Aún tenemos Constituyente, ciudadanos | Víctor Maldonado | Opinión
Hemos definido los procedimientos para dar término al proceso constitucional, nos falta por establecer cómo vamos a actuar en esta segunda oportunidad.
Lo que fracasó en la primera ocasión no fue la ausencia de un anhelo ciudadano por establecer reglas del juego democrático acorde a los nuevos tiempos; falló la conducción política del proceso constituyente, en manos de grupos polarizados que no supieron administrar su irrepetible triunfo electoral.
Para ellos ganar fue una oportunidad para imponerse, cambiar la historia en dirección a un país que se identificaba con su modo de entender una sociedad justa. Sabían que esa forma de concebir las cosas no era compartida por los demás sectores. Eso no les preocupaba en absoluto.
El resultado fue la mayor derrota política conseguida por la izquierda radical desde la recuperación de la democracia. Se entendía a sí misma como la representante política de una mayoría movilizada tras un cambio de tales dimensiones que, al final, resultó reñido con nuestra tradición republicana.
Cuando logras unir a una amplia mayoría ciudadana, pero en tu contra, es que fracasaste. Eso no tiene apelación. La izquierda más dura ha podido sobrevivir a cualquier derrota, pero no ha podido sobrevivir políticamente a su triunfo.
La idea de aceptar parte de los puntos de vista de los otros le resultó completamente ajena. Buscó las fórmulas que representaban sus opciones en estado puro, sin incorporar otras visiones. Consiguió la derrota en estado puro.
Es esa lógica de imposición, ahora proveniente del otro lado de la vereda, la que se debe evitar. Tener un acuerdo nacional es bueno, no reconocer que en esta ocasión la perspectiva de la derecha se impuso en toda la línea, es iluso.
Si Chile se polariza, no importa qué bando gane, lo que fracasa es nuestra convivencia pacífica. No interesa quién trate de imponerse, la imposición es incompatible con la democracia. La Constitución no sirve para construir una sociedad más justa mediante unas palabras felizmente agrupadas, hace posible establecer reglas del juego que, contando con legitimidad, nos permitan seguir buscando una sociedad mejor. La Constitución es de todos y para todos.
En este acuerdo la derecha operó bajo el temor manifiesto de que se repitiera algo parecido a la etapa anterior. No dejó precaución que tomar, controles que establecer y resguardos que consagrar. Tuvo pleno éxito en impedir algo que, por lo demás, nadie quiere repetir, salvo los contumaces que saben mejor que nadie que perdieron una oportunidad que nunca se va a repetir en sus vidas.
La centroizquierda que estuvo por el Apruebo compartió la derrota en el último plebiscito. No resultó confiable como garantía posterior para enmendar los excesos aprobados en el texto. No fue creíble como compañía componedora de los múltiples estropicios de un liderazgo radical. Subordinada, no sirve.
La derecha consagró una capacidad de veto que, probablemente, mantenga en cualquier circunstancia. En realidad, esa capacidad de veto también es de la centroizquierda. Sin su consentimiento tampoco se aprobará un texto aceptable.
Se jugará lo que viene bajo normas muy restrictivas, por eso no hay espacio para errores importantes. Queda abierto el camino del entendimiento nacional.

