“En Chile, a la clase media se le trancó el ascensor”, por Ramón Arriagada Empresario

Cruje la estructura social y económica del país, hasta hace poco considerado como ejemplo en los foros económicos mundiales. Pese a lo que está sucediendo, Chile tiene capacidad de flotación económica y social. En tiempos de expansión económica, cuando el Cobre permitía ensayar modelos tecnológicos y de desarrollo humano exitosos – por las disponibilidades económicas – hasta teníamos la idea que nuestro “ascensor social”, se desplazaba armoniosamente prodigando movilidad ascendente a todos los chilenos.
Quizás uno de los logros que más entusiasmaba a las élites gobernantes y económicas de Chile, hasta no hace mucho, era el acceso a la educación en todos los niveles. Ello, estaba asegurado porque la expansión económica, permitía a los sectores medios endeudarse, elegir y procurar “educación de calidad” para los suyos desde la enseñanza preescolar hasta la Universidad. Se celebraban con fervor las cantidades de primeras generaciones de estudiantes, provenientes de familias pobres, a los niveles de educación superior. Teníamos una sociedad bien estratificada, cada uno en su lugar, con apertura social como ninguna. Incluso se hablaba con eufemismo de la existencia del Mérito en el ascenso social.
Para la élite económica era importante, pues nuestra sociedad chilena, daba muestras de obediencia social, donde los individuos llegaron al convencimiento colectivo que la desigualdad era moralmente buena. Luego de la dictadura, gobiernos sucesivos legitimaban el estado de las cosas. Las élites económicas nos convencieron que su contribución a la riqueza del país era justa y proporcional a las recompensas que recibían; les creímos hasta que sus capacidades eran superiores y que su tiempo y trabajo eran más valiosos a la del resto de los ciudadanos.
Para completar el montaje, las élites políticas y económicas, actuando en sincronía, aceptaron un sistema educativo que legitimara reproducir las desigualdades de clases, aceptando que se prolongara en el tiempo la educación municipalizada, desentendiéndose el Estado de una función insustituible. Las mediciones académicas como los Simce y la PSU, demostraron la existencia de un Estado cómplice que legitimó por años la inferioridad intelectual de los ubicados en la parte baja de la pirámide social.
A generaciones jóvenes de chilenos los teóricos del libre mercado, les hicieron creer que el mundo estaba hecho para los talentosos. Por mérito, ellos serían quienes ocuparían las posiciones más importantes en la sociedad. ¡ Prepárate para ser emprendedor! ; ¡la movilidad social ascendente te permitirá salir de tu clase de origen y llegar por encima a una nueva posición social!.
Artilugios difíciles de mantener en nuestros días, cuando la élite económica y política en Chile han dado muestra de una dudosa ética. Sus integrantes tienen acceso a poderosas y eficientes redes sociales, tráficos de influencia para tener acceso a trabajos con mayor prestigio social, ingresos y privilegios asociados.
La educación chilena está – en este último mes- dando indicios nuevamente de la profundidad de sus resquebrajamientos estructurales. Son malos los diagnósticos que provienen desde las universidades privadas. Sus estudiantes, imposibilitados de tener organizaciones autónomas, han elegido formas de protesta contra un sistema que los ahoga con alzas de aranceles y dudosa calidad de su formación como profesionales. Es el despertar de una generación que pese a todos sus esfuerzos y méritos, han entendido que su clase de origen será la misma que su clase de destino. La sufrida clase media.