Lo que se enseña en nuestras aulas | Editorial

El Ministerio de Educación ha convocado a un congreso pedagógico y curricular, respondiendo a una demanda de la comunidad docente de nuestro país. Es una de las grandes tareas estratégicas de hoy, para el Chile del futuro.
Las reformas educacionales de los años sesenta del siglo XX y las sucesivas reformas ejecutadas desde 1990 en adelante, ameritan una mirada de conjunto, de manera de dar coherencia a un curriculum que contribuya a formar estudiantes con espíritu crítico, con autonomía para pensar y razonar, con capacidad de pensar y de poner en práctica, con habilidad para resolver problemas.
La preocupación por las deficiencias en los contenidos que se enseñan y en las nuevas formas pedagógicas que deben proyectarse en esta primera mitad del siglo XXI, constituyen un imperativo social, político y cultural de nuestra sociedad, y muy especialmente de los padres y apoderados, de los profesores y de los estudiantes.
La sociedad contemporánea se encuentra en un profundo cambio de paradigma, con la masificación de las tecnologías de la información y las comunicaciones, y con el horizonte inminente de la inteligencia artificial, con una nueva conciencia ecologista, feminista y de igualdad de derechos, donde los jóvenes y estudiantes encuentran contenidos, ideas y conocimientos que escapan y exceden a los límites de la enseñanza formal en liceos, escuelas y universidades.
El saber ya no está solo en los libros, sino también en las plataformas virtuales. Un joven de hoy hojea más páginas de Google que las páginas de un libro papel.
Por referirme solamente al campo de las Ciencias Sociales y de la Historia en Particular, me parece imprescindible renovar el curriculum de Historia y Ciencias Sociales en tres líneas programáticas, a lo menos, a saber:
a) En el programa de Historia de Chile, ampliar el rango cronológico de la formación alcanzando todo el siglo XX, debe dejar atrás la historia de guerras y batallas para incluir la historia social, de los pueblos originarios, la historia económica y sobre todo la historia de las regiones de nuestro país.
b) En Historia general, debiera ampliarse el conocimiento de la Historia de América Latina y el Caribe, a lo menos desde la independencia hasta fines del siglo XX. Los chilenos desconocen la historia de Argentina, de Perú, de Brasil, de Bolivia, de Ecuador, de Colombia, de Venezuela, de México, del Caribe, de Uruguay y Paraguay. Chile no es una isla histórica, es una nación dentro de un conjunto de países latinoamericanos.
c) Es necesario generar una línea curricular de Historia y Geografía de América conectada con la historia geográfica de Africa, de Europa, de Asia, de Oceanía. No somos un continente cerrado, somos un continente conectado por la historia, la cultura, el poblamiento y por la geografía con el resto del mundo. No solo hay chilenos dispersos por todo el mundo, sino que conviven con nosotros asiáticos, africanos y europeos.
Tenemos que pasar de la sociedad de la información a la sociedad de la formación, donde los saberes son universos abiertos donde todos pueden encontrar contenidos, pero donde el profesor se transforma en un guía de la búsqueda y de la razón, en un activador de la imaginación y de la creatividad.
La educación está ocurriendo en toda la sociedad y en el aula las ideas florecen de manera que el profesor es el sembrador que permite a los estudiantes hacer florecer sus propias ideas y abrir el horizonte mental de cada uno, a partir de los conocimientos que la sociedad ofrece.