Todos somos culpables, excepto los que deciden – Víctor Maldonado R. – Opinión

La raíz de la incapacidad gubernamental para superar sus derrotas está en su deplorable diagnóstico. Según la versión del oficialismo, la responsabilidad de los problemas presentados corresponde, casi por completo, a una ceguera colectiva. Es lo que impediría apreciar el gran esfuerzo que implican las propuestas del Ejecutivo.
A juicio de los miembros del Comité Político, han predominado las miradas de corto plazo y la búsqueda del aplauso fácil. Es más, en su opinión, la mayoría ha amedrentado a quienes tienen una opinión distinta. La oposición sería, al mismo tiempo, ciega y matona.
El gobierno se está encastillando en una visión muy simplista de los acontecimientos, según la cual se ve a sí mismo como el último bastión de un comportamiento responsable frente a un contagio populista que ha afectado, incluso, a sectores oficialistas. Esta versión ha sido profusamente difundida.
El efecto será por completo contraproducente. Sólo aquellos que fracasan de lleno en el mundo real le dedican tanto tiempo a elaborar un mundo virtual donde se les exime de toda culpa. No es otra cosa que una confesión de fracaso. Se usa un expediente profusamente ocupado. Después de Vietnam, el único lugar donde los norteamericanos ganaban todas las guerras era en las películas de Hollywood. Pasar las pruebas no es lo mismo que pasarse películas.
El problema con este modo de ver las cosas es que la “solución” que se ofrece de ella es que todos los demás recapaciten, cambien su equivocada actitud y se acerquen a las posiciones cuerdas, es decir, a las posiciones del gobierno. La rectificación es algo que tienen que hacer los demás.
Los actores políticos seguros de sí mismos suelen realizar una autocrítica realista. Aquí esta actitud brilla por su ausencia. ¿Qué explica que el Gobierno llegue tarde con sus propuestas, en opinión de parlamentarios oficialistas? ¿Por qué son tantos los que consideran insuficientes sus anuncios? ¿Por qué no puede exhibir ningún acierto en convencer a la mayoría ciudadana?
Todos tienen responsabilidad, menos los que toman las decisiones o no terminan nunca por tomarlas cuando corresponde. Nadie lo ha dicho de un modo más sintético que Manuel José Ossandón: “Se acabó el tiempo para llegar tarde y de apuntar con el dedo”. El gobierno está a la defensiva, dejó de aglutinar a la totalidad de su conglomerado y la opinión de Piñera no es determinante. ¿A quién puede echarle la culpa de tantas fallas?
Ningún gobierno puede perder el voto de 5 senadores y seguir buscando excusas para cubrir sus propias deficiencias. Si no pueden reconocer sus falencias, esa es, precisamente, su principal falencia. El gobierno ha dejado de ser confiable para sus propios parlamentarios, su desmarque es un efecto, no una causa de las fallas del Ejecutivo. Los árboles más inflexibles son los que se quiebran en la tormenta. Será por eso que Hernán Larraín renuncia, pasando de inclaudicable a inubicable. Soldado que arranca, debe ser de Evópoli.
