¿Cómo se relaciona el corona virus y la energía? – Ana Lía Rojas Loyola – Opiniones

Y más importante, qué efectos tiene sobre el uso de las energías renovables y la lucha contra el cambio climático?
Primero, recordemos que, por la paralización de actividades en todos los sectores que las cuarentenas en el mundo han implicado, ha habido una significativa disminución en la demanda por energía. En países de Europa, la demanda ya ha disminuido entre 15 a 20%, mientras que en Chile, la caída se ha estimado en un 6% con tendencia a seguir disminuyendo. Esto, como resultado de que las fábricas, comercios y las empresas de todo tamaño han debido detener sus operaciones, sumado al confinamiento de las personas que disminuyeron al mínimo traslados en transporte terrestre y aéreo, público y privado, todos impulsado en su gran mayoría por combustibles fósiles como la bencina, el diésel, el petróleo y el gas natural.
Una menor demanda de electricidad ha significado precios de electricidad también más baratos a nivel de mercados primarios de energía, con una mayor competencia en medio de una generación abundante. Como resultado, todos los generadores de energía, incluidas las plantas de gas, verán afectados su línea de ingresos en 2020. En este sentido , el valor de las acciones de las grandes empresas eléctricas, no ha estado ajena a los desplomes de bolsas en el mundo y ya empiezan a recoger este panorama de menores ingresos.
La profundidad y duración de esta reducción de demanda es difícil de estimar cuantitativamente. Cualitativemente sus efectos serán muy significativos, porque están intimamente ligados con una disminución de la actividad económica general. Muchos organismos ya empiezan a reconocer que estamos en recesión. El último en hacerlo, el FMI, ha admitido que la economía mundial ha entrado a una recesión, mientras que Golmand y Sachs ya prevé una contracción de 3% para Chile.
Es por ello que el principal foco de los gobiernos hoy es controlar los impactos de la pandemia en su impacto de salud y económico, repitiéndose en varios países, la decisión de los gobiernos de prestar ayudas económicas a la población para que puedan solventar su consumo de electricidad, estableciendo por ley o acuerdos privados, que las empresas suministradoras no suspendan el suministro en caso de no pago de las cuentas eléctricas o de gas. En España, Ecuador, Panamá y Chile, por ejemplo, se han tomado o se discuten actualmente este tipo de decisiones de políticas públicas
En todos los casos, se decanta, más o menos, sobre una misma afectación en la cadena de pagos “aguas arriba”, que significa que si una empresa distribuidora de electricidad o gas no puede cobrar las cuenta a los consumidores finales , tampoco podrá pagar a sus proveedores, y en el caso de la electricidad, a los generadores de energía. Cómo y quién asume en mayor medida el costo financiero de los menores pagos, es lo que se discute hoy, en el Congreso Nacional, por ejemplo, con posiciones distintas entre las compañías Distribuidoras, las generadoras y especialmente las generadores de energías renovables.
En el corto plazo, los países con bases importantes de generación de energías renovable ya instalada y con condiciones de disponibilidad alta de recursos eólicos o solares, potencialmente podrían tener una oportunidad para que las energías renovables tomen una proporción de generación aún mayor de lo habitual y podrán ver sus emisiones disminuidas (menor demanda implica menor despacho de energía derivada de fósiles). Ahora bien, creo que una disminución de emisiones derivado de un shock de actividad de esta naturaleza no es algo que debamos celebrar quienes estamos preocupados por el medio ambiente y el cambio climático, y ciertamente menos aún, las empresas de clean and green tech, que buscan inversiones estratégicas para disminuir la huella de carbono del planeta, pero económica y políticamente estables y sostenible.
Finalmente, sobre los efectos en descarbonización, apreciar hoy cuáles serán los efectos de largo plazo de esta pandemia, es apresurado, pero si está claro que serán profundos. En gran parte de Europa y el resto del mundo, la disminución dramática en el uso de electricidad puede tener ramificaciones potencialmente significativas para los acelerar los esfuerzos de descarbonización a largo plazo, economías más verdes y una transición hacia las energías renovables más rápida.
Mientras tanto, la caída de los precios del petróleo, como ha ocurrido estos últimos días registrando incluso precios “negativos” nunca antes experimentados en la historia del crudo, ha convertido al carbón en el combustible “más caro del mundo”, y por ende, su uso debiese caer ante precios más competitivos y baratos del gas natural y de las renovables. Sin embargo, hay también voces que alertan que puede haber un retroceso en estos planes, movidos por la creencia del falso trade off entre recuperación económica y respeto por el medio ambiente, y que algunos países puedan tener la tentación de posponer la transición energética o las inversiones necesarias para reemplazar carboneras por renovables. Para el caso chileno, el plan de descarbonización conocido hasta ahora, tiene la característica de que las unidades carboneras próximas a salir al 2024, son de antigua data y de altos costos de operación y mantenimiento, por lo que es improbable un escenario de estas características. Las empresas propietarias de esas unidades no querrán mantener la operación de esas unidades, considerando además el panorama de disponibilidad y de costos de combustibles descrito anteriormente, y la opción de hacer la transición hacia gas natural, gas natural licuado y renovables mucho más conveniente. Uno de los pocos buenos augurios dentro de todos los daños y consecuencias negativas del golpe llamado Covid19.

Ana Lía Rojas Loyola.
Directora de EnerConnex.
Miembro de CCCTDF Ciudadanos y Clima.
Economista de la Pontificia Universidad Católica de Chile, con más de 22 años de experiencia en el sector eléctrico, en la gestión de negocios para empresas desarrolladoras/operadoras de activos renovables.