En esta acusación se juzgará a los acusadores | Víctor Maldonado | Opinión

Este año los líderes y partidos van a ser evaluados en su capacidad de concentrarse en atender las prioridades de las personas comunes y corrientes. Quienes se distraigan y se desvíen de este foco van a recibir un castigo por parte de ciudadanos que estarán ejerciendo su papel de electores.
Los políticos son juzgados críticamente porque muchos están convencidos de que se concentran en sus propios intereses de corto plazo. Se les acusa de fabricar un mundo virtual donde lo que más importa son las disputas entre los profesionales del rubro. Confirmar este prejuicio sería un error.
El año parte con una primera prueba para los actores políticos de no estar perdiendo su vínculo con el sentido común ciudadano. El test se encuentra en el intento de acusación constitucional contra el ministro Carlos Montes.
No están en cuestión las atribuciones constitucionales de la Cámara, sino la pertinencia de ejercerlas. El asunto no consiste en dilucidar si se puede hacer, sino si se justifica. Quienes miran también califican y lo cierto es que no se entiende en qué se relaciona la promoción del bien común con suspender la aprobación de leyes debido a una acusación constitucional.
Nada parece superar fácilmente a una acusación evaluada como un error como cuando reúne un bajo interés público, un reproche de pérdida de tiempo y una peor evaluación de los acusadores que del acusado.
Una iniciativa puede no justificarse de manera objetiva, pero es peor cuando resulta contraproducente. Este parece ser el caso.
Si la acción opositora estuvo condenada al fracaso desde el primer momento por las dudas que causaba en la misma derecha, es todavía más dañina cuando llega a ser un misterio la motivación que se podía tener para embarcarse en una tramitación que sólo sumaba costos.
¿A quién le sirve esta desviación en el camino? En un año electoral no se puede dar puntada sin hilo presidencial. No todo lo que se puede hacer hay que hacerlo porque se debe comprobar que una acción está siendo avalada o se vincula con la estrategia de promoción de alguna de las figuras presidenciales.
Si esto no ocurre, se está en el peor de los mundos. Significa que en un sector político importante están predominando las motivaciones individuales dispersas sin concierto ni conducción, es decir, que son muchos los insubordinados.
Es una confesión de que no hay un norte común, sino más bien un tironeo por parte de entusiastas sin guía, más preocupados del impacto que pudieran provocar que de las consecuencias que tienen sus decisiones.
No hay manera de que una definición parlamentaria tenga sentido estratégico si provoca la división del campo propio y la férrea unión de los adversarios.
En sus primeros años, el oficialismo ha hecho un muy mal uso del tiempo como recurso y eso ha limitado fuertemente su capacidad de conducir. Este efecto ha tenido mucho que ver con las diferencias al interior de las coaliciones oficialistas.
Ahora que la oposición es la que mueve fichas está ocurriendo algo equivalente, dilapidando su ventaja en movimientos secundarios sin orden ni concierto. La derecha no convencerá de gobernar a otros si no se gobierna a sí misma.