Lamentable cobertura en vivo | José Luis Córdova | Hablemos de la Tele

Lamentable cobertura en vivo
José Luis Córdova
Es cierto que los canales de televisión se esmeraron para este 11 de septiembre en programar documentales, series y cortometrajes relativos a los fatídicos acontecimientos de hace 50 años, incluso repitiendo producciones de conmemoraciones anteriores (a los 30, 40 años del golpe civil militar) pero la gran deuda es la transmisión de actividades en vivo, primero por vergonzosas e inexplicables omisiones (caso del homenaje a la cadena radial La Voz de la Patria”, el acto por el asesinato del periodista José Carrasco, la ceremonia ante el Estadio Nacional, en la playa La Ballena, la ronda en torno a la mujeres con mujeres de negro y otros en sitios de memoria)
Mientras unos fueron deliberadamente olvidados, otros merecieron apenas unos minutos en breves notas, pero, lo más repudiable, es la cobertura de la tradicional romería al Memorial de los Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos en el cementerio general de Santiago. Experimentados periodistas-conductores y animadores de los espacios televisivos conocen al dedillo los términos de este rito anual con su carga emotiva, la actitud de las fuerzas del orden y el comportamiento irracional de vándalos y saqueadores que tanto Carabineros como veteranos reporteros conocen perfectamente.
Habitualmente la marcha se inicia sin problemas con personeros políticos, parlamentarios, dirigentes sociales y personalidades que conducen el lienzo principal exigiendo justicia, verdad, no a la impunidad, reparación y no repetición. Los ágiles “noteros” de turno pretenden entrevistar a las personalidades conocidas presentes con preguntas tan fútiles como obvias: ¿Qué significa para usted?, ¿Qué la motiva a estar aquí? Y otras peores formuladas a familiares de víctimas de la dictadura, autoridades y en el caso de la romería reciente al propio presidente Gabriel Boric o al juez Baltazar
Garzón, entre otros. ¿Qué respuestas se buscan?
Los “periodistas” más avezados motejan sin ambages a los manifestantes como “oficialistas” o gobiernistas, sino “comunistas” pasando por alto representaciones como del presidente de la CUT, del Colegio de Profesores, de la ANEF y otros que ni siquiera se molestan en aclarar o definir cargos y responsabilidades olvidadas o desconocidas por sus inquisidores comunicacionales.
Nadie puede extrañarse que algunos de los posibles entrevistados eludan deliberadamente las cámaras -como lo hace cualquier participante en el acto- ni menos que alguien se moleste o profiera descalificaciones y hasta malos tratos a camarógrafos y periodistas. Mientras, desde los estudios los conductores y animadores instan a sus noteros “en vivo y en directo” a buscar incidentes, para lo cual bastaría con aproximarse a las fuerzas del orden que ubican e identifican a todos los “encapuchados” que se pasean libremente por los alrededores de la marcha cargando mochilas repletas de piedras, con líquidos acelerantes y botellas para fabricar bombas “molotov” a vista a paciencia de la autoridad.
Basta que la concentración avance hacia su destino para que estos individuos inicien el apedreamiento de Carabineros, la rotura de señalética pública, intenten forzar cortinas y saquear tiendas y comercios mientras los uniformados se encuentran sospechosamente siempre lejos de estas actividades y llegan regularmente tarde para constatar hechos delictuales. ¿Son anarquistas?, ¿infiltrados?, Todavía no hay respuestas.
Después, en vivo y en directo, los canales de televisión uniforman su relato, lamentando los acontecimientos, exagerando su magnitud y olvidando los objetivos del acto memorial. Abruptamente termina la imparcialidad mantenida hasta ese momento y la tensión y el nerviosismo retenido se libera y los manifestantes se convierten en adversarios, “sujetos, delincuentes” y se magnifica su accionar. Resulta al menos curioso que relatan y transmitan hechos que ya no vemos, que no parezcan tan dantescos ni trágicos, azuzados por un libretos o guión aprendido de marchas anteriores o determinados por las pautas de prensa.
Claro que no existe la objetividad y cada testigo de los hechos acaecidos tiene una visión de éstos, pero lo recomendable es conservar la mesura, limitarse a los datos concretos tenidos a la mano, no hacerse eco de rumores, especulaciones y mensajes alarmistas.
A propósito de la reciente conmemoración del domingo 10 de septiembre, las autoridades -que desplegaron una eficiente planificación para prevenir desmanes- deberán analizar y explicar si fueron sobrepasados los uniformados, si se dio la orden de cortar la marcha y por qué apenas se registraron tres personas detenidas. Peor aún, es inexplicable que haya sido posible romper ventanales de La Moneda, destrozar las barandas de vidrio del Centro cultural, mientras un par de carabineros rodaba por el suelo tratando de retener a los participantes en el desaguisado.
Resulta imperativo un sumario administrativo si, como señala ante las cámaras el subsecretario del Interior, Manuel Monsalves, el gobierno presentará querellas contra quienes resulten responsables. Lamentablemente las imágenes en vivo y en directo, en este caso aportarán poco o nada a la investigación de estos hechos tan lamentables como condenables. Una vez más, la televisión queda en deuda con esta entrega informativa, ¿Por decisión propia?, ¿Por órdenes superiores? ¿O por ineficiencia?