¿Quién está vigilando a quién? | Víctor Maldonado | Opinión

Lo más significativo de la ola de asesinatos en la Región Metropolitana consiste en que no se trata de la coincidencia azarosa de muchas decisiones individuales, sino de acciones planificadas del crimen organizado.
Tampoco se trata de una respuesta a alguna acción gubernamental, de cualquier tipo, que haya motivado una réplica. Corresponde por entero a la lógica del enfrentamiento de bandas rivales. Es gente ensimismada en lo suyo que, de rebote, produce alarma nacional.
El gobierno ha anunciado medidas que, por supuesto, corresponden a un reordenamiento de lo que se estaba haciendo y se pensaba hacer, presentado del modo más apropiado posible a la aguda coyuntura por la que se atraviesa.
La oposición señala que las medidas son poco novedosas, cuando lo criticable hubiera sido lo contrario. Si el gobierno presentara medidas nuevas de gran efectividad significaría que recién ahora se le vino a ocurrir acciones concretas de rápido impacto y que todo el tiempo anterior habían estado ausentes. Sería como si la crisis lo hubiera sacado de un largo letargo a punta de disparos.
El gobierno no es acreedor a la acusación de desidia. Lo que se ha reconocido, de capitán a paje, es que lo realizado en la Región Metropolitana es insuficiente.
Importa saber en qué sentido es insuficiente. Hay capacidad de respuesta una vez producidos los acontecimientos. La policía encontró la pista de los autores de los homicidios. Tiene la experiencia y el personal para mostrar resultados.
Lo que está fallando más drásticamente son las “estaciones de monitoreo”. En un país tan propenso a catástrofes naturales estamos acostumbrados a seguirle la pista a volcanes, sismos, incendios y varios otros. Todo informe estatal sobre estos eventos parte con el reporte de actividad previa. En este caso, no es así.
Los organismos gubernamentales no hacen uso del lenguaje informal, de manera que no se dice “nos pillaron desprevenidos”, sino que se afirma que “la situación es preocupante” y “vamos a reforzar nuestras acciones”.
En la comunicación oficial no hay nada parecido a “en las semanas previas detectamos una inusual actividad entre bandas rivales en las zonas más conflictivas”. Nada del vocabulario típico proveniente de las “estaciones de monitoreo” a la que estamos acostumbrados en otras circunstancias.
Como lo que no tenemos es un seguimiento cercano preventivo, continuaremos siendo sorprendidos con nuevos episodios provenientes de lugares donde, por supuesto, no tenemos el control, pero tampoco la información básica suficiente que posibiliten “alertas tempranas”.
Bien podría constatarse en el futuro que al revés no es así. La capacidad de corromper y el personal suficiente dedicado pueden hacer que la delincuencia más peligrosa tenga un detallado seguimiento de la policía.
Nos falta crear institucionalidad para enfrentar el crimen organizado, que es muy profesional y tiene una gran capacidad de adaptación a los cambios en su medio ambiente. Pero crear institucionalidad es lento y necesita de acuerdos amplios, algo muy distinto a buscar el impacto mediático en tiempos de campaña. Fortalecer el Estado ha de ser un compromiso del gobierno y de la oposición.