Violencia discursiva en tiempos electorales: un retroceso para la democracia | Arturo Díaz, Consejero Regional por Magallanes | Opinión

Violencia discursiva en tiempos electorales: un retroceso para la democracia | Arturo Díaz, Consejero Regional por Magallanes | Opinión

En tiempos electorales, las aguas de la política suelen agitarse más de lo normal. Cada figura pública busca destacar sobre el resto, intentando captar la atención de los medios de comunicación, de las redes sociales y, por ende, de la ciudadanía. Para lograrlo, se recurre a distintas tácticas y estrategias, tan variadas como la coyuntura misma. Sin embargo, hay una forma de hacer campaña que le causa un profundo daño a la discusión política y, aún más grave, a la democracia: aquella que recurre a la violencia discursiva para llamar la atención. Es sobre esta peligrosa tendencia que quisiera detenerme en las próximas líneas.

Las últimas semanas han estado marcadas por declaraciones y actos comunicativos por parte de candidatos que dejan mucho que desear en el marco de una democracia robusta. Un ejemplo preocupante es lo expuesto por el candidato Johannes Kaiser en Radio La Clave, donde justificó el actuar del ex carabinero Claudio Crespo. Según registros audiovisuales, Crespo instó a sus subalternos a disparar escopetas antidisturbios directamente al cuerpo de los manifestantes, contraviniendo los protocolos de uso. Kaiser, lejos de condenar este accionar, fue aún más allá: afirmó que los funcionarios debieron haber utilizado armas de fuego con munición real.

Esta acalorada declaración no puede leerse en el vacío. Parece surgir como una respuesta al también candidato José Antonio Kast, quien previamente había declarado que no hubo irregularidades en la actuación de Crespo, desconociendo —o minimizando— el dolor de centenares de familias que vieron a uno de los suyos resultar con daño ocular permanente producto del uso desproporcionado de la fuerza policial.

Esta lucha interna por marcar territorio en el electorado de derecha tampoco ha dejado ajena a Evelyn Matthei. Temiendo quizás perder apoyo en su sector, ha salido a justificar públicamente crímenes cometidos durante la dictadura, incluyendo el asesinato y la desaparición forzada de compatriotas. Es difícil no preguntarse si estas declaraciones responden a una estrategia electoral o si, en realidad, revelan convicciones profundas que permanecen ocultas hasta que se les da el espacio y la confianza mediática para expresarlas. En cualquier caso, el resultado es el mismo: un desprecio absoluto por la memoria y por las familias que hasta el día de hoy siguen exigiendo justicia.

Estas formas de hacer política, basadas en la provocación, la negación del dolor ajeno y la relativización de hechos gravísimos, no solo degradan la calidad del debate público, sino que también erosionan los pilares fundamentales de nuestra convivencia democrática. No todo vale para conseguir votos. Hay límites que deben ser respetados, y uno de ellos  es el respeto irrestricto a los derechos humanos y a las normas que rigen una sociedad democrática.

Por lo mismo, resulta urgente y necesario avanzar hacia un Chile que condene con firmeza todo tipo de violencia, en especial aquella que se ejerce desde el discurso y el poder simbólico de quienes aspiran a liderar el país. Una democracia sana no se construye a base de gritos ni provocaciones, sino con respeto, memoria, argumentos y convicciones firmes por la dignidad de todas y todos.