El Parque O’Higgins | Miguel Lawner, arquitecto
A solicitud personal del presidente Salvador Allende, la Cormu recuperó el viejo Parque Cousiño, que permanecía abandonado, sin riego durante 30 años, convertido en guarida de vagos y delincuentes. Así nació el Parque O’Higgins, que se rehabilitó después de un arduo año de trabajo. Resultaba incomprensible que la ciudad no pudiera disfrutar de un área verde tan excepcional, próxima al corazón de la metrópoli, y el presidente otorgó los fondos y la prioridad a su remodelación.
En CORMU, dimos vida a la Oficina de Parques y Recreación, que asumió la tarea de recuperar el Parque Cousiño. El presidente otorgó los fondos y solicitó prioridad para esta tarea. Además, nos mencionó el ofrecimiento de Fidel, de colaborar en con el proyecto de restaurar el Parque Cousiño, enviando a sus principales colaboradores en la construcción del Parque Lenin situado en las afueras de La Habana, por lo cual se materializó el viaje a Chile, del arquitecto Antonio Quintana y del ingeniero agrónomo Ricardo Berragaiza, quienes nos asesoraron en la etapa preliminar del diseño y visitaron las obras prácticamente terminadas en 1972.
Pedro Soto, fue designado jefe de la Oficina de Parques y Recreación de CORMU y el arquitecto Raúl Bulnes asumió la jefatura del Taller a cargo del proyecto. Colaboraron en su tarea, el colega Carlos Martner, de brillante carrera profesional en el campo paisajístico, quién contó con el apoyo de las arquitectas Myriam Beach y Virginia Plubins, y las paisajistas María Santa Cruz, Kittin Damm, Elisa Damm, Cecilia Van de Wingard e Ilona Buntemayer, además de la diseñadora Carmen Ibarra.
Gracias a un Convenio suscrito con la Facultad de Arquitectura de la U. de Chile, también colaboraron, estudiantes de los últimos años de las Escuelas de Arquitectura y Paisajismo de dicha universidad. Al igual de lo ocurrido con todas las obras de CORMU, no hubo horario de trabajo. El compromiso de todos fue total, animado por los ideales que genera la convicción de estar trabajado en beneficio del bien común y no al servicio de intereses mercantiles.
El ingeniero Helmuth Stuven, mi principal colaborador en la CORMU, programó la construcción de las obras mediante el sistema Perth, gracias a lo cual se pudo cumplir con el compromiso de inaugurar la restauración del Parque, en el lapso de 14 meses.
Todos los integrantes del equipo de diseño, se instalaron en dependencias existentes en el Parque, próximas a las canchas de tenis, lugar donde se guardaron todos los planos y la documentación del proyecto. Recordemos que, en una acción demencial, al día siguiente del golpe militar en septiembre de 1973, personal del Ejército, procedió a allanar dicho recinto, retirando toda la documentación y planos del proyecto, que fueron apilados en el exterior y quemados en una hoguera impresionante. Lo mismo ocurrió en la sede central de la Oficina de Parques y Recreación ubicada en el cerro San Cristóbal.
Las 80 hectáreas del Parque, fueron cercadas con reja a fin de asegurar la debida preservación del recinto. Por primera vez, se habilitó un sistema de riego automático y se plantaron 20.000 nuevos árboles y arbustos. Se amplió la laguna dotándola de embarcaciones; se construyó el llamado Pueblito con diversos restaurantes, recintos destinados a centros culturales, y una ramada. Se proyectaron juegos infantiles novedosos y didácticos, aprovechando la madera de los árboles que debieron talarse. Finalmente se reconstruyeron las graderías existentes, y se dispuso otras adicionales al frente, sobre un talud empastado en forma de medialuna, que cubre los camarines dispuestos para el desarrollo de las futuras actividades deportivas.
Construimos una gran ramada, en la cual se ofrecía al visitante, una completa variedad de platos típicos chilenos. Tanto el equipamiento, como los productos expuestos en dichos locales, eran representativos del arte, artesanía, tradiciones y cultura propios de cada región. En el centro de este sector, se creó la Plaza de Artesanos, en la cual podía verse a nuestros artesanos, elaborando sus propias obras.
Una tarea descomunal, fue la construcción de una pista pavimentada de hormigón de 65 metros de ancho por 620 metros de largo, destinada a facilitar la parada militar, con la idea de aprovecharla el resto del año para el funcionamiento de una red de multicanchas deportivas.
Esta obra correspondió a una solicitud especial del general Carlos Prats, comandante en jefe del Ejército, quién objetó que la parada militar continuara efectuándose en la llamada elipse del Parque, un enorme círculo, cubierto con maicillo, transformado en un barrial durante esos años, a raíz de las frecuentes lluvias de septiembre.
La enorme pista de hormigón, es una losa de 30 centímetros de espesor, que debió llevar armadura de fierro, a fin de resistir el paso de grandes vehículos blindados. Es una obra que incrementó notablemente el presupuesto original previsto para la rehabilitación del Parque, ejecutada con tal maestría, que jamás se ha anegado en sus 52 años de existencia.
Doce años atrás, me llamó por teléfono un general de ejército para comunicarme que la institución había adquirido blindados de un tonelaje mayor al conocido hasta entonces y consultaba si la losa de hormigón del Parque resistiría su paso. Comprenderán lo azorado que quedó cuando le comuniqué que personal del Ejército había quemado irracionalmente toda la documentación técnica del proyecto de remodelación del Parque, al día siguiente del golpe militar, por lo cual no estaba en condiciones de dar respuesta a su solicitud. Le recomendé que solicitara al IDIEM que practicara unas calicatas () en diferentes puntos de la losa, a fin de verificar su resistencia. Efectivamente lo hizo y en retribución por mi información, me envió de obsequio un par de los mencionados testigos, que conservo como un testimonio más de la irracionalidad desatada tras el golpe militar.
Finalmente, incorporamos en las obras de restauración del Parque, la reconstrucción de las graderías existentes para presenciar el paso de la Parada Militar y se dispuso de otras graderías adicionales al frente, sobre un extenso talud empastado, que cubre los camarines, bodegas y otros servicios, complementarios del desarrollo de las actividades deportivas.
Este fue el nacimiento del Parque O’Higgins, rehabilitado tras un arduo año de trabajo, que tomó ese nombre reemplazando al viejo Parque Cousiño. El flamante Parque O’Higgins, reabrió sus puertas con motivo de la Parada Militar del 19 de septiembre de 1972, en medio de una muchedumbre de 150.000 entusiastas visitantes que colmaron todos los jardines y servicios adicionales.
Acabábamos de concluir las faenas, de modo que la multitud malogró buena parte de las praderas empastadas recientemente. Debimos clausurar por un mes el acceso al parque, hasta lograr su recuperación y adoptamos la resolución de regular el acceso al parque, a fin de evitar nuevos daños. Los santiaguinos recuperaron el parque para su propio solaz, y esta situación se mantuvo hasta el golpe militar, que malogró su concepción original, al privatizar la mayoría de sus servicios, licitar algunos espacios como el destinado a Fantasilandia, y volver a descuidar el mantenimiento de las áreas forestadas.
De todas maneras, continúa siendo el área de esparcimiento popular preferida por los santiaguinos, junto con el Parque metropolitanos situado en el Cerro San Cristóbal.
Nota: Reproducción de una de las Crónicas del Cincuentenario, publicada el año pasado.
Miguel Lawner, en colaboración con Raúl Bulnes.
Santiago, 17.09.2024.

