La vida en los hogares populares en Magallanes en los años cuarenta y cincuenta

La vida en los hogares populares en Magallanes en los años cuarenta y cincuenta

Estamos en los años de mil novecientos cuarenta en cualquier localidad de la Patagonia.

El hogar popular era generalmente una casa de un piso, construida en madera, con tablas exteriores horizontales y cuyo interior se abrigaba de las inclemencias del invierno, cubriendo las maderas con arpillera, sobre la cual el papel de periódico y el papel mural daban a las edificaciones una resistencia al frío y al viento.

La vida hogareña.

En la casa del obrero y a cargo fundamentalmente de las mujeres, se realizaban labores tan diversas como la cocina, la pastelería, el lavado, el planchado, además del tejido, el bordado e incluso la costura de reparación de prendas de vestir.

Tal como era tradicional, la figura central del hogar popular magallánico era la mujer, la dueña de casa. En los hogares populares también, convivían la madre y la abuela, suegra y yernos, ocupándose las mujeres de todas las tareas domésticas.

Los trabajos cotidianos de la mujer en el hogar, que comenzaban generalmente a las 6 o 7 de la mañana, iban desde el lavado de ropas, el planchado, la cocina y el esmerado cuidado de los niños, hasta las faenas diarias de picar leña y hacer astillas en el patio, para hacer provisión y mantener la estufa y los calentadores.

En los hogares obreros y populares de Magallanes, la cocina era el centro físico y humano de la casa. Y el centro de la cocina era la estufa, generalmente fabricada en hierro de un aspecto sólido y tosco, la que abrigaba gran parte de las habitaciones del hogar.

Los niños jugaban en el patio o en la vereda del barrio, con zunchos, pelotas de cuero, al trompo o con bolitas de cristal, y en invierno con improvisados trineos de madera.

Por otra parte, hacia los años cuarenta y cincuenta se extendió en Magallanes, la posibilidad de adquirir máquinas de coser, sobre todo «Singer», con lo que muchas casas populares magallánicas se fueron improvisando como talleres de costura, tejido y bordado, cuyos productos más frecuentes eran las frazadas y colchas, manteles, servilletas de género, ropa para bebés y niños, pantalones, faldas y chaquetas, generalmente para el uso doméstico y familiar.

Cumpleaños y bautizos eran las celebraciones más frecuentes en los hogares populares, pero también Navidad, Año Nuevo y Semana Santa, daban ocasión a preparaciones especiales de alimentos, como tortas, dulces y queques.

Cuando la mujer de obrero trabajaba fuera de su hogar (situación que redoblaba sus tareas dentro de casa), sus ocupaciones más frecuentes eran el lavado y planchado o el trabajo de empleada doméstica puertas afuera o puertas adentro.

La dieta popular.

La dieta popular de Magallanes a mediados del siglo XX, estaba dominada por la carne, sobre todo de capón y cordero, considerando que la de vacuno era más escasa y cara. En la medida en que el hombre de la casa trabajaba en el campo, en las estancias, naturalmente la carne se convirtió en el centro de la dieta familiar popular, tal como lo era en los establecimientos ganaderos de la Patagonia.

La carne se acompañaba con papas en asados, guisos y cazuelas, mientras que los moluscos se destinaban a la preparación de curantos y cazuelas de mariscos. Algunos platos muy populares por aquel entonces en Magallanes, eran la cazuela de luche (con papas y chuletas de cordero) y el charquicán de cochayuyo.

Se desayunaba temprano en los hogares del pueblo en Magallanes con café (de higo, de trigo o «caracolillo») y frecuentemente -repitiendo la costumbre establecida en las estancias- con «porridge» (avena hervida con leche y azúcar), todo lo cual se acompañaba con grandes panes caseros y mantequilla. La vida hogareña se iniciaba a las 5 o 6 de la mañana…

Tradicionales eran en aquel entonces, las cafeteras enlozadas en las que se preparaba el café de higo o café de cebada, aunque también desde Chiloé y desde la Patagonia argentina o desde la zona central campesina de Chile, provenía la tradicional costumbre de beber en las tardes y en las noches hierba mate, endulzada o amarga. El mate era el momento de encuentro de los hombres y las mujeres en el hogar.

El arte culinario típicamente magallánico incluía además -producto de la integración de otras culturas inmigrantes- las persuratas yugoeslavas, los kuchen alemanes, las galletas de avena y de miel y los alfajores chilenos.

Patios, leñeras,
siembras y gallineros.


En los amplios patios de las casas (del Barrio Arturo Prat, del Río de la Mano o del Barrio Sur y desde los años sesenta en la Población 18 de Septiembre) se sembraban papas, lechugas y otras verduras, y a fines de año (noviembre, diciembre) se recogía ruibarbo para preparar mermeladas, el cual crecía en forma silvestre.

Pero, además, la tradición traída desde Chiloé y desde otras latitudes, hacía que las familias obreras conservaran la costumbre de criar animales en los patios. En precarios gallineros se criaban gallos, gallinas patos y hasta pavos, y no faltaban los que tenían también conejos, todos los cuales eran aprovechados por sus huevos y por su carne, reservados para ocasiones especiales como Navidad, Año Nuevo y cumpleaños.

Las casas populares en Magallanes, hacia los años cuarenta y cincuenta, contaban con un singular sistema de enfriamiento y conservación de alimentos frescos: la «carnicera», un sólido cajón de madera con puerta de rejilla instalado al aire libre, en las proximidades de la puerta de acceso al patio y a la cocina, y donde la dueña de casa podía dejar durante el invierno carne, manteca, mantequilla y verduras sin temor a que se degraden.

Los patios de las casas populares en Magallanes contaban además muy frecuentemente, con un precario cobertizo que era utilizado como «leñera y carbonera», lugar donde el dueño de casa picaba a hacha la leña trozada y almacenaba el carbón y la leña picada, a veces en cantidades suficientes para el período del crudo invierno.

La leña se compraba picada, trozada o en «rajones», y el carbón combustible se adquiría en latas, por sacos (de 50 kilos aproximadamente), por media tonelada o una tonelada.

Manuel Luis Rodríguez U.