La oposición protesta porque el gobierno la está dejando sin trabajo | Víctor Maldonado | Opinión

La oposición protesta porque el gobierno la está dejando sin trabajo | Víctor Maldonado | Opinión

Víctor Maldonado R.

El gobierno no se ha destacado por su proactividad en el caso abierto por las reuniones con Zalaquett. En asuntos menos importantes, Gabriel Boric ha reaccionado apenas transcurridas 24 horas o poco más.

Al término de una semana, hemos visto al Presidente pronunciarse, diciendo lo mínimo esperable. Es poco y tarde cuando una parte importante de su gabinete estaba teniendo serias dificultades para responder adecuadamente a un cuestionamiento ligado a los temas de probidad y transparencia.

El gobierno es un especialista en generalidades. Si se trata de declarar principios abstractos, se presenta como duro, pero si el caso es concreto y compromete a figuras de primera línea, entonces sus reacciones son muy lentas.

Aquí hay que cambiar de consigna. Aquello que en el combate a la delincuencia se expresó en la cuña “seremos como perros”, puede mutar a “seremos como lirones”. Sería más representativo de lo que hemos visto.

Apurada por la fuerte reacción pública ante un error manifiesto, por irregular, impresentable e innecesario, La Moneda no ha sabido reaccionar bien.

Boric se pronunció mucho más tarde que temprano porque no se encontró forma en que pudiera ser presentado como un jefe de equipo previsor, al tanto de todo y controlador de las acciones de su equipo de confianza.

Lo que dijo tenía forma de instrucción, pero no se sabe mucho para qué podría servir una instrucción de esas que son útiles antes y no después del descalabro. Fue como repartir la ley del tránsito entre los implicados en un choque.

La “instrucción” de revisar los criterios con que sus ministros registran reuniones suena bien a primera vista. En el fondo, los deja muy mal parados. Es como decir que se espera que desde ahora atinen y se comporten de manera juiciosa.

Como los ministros lo habían pasado mal la semana completa y estaban tan empantanados como al principio, aceptaron este salvavidas de plomo que dejaba a salvo al mandatario como responsable de conducir su gabinete. Así pasó en todos los casos, excepto con alguien que se dio perfecta cuenta de lo que significaba el trato de desprolijos que se les daba. Fue Carolina Tohá.

Ella se dio cuenta de que la única forma de salir bien parados era mantener la versión original de que aplicar la ley del lobby no correspondía. Es una explicación sencilla, entendible y daba por superado el asunto.

Al cambiarse de caballo, no se guardaban ni las apariencias ni el decoro. Tohá estaría diciendo que su evaluación política correspondía a un juicio errado, que es lo mismo que anularse. De modo que ratificó como bueno lo obrado.

Que nadie crea que este episodio está cerrado. Cuando el 25 por ciento del gabinete queda expuesto a la crítica y no sabe salir con prestancia, lo que hace es convencer a amigos y adversarios que no se sostiene en sus propios pies.

Se lo está haciendo tan fácil a la derecha, que ella en el último tiempo no parece estar actuando como oposición, sino como comentarista. Se dedica a analizar los acontecimientos, para no dejar de estar informado del último tropiezo en el que incurre el oficialismo. El gobierno parece empeñado en lograr que sus adversarios consigan sus objetivos sin que se cansen mucho.