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La reapertura de Notre Dame | Ernesto Sepúlveda | Opinión

La reapertura de Notre Dame | Ernesto Sepúlveda | Opinión

Cuenta la historia, que, durante el reinado de la dinastía de los Capetos en Francia, durante el siglo XII luego de consolidar su poder, sobre los señores feudales y unificar el reino, decidieron fijar en Paris la capital de su poderío. En ese contexto se decide construir una catedral que hiciera honor a la creciente importancia del reino francés y fuera un símbolo del poder político, económico, intelectual y cultural de París en el país y en el mundo. La ciudad se había convertido en el centro del poder en Francia y necesitaba un monumento religioso que estuviera a la altura de su nuevo estatus.

Es así como se inicia la construcción de la catedral de Notre Dame, en 1163 se pone la primera piedra de la obra, con la presencia del rey Luis VII de Francia, y el Papa Alejandro III. Una obra a cuyo financiamiento contribuyeron masiva y generosamente los súbditos de todo el reino. La catedral es consagrada a la Virgen María, madre de Nuestro Salvador Jesucristo, y es nombrada como Nuestra Señora de París. La construcción se extendió por casi doscientos años, siendo el máximo y más bello exponente del período gótico, fue testigo de la historia política de Francia y todas sus vicisitudes. Experimentó modificaciones a su estructura, de acuerdo a las decisiones de los reyes de turno, que ordenaban reformas de acuerdo a nuevas tendencias arquitectónicas. Es así como en el siglo XVII, debido a que el diseño inicial limitó el tamaño de las ventanas para soportar el peso del techo, el rey Luis XIV decidió modificar las vidrieras y sepulcros para adaptarlas al estilo Barroco en boga en ese tiempo. Pero la noble construcción también sufrió saqueos y la destrucción de estatuas y reliquias, durante la revolución francesa. Una muestra de esa destrucción fue la decapitación de 28 estatuas de la galería de los reyes, en su entrada principal. Se pensó que eran reyes de la dinastía de los Capetos, siendo en realidad representación de los reyes de Judea. Tras los destrozos y saqueos, la catedral se encontraba en ruinas y sin una sombra de su pasado brillante. Fue Napoleón Bonaparte, con una visión preclara de la historia, y del valor simbólico del templo, decide devolver a Notre Dame, su magnificencia y esplendor. En 1801 Francia suscribe un acuerdo con la Santa Sede, para restaurar la catedral, y devolver el control a la iglesia católica. Recuperado parte de su esplendor, en 1804, Napoleón es proclamado emperador en una solemne ceremonia efectuada en Notre Dame.
La catedral formó parte del entorno de generaciones durante siglos, y fue inspiración de obras pictóricas, algunas de ellas, conservadas en el mismo templo. Pero también de obras literarias, como la novela de Víctor Hugo, publicada en 1831, denominada “Nuestra Señora de París”, ambientada en la famosa catedral, que tiene por protagonistas a Quasimodo, llamado “el jorobado de Notre Dame” y a Esmeralda. La novela despertó un renovado interés por la historia de la catedral, y por su recuperación.
En 1845 se inició un completo proceso de restauración, inspirado en el estilo neogótico, que se extendió por 25 años, se reparó ornamentos, se recuperó la galería de los reyes, se agregó la célebre aguja de 96 metros y se demolió edificios circundantes. Ya en el siglo XX, en 1963 se realizaron trabajos de limpieza, para retirar la capa de hollín que cubría la edificación, recuperando su color original. Entre los años 1991 y 2000 se realizó un nuevo proceso de restauración, pero lo complejo y costoso de estas labores impidió su terminación. Estas tareas se retomaron el año 2019, en el contexto de estos trabajos, se produce el 15 de abril de 2019, un incendio que destruyó parte importante de este tesoro de la humanidad.
La conmoción en Francia y en todo el mundo, fue tan grande, que el presidente Macrón convocó a la nación francesa, y a los ciudadanos del mundo entero, a iniciar su reconstrucción. Personalidades de todos los ámbitos, y nacionalidades, se pusieron a disposición de la titánica tarea, de reunir los recursos necesarios. Y la nación francesa y los ciudadanos del mundo respondieron el llamado. Más de 800 millones de euros fueron reunidos, y se iniciaron los trabajos, que tardaron cinco años. La estructura, destruida se reconstruyó de forma idéntica. Más de mil artesanos, maestros en las técnicas tradicionales para trabajar la madera, talaron cerca de 1.200 robles de los bosques de París, para dar forma a la gran bóveda de cien metros de largo, 12 metros de luz, 10 metros de alto en la nave y 40 metros de largo en el crucero. Se usó las mismas técnicas constructivas de la construcción original. Miles de arquitectos, orfebres, pintores, escultores, arqueólogos, historiadores, y obreros calificados, trabajaron arduamente durante cinco años, para concluir esta obra monumental. En abril de 2019, miles de bomberos arriesgaron sus vidas para contener el incendio desatado, y resguardar las enormes campanas de la catedral, evitando su caída, que hubiera provocado el colapso y la pérdida total de la construcción.
Este sábado 7 de diciembre, en una ceremonia bella y cargada de simbolismo, volvió a abrir sus puertas la catedral consagrada a Nuestra Señora de París. El presidente de Francia Emmanuel Macron, agradeció a la nación francesa y a las millones de personas y empresas, que donaron dinero, y a los miles de bomberos, voluntarios, obreros y profesionales que hicieron posible, reconstruir a catedral. Ante más de cincuenta jefes de estado y personalidades de todo el mundo y mil quinientos invitados.
Recargada de ritos milenarios, la ceremonia se inició con la apertura de la denominada “Puerta del Juicio Final”, por tres veces el arzobispo de París, monseñor Laurent Ulrich, golpeó con su cayado la hoja de la izquierda, a cada uno de estos llamados, respondió desde el interior del templo el coro angélico, la puerta sólo se abrió con el tercer golpe del cayado. Junto al Arzobispo esperaban la apertura de la puerta, el presidente Macron, su esposa Brigitte y la alcaldesa de la capital, Anne Hidalgo. Con la apertura de las puertas, empezaron a repicar alegremente el conjunto de 16 campanas de la catedral, todas ellas con nombres propios asignados a lo largo de los siglos. Contra lo que estaba dispuesto en la organización, que contemplaba la realización de la ceremonia en el exterior del templo, la existencia de condiciones de lluvia y vientos huracanados, obligó a realizar la ceremonia en el interior. Esto produjo la imagen histórica del presidente Macron, haciendo su discurso en el interior de la catedral, lo que es absolutamente inusual en la Francia laica y republicana. Pero es del todo gusto del presidente Macron, que tiene un gran sentido del cargo que ejerce, y del peso histórico de los ritos, lo que sus detractores, critican, señalando que trata de emular a Napoleón.
Fuera de la catedral, y pese al frío reinante, una multitud acompañó la ceremonia a través de pantallas gigantes.
Con la emoción vibrando en sus palabras, el presidente Emmanuel Macrón, recordó el 15 de abril de 2019, “Aquella noche, miedo y desgracia se habían reunido. El encadenamiento de la mala suerte y el viento del este que se levantó en el peor momento elevando las llamas hacia la torre norte”, “La piedra, la madera, los vitrales… podrían haber desaparecido”. E hizo un sentido homenaje a los bomberos, que se hicieron presente para recibir el aplauso de los presentes, “Ellos tuvieron el coraje de escalar la fachada, sumergiéndose en el fuego para evitar que las 16 campanas cayeran a tierra derrumbando todo el edificio”. “bien podríamos haber dejado de oír las campanas para siempre”. A escasos días de haber enfrentado en la asamblea nacional la destitución del primer ministro Michel Barnier, el presidente Macron, deslizó algunas referencias de corte político, “Nuestras catedrales también son mortales”. Sin embargo, “optamos por la voluntad, pusimos rumbo a la esperanza, dándonos el objetivo de reconstruir Notre-Dame todavía más bella que antes”. “La catedral es una metáfora feliz de lo que debe ser una nación y el mundo. Notre-Dame nos dice que nuestros sueños, incluso los más audaces, solo son posibles gracias a la voluntad de cada uno y el compromiso de todos. Nos dice hasta qué punto el sentido de la trascendencia nos ayuda a vivir en el mundo”.
“Las campanas de Notre-Dame acaban de sonar nuevamente, el órgano se despertará en pocos minutos, los fieles vendrán a orar, el mundo recuperará la catedral reconstruida y todavía más bella. Y nosotros deberemos conservar como un tesoro esta lección de fragilidad, de humildad y de voluntad. Y nunca olvidar cuánto cuenta cada uno y cómo esta catedral es inseparable del trabajo de todos”.
Concluyó la ceremonia, con la bendición por monseñor Ulrich, del gran órgano de Notre-Dame, que volvió a sonar otra vez luego de un largo proceso de restauración. Un bello instrumento de enormes dimensiones, con trece metros de altura y más de 300 años de existencia. La música evocó el espíritu de siglos transcurridos bajo esas naves, donde generaciones y generaciones de líderes poderosos, y personas humildes, honraron con su devoción a la patrona de la ciudad.
En el patio de la catedral, se efectuó un concierto la orquesta filarmónica de Radio France, interpretando la Sinfonía No° 3 de Saint-Saëns, la Sinfonía No° 5 de Beethoven, entre otras piezas musicales. La orquesta fue dirigida por el maestro Gustavo Dudamel que estuvo acompañado del reconocido pianista chino Lang Lang, la soprano sudafricana Pretty Yende. Para mi gusto lo más estremecedor fue la declamación del poema “Le pont” de Victor Hugo, que realizó maravillosamente la actriz Marion Cotillard con el acompañamiento del músico Yo-Yo Ma. Y para coronar este logro magnifico de la nación francesa, la soprano Nadine Sierra y el coro de La Armada francesa, cantan la “Marsellesa”.
En medio de los tiempos convulsos que vivimos, con guerras en pleno desarrollo, con nuevas crisis internacionales, y noticias alarmantes que nos inquietan día a día, poder sumergirse en un escenario de belleza sin igual, como la reapertura de la catedral de Notre Dame, es un bálsamo para el alma. El profundo respeto y la delicadeza de las interpretaciones artísticas en homenaje a Nuestra Señora, llenan los corazones de alegría. Es posible que muchos de los asistentes a la gran ceremonia, no profesen la religión católica, y ese hecho, engrandece más aun la obra encabezada por el presidente de la nación francesa, una nación laica, republicana, y profundamente respetuosa de la libertad de culto. Tiene razón el presidente Macron, la reconstrucción de Notre Dame, nos muestra nuestras fragilidades, pero también la infinita capacidad que tenemos, de hacer grandes cosas cuando nos unimos, cuando vamos tras un objetivo común. Allí radica la esencia de la civilización humana, y es la esperanza a la que debemos aferrarnos, en tiempos de soledad, de egoísmo y de destrucción.
Ernesto Sepúlveda Tornero
Punta Arenas, lunes 9 de diciembre de 2024.-