Futbol Natalino; Tenemos Campeones para rato por Ramón Arriagada
Son tan pocas las alegrías colectivas en estas pequeñas comunidades, que bien vale la pena dirigir la atención de los lectores, al hecho que la selección de fútbol de Puerto Natales haya obtenido el título de Campeón Regional, y además, sea un merecido representante de la Región de Magallanes en el próximo campeonato nacional de este deporte.
La bitácora local estaba repleta de temas para crónicas y columnas periodísticas; vuelve a reflotar en el ambiente la enmarañada situación municipal con sus implicancias en gastos no justificados de platas dedicadas a los niños más vulnerables de nuestra educación pública en Puerto Natales; el carbón se asoma como un invitado de piedra en nuestro horizonte económico, no necesitamos de su explotación, pues tenemos ocupación plena, el turismo es nuestro sueldo seguro; también podríamos haber tocado lo trascendental de la iniciativa parlamentaria de declarar Magallanes como una región saturada para la explotación de salmonicultura.
Pero no, hoy quiero escribir sobre fútbol. En julio del año 2003 me tocó entrevistar para una crónica periodística a Luis “Gallito” González, toda una leyenda del fútbol natalino; eterno “wing” derecho del club Bories; figura indiscutida de las selecciones nuestras en los años sesenta y principios de los setenta. A pocos años de su muerte, estaba en silla de ruedas. González, había formado parte de la generación más brillante de futbolistas natalinos de todos los tiempos. Inscrito en la modesta pero meritoria galería natalina de futbolistas junto con Pepe Cores, Luis Ortega, Juanico Godoy, Carlos Aburto, “Cable” Barrientos, Justo Castro, Maneco Vera, Perico Chacón, Gerardo Mena, Fidel Rodríguez, Pituco Bórquez, Sergio “Talón” Ojeda, Humberto “Aburrido”Mansilla, “Chupo” Sánchez y tantos otros.
Cuando conversé con Luis “Gallito” González, me dio muchas claves para entender la vida societal de los clubes natalinos. Por muchos años sus sedes fueron el centro neurálgico de la convivencia y el amplificador de las penas y alegrías de la vida pueblerina. Además, para muchas generaciones, fue el lugar donde se vivían a plenitud los éxitos deportivos y se apagaban las amarguras, tristezas de derrotas y rachas perdedoras. Eran los años donde “el presidente invitaba” y los brindis eran la instancia iniciática para justificar con el alcohol la difícil espontaneidad del chileno para llegar a momentos de jolgorio.
Eran los días felices que reivindican los jóvenes natalinos de los años sesenta. Cuando Puerto Natales vivía una siesta pueblerina donde todos se conocían, ya sea porque trabajan en los campos y frigoríficos, o bien, porque estaban enrolados en los turnos del mineral de Rio Turbio. Con escasas posibilidades de seguir estudiando más allá de la enseñanza básica, había niños mineros y niños de la esquila; familias numerosas y pobres con padres ausentes, necesitaban productores. Pese a sus tempranas responsabilidades, se dedicaban en las largas tardes soleadas de verano, a llenar los improvisados estadios en las verdes pampas que rodeaban el pequeño poblado. Con la historia del “último gol gana” las pichangas se prolongaban hasta las doce de la noche.
Quienes el último domingo nos dieron el título de campeones regionales, no dudo, forman parte de una nueva generación ganadora del fútbol natalino. Aceptemos que las muchas posibilidades de trabajo que genera el turismo, la pesca, la salmonicultura, la construcción, permiten que nuestros jóvenes no deban marcharse a buscar posibilidades de trabajo al otro lado de la frontera o en Punta Arenas. Se ven felices ocupando las canchas de pasto sintético, que se han multiplicado por barrios y poblaciones, en una ciudad donde se nota la inversión estatal en hacerla atractiva al visitante.
Seguro que a Gallito González le habría gustado ver este renacer del fútbol natalino. Conversamos en tiempos que no se vislumbraba para Puerto Natales todas las posibilidades, del ahora, para sus generaciones jóvenes.

