Los ministros tienen la confianza del Presidente, no de la oposición | Víctor Maldonado R. | Opinión

Los ministros tienen la confianza del Presidente, no de la oposición | Víctor Maldonado R. | Opinión

Uno puede dar por seguro que va por mal camino cuando sus adversarios solo necesitan guardar silencio y quedarse quietos para salir beneficiados.

Mientras las declaraciones sobre el “caso convenios” sobreabundan en el oficialismo, Republicanos guarda un explicable silencio porque pareciera haber un plan de autodestrucción en marcha que hace innecesario mover un dedo.

El gobierno debe concentrarse en investigar, tomar medidas oportunas y preparar rectificaciones administrativas que eviten repetir errores. Lo que no puede hacer, en pleno tratamiento de la crisis, es cambiar ministros porque la oposición los cuestiona.

Si Boric sacara a colaboradores inmediatos ahora, lo que haría es asumir las faltas a la probidad como responsabilidad de gobierno. Después de eso, no importa quienes sean nombrados en reemplazo porque el Presidente habría sido alcanzado de lleno y su prestigio no tendría recuperación.

Los ministros que se mencionan serían reemplazados no por su responsabilidad directa, sino por motivaciones estrictamente políticas. Jackson por su liderazgo en RD y Montes por encabezar el Ministerio, durante el tratamiento de la crisis, lo que únicamente puede significar un retraso en las acciones en curso.

A la oposición se le reconoce su capacidad de hacer fracasar las reformas si decide torpedearlas, pero lo que no puede hacer ni debe permitírsele es decidir cuando un miembro del gabinete ha de salir.

Si el líder de un partido abandona el gabinete por serlo, ¿en qué sentido esa colectividad puede ser entendida como parte vital del gobierno? Si se saca al ministro con mayor experiencia porque en su cartera aparece un grave problema, ¿qué otro podría asegurar que contaría con el respaldo de la oposición?

Cediendo nada se gana y, en cambio, lo que se consigue es romper puentes con las coaliciones oficialistas, hipotecando la capacidad de evaluar autónomamente el escenario. Claudicar es algo que se hace una vez y no tiene retorno.

Esta compleja coyuntura es una oportunidad para asumir una responsabilidad política trascendente. Una parte de la oposición, la menos talentosa, está intentando que una irregularidad específica detectada en Antofagasta se convierta en una difusa sospecha sobre el conjunto de la gestión de Boric.

Este es un juego sumamente peligroso. Cuando el desprestigio de la política se expande es quimérico esperar que se detenga en un solo sector y tenderá a contaminar el conjunto. La pérdida de confianza en la democracia puede provocar variadas reacciones colectivas, que no se sabe quién podría contener.

El gobierno debe lograr que transitemos de un clima de sospechas a definir un grupo de problemas delimitados y, de allí, a implementar soluciones prácticas.

Los sectores más responsables de la derecha no pueden sobrevalorarse en sus capacidades. La oposición ha demostrado que se puede organizar bien para ganar elecciones, pero nada avala que se convenzan ahora, después de haber fracasado, que serán capaces de capear un descontento social fuera de cauce.

Es cosa de recordar. Es difícil que alguien le pueda competir a Piñera en autoestima y le fue como le fue en el estallido. No se pasen de astutos.