Constitución: El poder en las manos del pueblo – Javier Solís – Opinión

Interesante es intentar abordar este concepto tan manoseado y tan poco o tan mal interpretado. Muchos no lo entienden y asumen como si fueran simples slogans que utilizan los políticos para confundir a la población o hacerles creer que tienen un verdadero control sobre sus destinos. Para ellos el poder de la comunidad termina al poner el voto en la urna y luego que “sea lo que Dios quiera”. Se produce el desentendimiento de la realidad, hasta la nueva elección y mientras tanto padezco, critico o muero.
Muchos creen que se debe identificar el poder con la coacción, con la opresión o la violencia, en el sentido de que quien lo detenta puede aplicarlas como principio básico de su ejercicio. Parecieran querer compartir que el poder nace para frenar la violencia y con ello poder contrarrestarla con actos igualmente violentos “de autoridad”.
Después del estallido social se inundaron las redes sociales y la televisión de imágenes de vandalismo y destrucción, lo que sirvió para que quien detentaba la autoridad pareciera que estaba perdiendo el control del poder. Algunos vieron la ocasión de llamar a las fuerzas a “imponer orden” y con ello provocar el principio de una masacre que, hoy, estaríamos recién empezando a dimensionar y lamentar. La violencia desatada allí solo procuró división y si fue alentada o no con infiltrados del lumpen, narcotráfico o seguridad, ya se verá con el correr de los años y el análisis respectivo.
El poder congrega y no excluye a la libertad, pues busca la concordia para erigirse como fundadora de obras a partir de ideales. No se anula al ser pues no se acaba en quien lo ejerce, sino que es importante que este se habilite para continuarse en otro. De esa manera se logra humanidad, desarrollo social, comprensión comunitaria y lo más importante, acercarse al bien común. Siempre habrá deficiencias y objetivos inalcanzables para quienes requieran más allá de lo posible, pero el camino del poder permite acercar posiciones. La máxima expresión de este ejercicio es cuando “libremente” nos sometemos al otro. Por ello no hubo mayor derramamiento de sangre en las calles, pues quien actuaba de autoridad militar entendió la dimensión “del poder que ejercía”.
El pueblo de Chile tiene el poder en sus manos. Sí. Así es. Se congregó pacíficamente en todas las ciudades del país para manifestar su fuerza y lo hizo sin violencia. Sus peticiones fueron formuladas con dureza, pero con respeto y no se ensuciaron con la acción de los violentistas que se dedicaron al irrefrenable saqueo. Ellos no tenían respeto a ese poder, porque no lo entendían.
Independiente de los acuerdos arribados en el Congreso, el pueblo ejerció su autoridad y sin anularse participó del plebiscito determinando la forma en que se habrá de llevar a cabo el proceso constitucional y, a pesar de que muchos creen que, con vacaciones y festividades de fin de año, la comunidad entró en un profundo letargo, la realidad es que está esperando el momento de mostrar, una vez más, que está capacitada para ejercer esa autoridad.
Quienes no entienden la naturaleza del poder, enmarcada en la frase que titula esta columna, se retroalimentan con la esperanza de que exista una confusión entre las listas partidarias de Gobernadores, Alcaldes y Concejales para así arrastrar a quienes integraron a sus listas de convencionales. El pueblo sabe que hay una gran diferencia en ambos procesos: uno en el cual deberán optar “por lo que hay”, y en el otro por lo que quieren que exista, subsista y cambie lo que hoy nos rige. El poder está en manos del pueblo y es necesario que lo entienda y lo crea.
