«El Paine nuestro de cada día», por Ramón Arriagada Empresario

Estaba aún vigente en cargos directivos de la Cámara de Turismo, cuando apareció la nominación de las Torres del Paine como la “Octava Maravilla del Mundo”. Jamás supe quien le otorgó dicho mayorazgo entre las atracciones turísticas en el mundo. Nunca hago referencia a dicho título, hasta llego a pensar, que quien inventó dicho artificio publicitario, se aprovechó de nuestra ingenuidad demasiado provinciana.
Si tengo clarísimo el por qué nuestro Parque fue declarado Reserva Mundial de la Biósfera por la Unesco un día 28 de abril de 1978. Al menos, en este nombramiento, está el sello de un organismo internacional de prestigio. Puerto Natales, la ciudad más comprometida con los beneficios del Parque, ha permanecido ausente a su desarrollo como Reserva. Lo digo, en el sentido de contribuir a resguardar el uso sostenible de sus componentes. Hago un llamado para en las próximas elecciones municipales, exigir a los postulantes que en sus programas, exhiban su posición de cómo proteger nuestra importante fuente de sobrevivencia como comunidad.
No son auspiciosas las noticias que llegan desde nuestro Parque. Se habla de saturación de visitantes, los senderos parecen los pasillos de un mall, los lugares para acampar son verdaderas tomas de terreno (con cientos de carpas); el exceso de flujos turísticos ha colapsado las plantas de tratamientos de los hoteles. Los ríos se han transformado en letrinas naturales para la evacuación de tanto traste viajero. En los ríos ya no quedan salmones, si no salmonella. Como no se puede hacer fuego, todo va crudo, de ahí la mezcla con los vichos que provienen del tracto intestinal, donde sobrevive por días la temida salmonella.
Todos le confieren a Conaf y a sus funcionarios un rol protagónico para ir cambiando el manejo de los procedimientos hasta ahora utilizados para la recepción y estadía de los visitantes. Pero después de conocer las platas que se recaudan por entrar al Parque y de los dineros transferidos desde el Paine hacia otros parques nacionales, difícil resulta pronosticar buenos resultados. ¡ Ahí está el financiamiento, no creando nuevos impuestos a los visitantes para preservar el Paine!
Un parque sobrevendido, atenta contra el espíritu de haber sido nominado Reserva de la Biósfera, pues, se pretende con esa nominación, crear en ellos laboratorios vivientes, “para el ensayo y la demostración de métodos integrados de gestión de las tierras, las aguas y la biodiversidad”. Con tres exterminadores incendios en los últimos años, estamos muy lejos del purificador evangelio de la Unesco. Sabiendo del daño del hombre al pisar estos paisajes inmaculados, en muchos países, a las Reservas se le están otorgando una condición jurídica especial, con el fin de reforzar la aplicación de los reglamentos que regulan la estadía de las personas en su interior.
Pero lo que más enfatiza la Unesco, respecto de estas Reservas es la generación de un sistema gestión con la participación mayoritaria de las comunidades cercanas que se favorecen económicamente con su función. Por ello, enfatizo, la participación de la comunidad natalina, a través de sus organizaciones y municipio. Como también el de Torres del Paine. Hay que blindar el Parque de aquellas presiones políticas, económicas y sociales, tendientes a afectar los valores ecológicos.