¿Me escuchas? – Javier Solis Uribe – Opiniones

¿Me escuchas? – Javier Solis Uribe – Opiniones

¿Me escuchas?

Sin ser cercano al Gobierno de turno he sido humildemente acertivo respecto de lo que ocurre en el país, anticipando de manera pitonisa lo que se acercaba, atreviéndonos a dar indicaciones para evitar las nefastas consecuencias de los errores cometidos en el mando. 

Decirlo en su momento resultó una especie de falta de respeto, con la descalificación propia de un sector que atrinchera al contrario para desestimar sus análisis y argumentos, para posicionar los propios y no corregir. Sin embargo, el tiempo ha pasado y los desórdenes nos han dado la razón. En mayo de 2019 señalaba que estábamos al borde de una Revolución Francesa II (Diario El Pingüino 26 de mayo, pág. 8). Como en esa época el pueblo está desbocado, los excesos de entonces que terminaron con la toma de La Bastilla y la guillotina para muchos se están viviendo con amplia cobertura noticiosa. Si bien la Libertad guiaba al pueblo en aquella revolución, hoy es la bandera de la Dignidad. 

Como antes las fuerzas policiales han abusado de su poder omnímodo sobrepasados por quienes han aprovechado de la oportunidad de destruir, saquear y apropiarse de lo ajeno. El lumpen y las mafias de la droga están haciendo lo propio.

El error inicial fue no escuchar el rugido social, luego interpretarlo como un berrinche de cabro chico al cual había que callar, pero las amenazas y los correazos de nada sirvieron. Se dejó hacer y dañar la infraestructura del metro en un error de cálculo atroz para justificar la salida de las fuerzas armadas a la calle. Se aumentó la presión cuando alguien estimó que “esto no había prendido”. Se siguió castigando en vez de dejar al pueblo manifestarse pacíficamente y centrar la acción policial a reprimir a los encapuchados que, se sabía intentarían mancillar los actos. Lo lograron y nos encontramos con policías cansados de perseguir y disolver y luego continuar en contra de los descansados violentistas. 

La represión vindicativa, molesta y saturada, sin un mando juicioso insistió una y otra vez no sólo con gases y lacrimógenas, sino con lumas y luego con los perniciosos balines que usaron a destajo a pesar de los gritos desgarradores de todos que señalaban el daño tremendo que estaban haciendo. No contentos con ello aplicaron de manera enfermiza “protocolos” que nadie entendía y generaron una reacción de rabia y odio que incrementó la reacción violentista a niveles que, hoy, les es imposible de contener. Están absolutamente superados porque el “cáncer del General Basaletti” se multiplicó. Las fuerzas se cansaron, porque equivocaron el foco de atención. Reprimieron donde no tenían que hacerlo. Se enemistaron con el pueblo que esperaba su apoyo, aquel que recibieron con las fuerzas armadas en las calles al corear la canción nacional o el ceacheí en un marco notable de unidad nacional.

Nadie quiere una guerra civil en Chile, pero los “horrores” del análisis gubernamental, nos están llevando a un límite insospechado. El General Iturriaga lo afirmó y el pueblo le creyó destruyendo la lógica del poder en las sombras del segundo piso de palacio.

Estamos tratando de bandas organizadas de narcotraficantes, de células armadas de facciones extremistas de derecha e izquierda que no dudarán en armarse, de un lumpen disociado por el uso de la droga que mira con indiferencia el daño social y patrimonial mientras aseguran sus arcas para superar las épocas de vacas flacas, y, de un cúmulo de anarquistas que han contagiado a jóvenes, adolescentes y niños que inmaduramente creen que esto es un juego y que es simpático derribar estatuas, romper mamparos, destruir vidrieras, arrasar con el comercio y quemar lo que encuentren. 

No se supo poner fin al problema al inicio y hoy cada vez es peor. El debido cuidado de la infraestructura, comercio y edificios patrimoniales que la fuerza pública debió cuidar en el estado de emergencia decretado fue vulnerado por todos lados, como si no hubiera habido nadie cuidando. Los violentistas y saqueadores destruyeron todo lo que pudieron y apenas lograron identificar a uno. Un resultado eximio y ridículo que dio para pensar si esto no estaba tramado desde más arriba.

Con la excusa de no violar los derechos humanos nadie se atrevió a repeler a los violentistas que dañaron propiedad pública y privada, la construcción de toda la vida de muchas personas y la historia de una nación. Si esas vulneraciones no son un atentado a los derechos humanos, nadie entiende a que le temían entonces. 

Los daños oculares son repulsivos y más aún lo son las justificaciones reiteradas de que la fuerza se ajustaba a los protocolos, en circunstancias que “todo el mundo” era testigo de la masacre. Los sumarios para identificar a los agresores serán eternos, largos y terminarán con eximentes o declaraciones de imposibilidad de determinar a quienes lo hicieron, quedando en la más absoluta impunidad. Unos cuantos serán sometidos a la justicia y serán la carne de cañón con lo cual se tratará de lavar la responsabilidad de la autoridad política ante tan flagrante violación de su deber de cuidar de la salud de la población. 

Sin ser cercano al gobierno de turno anticipamos todo lo anterior y salvo el Presidente de la Cámara de Diputados que señaló de manera clara y categórica lo que el pueblo está demandando, los demás han tratado de sacar dividendos políticos personales y particulares. La delgada línea del entendimiento se fue quebrando para llegar a lo que entendemos como el 12 % de aprobación de la gestión del presidente. En Chile, en la sociedad de los tres tercios, resulta impresentable que un mandatario tenga menos de un 33 % de apoyo, pues demuestra lo mal que se está haciendo. Las voces de su sector se alzan con mayor fuerza para mostrar su rechazo a sus políticas, para gritar su desilusión por la falta de espíritu estadista, para reclamar por no poner en primer lugar los intereses generales de la nación por sobre su interés particular y economicista.  

Mientras se persista en el mensaje del vandalismo y de la necesidad de potenciar a las fuerzas, como lo señalamos hace ya muchas semanas, se seguirá fomentando la rabia y el odio desmedido a todo lo que sea verde. Ya no hay fuerzas de reemplazo y la caída del interés de los jóvenes de integrarse a las filas de la institución se notará. Son miles los heridos, los cansados, los estresados y los que quieren estar con sus familias y que no podrán hacerlo porque la necesaria paz social no se alcanzará. 

En algún momento dijimos que el pueblo quiere más y dimos las razones de ello. No las escuchan y no quieren abrir las puertas para ello, a pesar de la gestión encomiable y directa de Mario Desbordes que ha aparecido como el verdadero mensajero de la paz, de la prudencia, de la razón. No duda en levantar su voz y enfrentar a sus compañeros de pacto que se mantienen en la lógica conservadora y neoliberal de no querer cambiar nada, como si al hacerlo violarían los principios básicos de su fundamento de vida. 

Ya es hora de que sucedan cosas que no se podrían haber esperado y que entendimos desde el inicio que el gobierno intentaría postergar, dilatar hasta el cansancio, desgastar, confundir para desviar la atención ciudadana o generar los conflictos que hoy se presentan en las calles y que son irrefrenables. El mando terminó de colapsar y ya no hay manera de mantenerlo pues nadie hace caso. La burbuja se ha estrechado y el excelente trabajo de Karla Rubilar como Intendenta ha pasado a un plano casi invisible en su nuevo y poco ansiado puesto. 

Basta de intentar jugar con el nuevo proceso constitucional, con los intentos de frustrarlo que comenzarán a levantar voces como las de Moreira, a quien se le ha dado una vocería que resulta insultante al intelecto chileno.

Hay que modificar la estructura de las AFP de una vez por todas, de señalar que son necesarios los cambios en educación y que se potenciará el tema de salud. De nada sirve que se haya aumentado la Pensión Básica Solidaria si no lleva consigo una cláusula de incremento por inflación. Chile entrará en un proceso de debacle económica que las nuevas medidas no han previsto y lo que alcanzaba a comprarse con el escuálido monto anterior, será lo mismo o menor cuando se calcule el nuevo valor de las UF y del incremento del IPC en los próximos meses. El dólar ya está dando una señal.

Chile se está empobreciendo producto de la falta de decisión de aplicar las medidas que la calle quiere y reclama. Los saqueos están provocando caída de los puestos laborales; la incidencia de las suspensiones de clases y diversas actividades (deportivas, culturales, cumbres, etc.) dejarán una huella imposible de rellenar; nuestros alumnos de los colegios van a aprender menos, nuestros universitarios tendrán materias dadas por sabida y serán menos doctos en la aplicación de sus profesiones. La cultura se ha postergado y todo lo que podría haber estado dispuesto a proyección y difusión será encausado a reconstrucción. 

Al final tendremos un país dividido entre los que se van a ir con sus fondos a los paraísos fiscales del Caribe; los que buscarán venganza política resucitando muertos y sus políticas sociales o de represión; los que habrán perdido el futuro de sus hijos al ver destruidos sus emprendimientos; los que deberán enfrentar la deshonra por no haber cumplido con el mandato social que sus cargos les obligaba; los que deberán pagar por los excesos cometidos en sus afanes de congraciarse con sus jefaturas o por el simple hecho de quitarse la rabia encima, descargándolas contra lo que tuvieron a mano: (jóvenes, viejos, mujeres, niñas o bebés); los que deberán vivir con la vergüenza de haber cometido la aberración de disparar contra sus hermanos, hiriendo y dejando huellas imborrables en la piel, aquellas que las víctimas podrán ver cada vez que se miren al espejo por el resto de sus vidas, o que no podrán verse por la maldita negligencia de los malnacidos que creyeron en la impunidad que sus actos les brindaban.