La fabricación del miedo | Opinión

La fabricación del miedo | Opinión

En nuestras sociedades postmodernas, el miedo, la inseguridad, no son sentimientos espontáneos.

El miedo y la inseguridad son el resultado de un esfuerzo colectivo y coordinado, destinado a mantener la dominación y el sometimiento.
Para construir el miedo, primero hay que fabricar un enemigo y un peligro, una amenaza. En la Edad Media en la Europa católica, el enemigo era el judío o la mujer como hechicera; después, en los años 30 del siglo pasado, el enemigo era el comunista o el izquierdista. Para los medios de prensa occidentales, ahora el enemigo es el ruso, el islámico, el chino. No deja de ser paradójico que en China, durante muchos siglos, desde los tiempos de Marco Polo, el enemigo era el extranjero.
Pero, además, en esta época incierta y desordenada, el enemigo es el otro, el extranjero, el delincuente, el terrorista. Siempre es el otro. Y estos enemigos poderosos e invisibles hay que temerles.
Para construir el miedo, además se necesita una opinión pública que pueda ser manejada por algunos poderosos medios de comunicación sometidos al control y la concentración de la propiedad de grandes consorcios y corporaciones.
Finalmente, para construir el miedo, los “grandes” medios de comunicación necesitan insistir y repetir diariamente que la delincuencia, o el narcotráfico, o los inmigrantes o el terrorismo están a punto de dominar todas las ciudades, todas las vidas de las personas y las familias.
Todos conocemos un país donde el robo de madera de los bosques del sur era utilizado como argumento de la inseguridad y del miedo. Bastó que policías y fiscales comiencen a capturar a los ladrones de madera y llevados a tribunales, y el robo de madera desapareció de la TV y de las noticias.
Así funciona entonces la máquina de fabricación del temor, sobre todo en aquellos países donde se perdió el hábito de lectura, donde el lector se queda con el titular y donde no se enseña a leer la prensa con ojo crítico.
Mañanas completas de lunes a sábado, en que la delincuencia ocupa la parrilla informativa de todos los grandes canales de televisión. Asaltos, robos y violencia delictiva todos los días, en todos los noticieros, titulares y crónicas, reportajes de larga duración dominan el espacio público. El mismo asalto a una oficina bancaria, el mismo robo en las calles de la ciudad, el mismo delito puntual ocurrido anoche o esta mañana en un barrio de la gran capital, es repetido incesantemente.
¿El resultado? Los teleespectadores, golpeados e impresionados ante la noticia espectacular, pueden quedar convencidos que hay asaltos y robos en toda la ciudad, en cualquier momento, en cualquier lugar.
Los fines de semana, además, ciertas encuestas de dudosa metodología, repiten cada sábado, cada domingo, cada lunes, que la delincuencia es el problema más grave y que más preocupa a todas las personas encuestadas. No importa que sean solo 700 encuestados en un país de 14 millones de personas, pero esa encuesta no representativa es repetida una y otra vez por diarios y canales de televisión, como si fuera la sabiduría bíblica. No importa que la encuesta haya sido fabricada con preguntas a los mismos 700 teléfonos celulares, en un país donde funcionan 24 millones de teléfonos celulares. Esas encuestas son utilizadas y repetidas como verdad absoluta.
Para el ciudadano, para el telespectador, si los canales de TV repiten y las encuestas repiten y los titulares de la prensa escrita repiten día tras día, que la delincuencia nos tiene invadidos, entonces quiere decir que es verdad.
Pero, además, si los medios de prensa repiten que los delincuentes y los narcotraficantes son extranjeros, entonces los migrantes se vuelven un peligro que hay que expulsar del cuerpo social. Si las empresas que venden dispositivos de seguridad para el hogar, anuncian publicidad en esos mismos canales de TV, la maquinaria de fabricación del miedo está funcionando perfectamente: las noticias de la TV dicen que estamos invadidos de delincuentes, las encuestas repetidas y las noticias de la TV auspiciadas por empresas y marcas sobre seguridad en su hogar, repiten lo mismo.
No importa que la realidad diga otra cosa. Que los extranjeros involucrados en delitos de alta connotación social son una ínfima minoría en la totalidad de los autores de delitos o en el número total de los detenidos en las cárceles, no es relevante y no es noticia ni titular principal.

Un efecto perverso de esta fabricación sistemática de la inseguridad, es que para derrotar a esta delincuencia que está “descontrolada”, se necesitan siempre más policías, más cámaras de seguridad en las calles, más control policial sobre la ciudad.
La delincuencia es un negocio redondo.
Porque funciona alimentada en nuestras conciencias y en nuestros subconscientes por una fábrica del miedo.

Manuel Luis Rodríguez U.