Bailando solos | Cristian Bahamonde Osorio | Opinión

Bailando solos | Cristian Bahamonde Osorio | Opinión



«A veces no se sabe muy bien para dónde va esta micro, o quizás todos intuímos el recorrido pero más de alguien tenía la secreta esperanza de que la senda podía ser otra. La vida desata pasiones, gatilla miradas, impulsa opiniones y la política es parte de la vida, por cierto.

Declararse opositor o partidario es una suerte de ritual, fijar posición es propio de aquellos que tenemos inquietudes, demandas, proyectos colectivos, sueños, convicciones. De hecho, que una mirada de pais no te resulte indiferente da hasta cierta connotación positiva a una gestión que te involucra en análisis, debates, conversaciones, incluso no estando de acuerdo en lo más mínimo con el gobernante de turno. Algo te mueve. En resumen, algún fusible te enciende. El problema empieza cuando se acerca firme y robusta la indiferencia, el desinterés, el desánimo. Nada peor que pensar que un proyecto ya terminó, sin siquiera llegar a la mitad. Cuando los programas de gobierno comienzan a transformarse en un mero fetiche, sólo queda poner el cronómetro en regresivo y esperar a que el árbitro infle sus pulmones, toque el silbato y finalice la contienda. Alguien decía por ahí que salir a la calle con paraguas, sabiendo que no va a llover, resulta una práctica rayana en el autoengaño. Lo grave, es que algo te dice que lo esencial tampoco está por venir.

Cuando Chile, en fútbol, pierde con Brasil en el Maracaná, a nadie le sorprende y sí empata o gana mejor, cartón completo y dónde firmo, pero no es esa la tendencia, de lo contrario estaríamos ante un episodio tan histórico cómo atípico. Aquí en Chile, ya el cumplimiento de un cuarto de la obra, parece improbable y sí ocurre, el fenómeno se daría en un contexto atípico y quizás sin ribetes históricos ni frases para tatuarse en la piel.

Chile se aletargó, se quedó sin oxigeno en la altura, es cómo que lo dejaron apunarse, huele a cloroformo, ha sido cómo zamparse sin receta una Clona de efecto demoledor. Es cómo el boxeador que pega pero no daña, ese que no tiene gran potencia en los puños y apuesta al final de la pelea a los puntos, al triunfo en las tarjetas, el llamado peyorativamente «Maquillador» en la jerga boxeril. Así va la cosa. Cómo el tenista que no tiene ni variedad de golpes ni tiros ganadores y devuelve y sólo devuelve, bien al fondo de la cancha. Es cómo una banda de rock muteada, con la amplificación fallando y la gente yéndose, antes de que suenen los hits, pero sin reclamar ni quedarse a esperar un probable bis.

Yo no veo que sea paciencia lo que está faltando al ciudadano a pie, más bien veo resignación, reacción reforzada por pérdida de iniciativa, lógica funcionaria, poca mística, brillo bajo, banderas guardadas, consignas descascaradas, referentes silenciados, socios desconfiados, osadía en retirada, desapego, murmullos incómodos, gobernabilidad primero, segundo y tercero, naipe más amplio, con pocos ases de espada y muchos cuatros de copas. Ni baterías marchantes, ni guitarras afiladas y más de algún cerebro cabeceando con la última telenovela, sin ganas de sacarte a caminar.

A lo mejor era playback, quizás las pistas estaban grabadas, o sólo era karaoke en busca del premio. En una de esas no eran los Salieris de Charly y es probable que, en el fondo, nunca le hayan querido robar melodías a él. Quizás tampoco era cierto que vieron menearse el agua en la batea y que pasaron al menos cerca de ese sucio baldon, lejos del hogar.

Es en esos espacios de tiempo, justo cuando se acaba el día, el minuto exacto en el que haces la raya para la suma y defines que aunque te corten la luz injustamente, teniendo plena conciencia de aquello, vas a preferir comprar velas en vez de movilizarte. Es cómo gritar en un bosque del sur y preguntar a viva voz si hay alguien ahí, sentarte en una piedra y esperar a que te respondan con la misma energía, mientras la fogata se apaga irremediablemente y con ella el fuego sagrado. Ese que, en honor a la verdad, tienen pocos (as) y que quizás andan por ahí, sabiendo que esas maderas necesitan corazones y sensibilidades que las humedezcan, mientras el tiempo se acaba y se gasta panza arriba, defendiendo siempre y limitándose a esperar el próximo jaque, que es cosa de tiempo.

A todo esto, alguien más está viendo Gran Hermano?».

Cristián Bahamonde Osorio.