porque va en contra de sus principios y
sus propósitos, y en contra de su vocación de mayoría para cambiar la
realidad. No podemos construir un país más justo quemando los buses
en que se transportan los ciudadanos y ciudadanas o dejando a
personas sin semáforos para cruzar la calle o a los emprendedores y
trabajadores sin su fuente de ingreso. Simplemente no es aceptable,
como tampoco lo es ir a atacar a policías, que son, a fin de cuentas,
funcionarios del Estado que están cumpliendo un servicio que les
encomienda el sistema democrático. Para ser claro, las violaciones a
los derechos humanos, como daños oculares, agresiones sexuales,
lesiones graves, hasta muertes, no son aceptables y, a la vez,
Carabineros cuenta con todo nuestro respaldo para combatir la
delincuencia y asegurar el control del orden público en el marco del
estado de derecho. No hay una dicotomía entre ambas posiciones y lo
vamos a defender.
Chilenos y chilenas:
Tenemos hoy, a tres años del 18 de octubre del 2019, una nueva
oportunidad para construir las bases de una sociedad justa, menos
desigual, digna y no la podemos desaprovechar. En este esfuerzo,
desde nuestras diversas posiciones que constituyen nuestro amplio
arco político, debemos estar todo y todas, especialmente sabiendo las
dificultades que genera el actual estado de incertidumbre en nuestra
sociedad que ya ha sido duramente afectada par la pandemia y la crisis
económica mundial. El pueblo de Chile no nos quiere ver peleando no
quiere ver solucionando.
La política debe estar a la altura de las demandas y de los sueños de
todo el país. No olvidemos que las grandes mayorías esperan que nos
pongamos de acuerdo para solucionarles sus problemas cotidianos
urgentes, el alzan en el costo de la vida, la delincuencia, la falta de la
vivienda, la oportunidad de la salud. Este es el momento de actuar.
Quiero que sepan, compatriotas, que en este camino van a contar con
todo el apoyo y respaldo de nuestro Gobierno y de mí, en particular,
como Presidente de la República.
Nuestro compromiso es trabajar con urgencia y es por ello que he
instruido a nuestro Gobierno para que se despliegue en terreno en todo
el país para solucionar las necesidades más sentidas de todos nuestros
habitantes, tal como lo hicimos la semana pasada conmigo en
Antofagasta y con el resto de nuestros Ministros en cada una de las
regiones de nuestra Patria haciendo lo que hay que hacer, lo que
debemos hacer: gobernar, tomando decisiones, escuchando y
haciéndonos cargo de las urgencias, mejorando de manera palpable,
¡ya!, la vida de nuestros habitantes.
No tenemos ni un minuto que perder. Los diagnósticos están.
Pongamos toda nuestra voluntad para avanzar.
Muchísimas gracias.»
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