Discurso del arquitecto Miguel Lawner al recibir el grado de Doctor Honoris Causa en la Universidad de Santiago

Discurso del arquitecto Miguel Lawner al recibir el grado de Doctor Honoris Causa en la Universidad de Santiago

En ceremonia efectuada en Santiago, el arquitecto Miguel Lawner fue Distinguido con el grado de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Santiago, el día 16 de noviembre del año 2023.

«70 AÑOS EJERCIENDO EL MAS NOBLE DE LOS OFICIOS: LA ARQUITECTURA.

Ingresamos a la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile en 1946, cuando aún no se apagaban los fuegos de la Segunda Guerra Mundial. Pertenecemos a la generación formada en medio de la ola progresista que recorrió la humanidad, después de haber sobrevivido a esa terrible conflagración.
En nuestra Escuela, además, el movimiento estudiantil había conquistado una profunda reforma en los planes de estudio, pulverizando los principios de la Academia, aún imperantes. Los profesores identificados con ese espíritu arcaico, fueron sustituidos por representantes de la vanguardia, que establecieron nuevos planes de estudio, fundados en los principios de la Bauhaus.
La Reforma del 46, impuso el concepto del Arquitecto Integral, conforme al cual, el hombre y su entorno social son el centro de la enseñanza, objetivo sintetizado en el histórico triángulo: Hombre-Naturaleza-Material, concebido por el arquitecto húngaro Tibor Weiner, quién, arribó a Chile como refugiado en 1939, incorporando al nuevo Plan de Estudios, los conceptos básicos y la metodología adquirida a su paso por la Bauhaus.
Se creó el curso de Bío Arquitectura, impartido por el médico José García Tello, verdadero precursor de la Ecología. Se incorporaron cursos de Sociología, Economía y se incrementó el número de horas destinados a la cátedra de Urbanismo. En Taller, se enfatizaba el funcionalismo, principio sintetizado en el concepto de “la función crea el órgano”.
Un importante mérito de la Reforma del 46, es que nos educó estimulando el trabajo en equipo. A diferencia de las fórmulas vigentes hoy, que propician el individualismo y la competitividad, nosotros nos formamos en las prácticas del trabajo colectivo y de la solidaridad.
Nos sentíamos integrados a una enseñanza profundamente democrática y humanista, enraizada en la realidad económica y social de un país que daba sus primeros pasos en el proceso de industrialización.
Desde Europa nos llegaban las primeras realizaciones de postguerra, que reconocíamos como modelo a seguir en nuestras latitudes. Las New-Towns en los suburbios de Londres, o las Unidades Vecinales en Copenhague y Estocolmo, que confirmaban las bondades del nuevo urbanismo, diseñando conjuntos habitacionales con una clara zonificación funcional, dotados de un completo equipamiento y separando la circulación peatonal y vehicular. Igual admiración sentíamos al conocer la reconstrucción del centro de Rótterdam, donde los colegas Bakema y Van der Broek, ponían en práctica los principios tan largamente postulados por la Carta de Atenas, documento histórico emitido por el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna celebrado en 1933, y que aspira “no a una ciudad que funcione mejor, sino una ciudad que funcione para todos, y reparta equitativamente las mejoras entre todos sus ciudadanos”. ().
Estábamos convencidos de poder cambiar el mundo por vía de un “buen urbanismo y una mejor arquitectura.”
En 1951, nuestro profesor de taller Simón Perelman, llamó a un grupo de quienes cursábamos el último año de la carrera, a participar en el concurso público para el diseño de la nueva Escuela de Medicina de la U. de Chile, Entre más de ochenta postulantes, este equipo de novatos, fue uno de los cinco elegidos para pasar a la segunda etapa del concurso, adjudicado, en definitiva, al maestro Juan Martínez Gutiérrez. Fue nuestro exitoso debut profesional.
Nos titulamos el año 1954 junto con mi esposa Anita, teniendo como tema de nuestro proyecto de título, la remodelación del pueblo de Hospital, en el marco de la Reforma Agraria, aspiración que comenzaba a captar apoyos en la opinión pública, por lo cual el Cardenal José María Caro manifestó que la Iglesia vería con buenos ojos, la posibilidad de su aplicación en la Hacienda Hospital, propiedad de la Iglesia.
Tres años más tarde, participamos en la toma que dio vida a la Población La Victoria en San Miguel. Nos habíamos ligado al movimiento de pobladores en calidad de asesores, desde que éramos estudiantes. Las migraciones del campo a la ciudad se multiplicaban y el Estado carecía de una política para enfrentar este problema. Las tomas de terreno fueron una respuesta y nosotros colaboramos, por vía de elaborar los planos de loteo, para lograr que las tomas pudieran constituirse en un asentamiento normal. ¡Cómo echamos de menos hoy día, esta práctica!
La década del sesenta fue la era dorada en la oficina Bel Arquitectos, que constituimos con mi esposa Anamaría Barrenechea y el colega Francisco Ehijo. Se inició con un reconocimiento internacional. Simón Pérelman, nuestro profesor, nos convocó nuevamente para acompañarlo en la presentación al concurso convocado por Naciones Unidas para la construcción de la Sede en Chile de la CEPAL, evento en el cual participaron las más importantes oficinas de arquitectura chilenas.
Los proyectos viajaron a Nueva York, donde un jurado internacional preseleccionó los cuatro mejores, siendo el nuestro uno de ellos, y asignando en definitiva el primer premio a la magnífica propuesta presentada por Emilio Duhart.
A lo largo de la inolvidable década del sesenta logramos nuestra consolidación profesional. La creación de la CORVI fortaleció la iniciativa estatal en materia de vivienda social, ampliando nuestro campo profesional.
Todos los gobiernos de la época, impulsaron la convocatoria a concursos públicos de arquitectura para los conjuntos habitacionales más significativos, sin restricción alguna a los participantes ni por edad ni por antecedentes, ni por nada. Bastaba tener el título, y estar inscrito en el Colegio de Arquitectos con sus cuotas al día, para poder presentarse.
Es inconcebible que se haya eliminado el concurso público de arquitectura para los conjuntos habitacionales de vivienda social. Primero, porque permitieron crear soluciones de alto valor patrimonial, como La Villa Olímpica o la Villa Frei, que son hoy Monumentos Nacionales y segundo, porque son una fórmula para democratizar el ejercicio profesional. Nosotros mismos, carentes de relaciones sociales o económicas, formamos una oficina profesional exitosa, gracias a dichos concursos. Las nuevas generaciones tienen derecho a demostrar sus méritos profesionales por una vía tan democrática y transparente, como es el concurso.
El año 1960, ganamos el concurso público convocado por la CORVI, para el proyecto de la Población Abate Molina en Talca, un grupo habitacional de 550 viviendas, en unidades de uno y dos pisos, situado en la zona sur de la ciudad, a orillas del estero Piduco. La obra ha tenido una vida excepcional con gran arraigo de sus habitantes y el programa Quiero mi Barrio, impulsado por el SEREMI de la Región, ha realizado este año varias intervenciones destinadas al mejoramiento de sus espacios públicos.
La primera obra ejecutada es el llamado Parque Huerto de las Naciones, que busca rescatar un espacio público en estado de deterioro, a través de una infraestructura soporte de un huerto a escala barrial.
La segunda obra ejecutada corresponde al proyecto Pasaje de la Memoria, ubicado en el centro sur del barrio Abate Molina – Costanera, proyecta un circuito de placas en piso que indican una breve reseña de personas, hitos y fechas importantes para el barrio,
El tercer proyecto denominado Paseo Lawner, se encuentra actualmente en licitación. Se trata de una calle que se torna de uso peatonal. Yo no he tenido participación alguna en este proyecto que responde a la voluntad de los vecinos. Naturalmente que resulta elogioso para un profesional, recibir este reconocimiento tras 60 años de vida de una población de origen tan humilde. Es también un premio para toda la obra impulsada por la CORVI, cuando en Chile imperaban políticas de vivienda no mercantiles.
Durante ésta década histórica para nosotros, se sucedieron otras distinciones obtenidas en los concursos de vivienda social impulsados por la CORVI, de los cuales mencionaré en 1964, el Tercer Premio del concurso para la Villa Frei, de Ñuñoa, que comprendía 1.800 unidades habitacionales y el segundo Premio obtenido el año 1966, en el concurso para la Población Parque Koke de Rancagua, grupo habitacional de 190 unidades, con una interesante solución de viviendas proyectadas en dos etapas.
También incursionamos exitosamente en concursos para edificación escolar. El año 1962, ganamos el Primer Premio para la construcción del Centro Universitario Regional de Talca de la Universidad de Chile, hoy Universidad de TALCA, en el marco de un programa de descentralización escolar impulsado por esa Universidad y en 1970, ganamos el Primer Premio para la construcción de la sede del Instituto Nacional de Capacitación Profesional, (INACAP), en la Región del Bío Bío, distinción compartida en conjunto con la oficina de arquitectura TAU. Esta fue la iniciativa más importante realizada en Chile por impulsar la enseñanza técnica, llevada a cabo durante la administración del Presidente Frei Montalva.
Cerramos el glorioso decenio triunfando en el importante concurso convocado por la CORVI para la Remodelación Parque Inés de Suarez, obra situada en Providencia, y que comprendía un total de 2.500 unidades habitacionales. Ya se había integrado a nuestra oficina José Medina, que venía regresando de un par de años en Nueva York, trabajando nada menos que en la oficina de Kevin Roche. Desgraciadamente, de este conjunto solo se ejecutó la primera parte, porque tras el golpe militar, se parceló el resto del terreno, adjudicado a empresas constructoras privadas y se redujo sustancialmente el parque central.
También diseñamos y construimos en este período, unas veinte viviendas unifamiliares, aprovechando las posibilidades que abría el Sistema de Ahorro y Préstamos, institución sin fines de lucro, fundada durante la administración del Presidente Jorge Alessandri, que facilitó el acceso de la vivienda a los sectores de capas medias.
La década del 60 fue el tiempo de los sueños, de las legítimas utopías, no solo en Chile, sino que en todo el mundo. Fueron los años en que lo imposible parecía posible, como lo vocearon los levantamientos populares de París en mayo del 68. Fueron los años de John Lennon concibiendo en “Imagine” un mundo idílico de paz y solidaridad o cuando el pastor Martin Luther King, alzaba su voz para decir simplemente: I have a dream, culminando las multitudinarias marchas por los derechos civiles en Washington, que arrinconarían la segregación racial existente hasta entonces en los Estados Unidos.
Fueron los años de la Violeta dando Gracias a la Vida y de Víctor Jara reclamando El derecho a vivir en paz. Fueron los años de Julio Cortázar revolucionando el género novela y de Gabriel García Márquez introduciendo en la literatura el realismo mágico. Finalmente, también fueron los años de la innovadora revista de arquitectura AUCA, de la cual fui uno de los fundadores y miembro de su comité de redacción. AUCA fue una publicación de muy alto nivel profesional, iniciada en 1965 sin fines lucrativos, que logró sobrevivir veinte años, hasta cerrar sus puertas el año 1986, tras lanzar 51 ediciones.
Así desembocamos en 1970, con el triunfo de Allende y la oportunidad de materializar tantos sueños hilvanados a lo largo de los años: una vivienda digna y una ciudad para todos. Asumí la responsabilidad de Director Ejecutivo en la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU), que innovó las políticas habitacionales, esforzándonos por lograr una auténtica integración social urbana, cuyo caso más emblemático fue la Villa San Luis de Las Condes, donde, tras el golpe militar, mil familias fueron despojadas violentamente de un bien raíz adquirido conforme a todas las leyes vigentes en la época y del cual se apropió el ejército, con el propósito de enajenarlo más tarde a una empresa inmobiliaria que levantó allí un elegante centro de negocios.
Nosotros, junto a un importante grupo de las familias afectadas, logramos que el último bloque sobreviviente fuera declarado Monumento Nacional, resolución impugnada por la Inmobiliaria, pero aceptada posteriormente, logrando un acuerdo que hará posible la construcción de un Museo destinado a preservar la historia de un caso excepcional de integración social.
Para nosotros en CORMU, el derecho a una ciudad para todos, fue un paradigma irrenunciable.
La obra de equipamiento más relevante que realizamos en CORMU, fue sin duda, la construcción del edificio destinado a recibir la III Asamblea Mundial de la UNCTAD, que tuvo lugar en abril de 1972, edificio concebido para servir más tarde como gran centro cultural de Santiago (hoy conocido como GAM), cuyo proyecto fue ejecutado por los colegas Sergio González Espinoza, José Medina, Juan Echeñique, Hugo Gaggero y José Covacevic.
Cuarenta mil metros cuadrados se levantaron en el lapso de 9 meses, constituyendo una proeza colectiva de arquitectos, artistas, artesanos, obreros y empresas constructoras, que despertó la admiración y el asombro de los 3.000 delegados extranjeros asistentes a dicha Asamblea.
Los mejores artistas nacionales se integraron a la obra. ¡Qué explosión creativa! ¡Qué armonía entre el Arte y la Arquitectura! Nunca vista antes ni después, en ningún edificio construido en nuestro país.
Otra obra notable, fue la recuperación del viejo Parque Cousiño, que permanecía abandonado sin riego durante 30 años, convertido en guarida de vagos y delincuentes. Así nació el Parque O’Higgins rehabilitado en solo un año de trabajo. Sus 54 hectáreas fueron cercadas a fin de garantizar la seguridad del recinto. Se plantaron 20.000 nuevos árboles y arbustos; se amplió la laguna y se habilitó el llamado Pueblito con diversos restoranes y centros culturales. Finalmente, se pavimentó con hormigón armado una pista de 650 metros de largo por 40 de ancho, a fin de facilitar la parada militar. Esta obra fue realizada por un equipo que integraron los arquitectos Carlos Martner, Raúl Bulnes, Yolanda Schwartz e Irene Boisser, además de Pedro Soto y las paisajistas Miriam Beach y Virginia Plubins.
Señalemos, finalmente el concurso internacional convocado para la Remodelación de Santiago Centro Poniente, al cual concurrieron 87 propuestas proveniente de 27 países. El proyecto consultaba la intervención en 16 manzanas del distrito central de Santiago, cruzadas por la construcción de la Avenida Norte Sur, hoy llamada Autopista Central. Fue el proyecto más ambicioso concebido por CORMU, una tentativa inédita en el ámbito latinoamericano, cuya realización fue suspendida tras el golpe militar.
Los sueños fueron muy breves. Se hicieron trizas apenas mil días después, en septiembre de 1973, cuando el golpe militar arrasó con la tentativa de abrir camino a un cambio social por vía pacífica.
Fui detenido del día 12 de septiembre en mi lugar de trabajo, la sede de la CORMU, ubicada en un viejo Claustro de las Monjas Inglesas, edificio restaurado por nosotros, a fin de reunir todas las dependencias de la institución, dispersas hasta entonces, en diferentes lugares de la capital.
Las circunstancias me llevaron a compartir el destino asignado a las altas autoridades del gobierno depuesto, tales como Ministros, Subsecretarios o altos funcionarios, por lo cual fui confinado en calidad de prisionero de guerra a la Isla Dawson, donde permanecimos ocho meses, y posteriormente destinado a otros centros de reclusión enterando casi dos años privado de libertad.
Además del doctor Arturo Jirón, yo fui el único de los prisioneros políticos confinados en Isla Dawson que pudo practicar su oficio. Estábamos sometidos a un régimen de trabajo forzado, debiendo limpiar zanjas o pequeños esteros, cortar y cargar troncos destinados a alimentar la estufa de nuestra barraca o plantar postes de siete metros de alto, destinados a una nueva línea de electricidad dispuesta por la Armada. Empeñados en esta labor, arribamos a Puerto Harris, único caserío existente en la Isla, próximo a una colina donde se alzaba una pequeña Iglesia de madera.
Gracias a las informaciones proporcionadas por el sargento a cargo de nuestra custodia, nos enteramos que el templo estaba abandonado hacía 30 años y tomé la iniciativa de proponerle al Comandante de la Zona, la posibilidad de trabajar en la restauración de la iglesia, petición a la cual él accedió.
Llevé a cabo el levantamiento topográfico y el proyecto de arquitectura. Mis compañeros asumieron la restauración del templo con gran entusiasmo. Era una tarea autoimpuesta y que restablecía nuestra dignidad. De esta manera, pudimos recuperar un templo de tan alto valor patrimonial, que el Consejo de Monumentos Nacionales le confirió el año 2010 la categoría de Monumento Nacional.
En diciembre de 1973, fuimos trasladados a un auténtico Campo de Concentración, levantado con urgencia, análogo al prototipo diseñado por los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Nos abrumó la existencia de una tupida maraña de alambradas de púa rodeándonos por doquier, así como los muros y techos de todos las barracas y demás dependencias, forrados completamente con frías planchas de zinc. Quedamos aterrados.
Nos asignaron la barraca Isla, pero con la experiencia adquirida en la restauración de la Iglesia, nos aceptaron levantar un recinto, adjunto a la barraca, que permitiera mitigar los efectos depresivos, originados por el aspecto lúgubre del campo de concentración,
Mediante varas de coigûe de diferentes diámetros, único material de construcción disponible, diseñé una atractiva cabaña, que construimos con gran entusiasmo. Mis compañeros la bautizaron El Caiquén Dorado, haciendo referencia a esta ave que habita en toda la Patagonia. De alguna manera, la cabaña logró atenuar las angustias, durante las escasas horas libres que podíamos disponer.
Visto el éxito de nuestro trabajo en la restauración de la Iglesia, el comandante me solicitó un proyecto para construir una plaza de juegos infantiles en el caserío de Puerto Harris, ya que los niños de las familias allí establecidas, carecían de algún lugar de esparcimiento. En el mismo cuaderno escolar que me facilitó para hacer el levantamiento de la Iglesia, diseñé un proyecto que titulé: Un Paseo por la Historia, consistente en la construcción de un Palafito, una Pirámide Egipcia, un Partenón, un Laberinto, un Castillo Feudal, concluyendo con una nave espacial. Aún hoy, me resulta increíble haber sido capaz de concebir semejante idea.
El proyecto no se ejecutó, por la negativa del SIM (Servicio de Inteligencia Militar), para permitir que los presos accedieran al caserío de Puerto Harris, a fin de evitar la eventual relación de nosotros con las familias de los marinos establecidos en la base de la Isla Dawson.
Sin embargo, recogiendo ese diseño, alumnos de la Escuela de Arquitectura de la U, de Chile, construyeron dichos juegos en el marco de la Bienal de Arquitectura 2019 y se levantaron en el patio de una Junta de Vecinos del barrio Franklin.
Este año, 2023, por iniciativa de organizaciones sociales, se acaba de inaugurar otra hermosa versión de dichos juegos llenos de color, en la ciudad de Castro. Isla de Chiloé. También en Santiago, otras organizaciones se interesan por reproducirlos.
Resulta increíble que una iniciativa concebida en circunstancias tan adversas, haya tenido semejante resonancia. Para algunos, les resulta incomprensible, por tratarse de una acción en beneficio de nuestros guardianes. Yo nunca lo vi así. El objetivo era favorecer a niños inocentes, ajenos a la opresión de la cual éramos víctima. Y recordé entonces un cartel célebre en los años de la UP: “La felicidad de Chile comienza por los niños.
En junio de 1974, fuimos trasladados al campo de concentración de Ritoque, habilitado como tal, en un Balneario Popular construido durante el gobierno de Allende. Aquí, fuimos liberados del trabajo forzado, por lo cual tuve mayores facilidades para dibujar y realizar actividades ligadas a mi profesión. Retraté a algunos de mis compañeros y para Navidad, dibujé una tarjeta para cada uno, a fin de regalarnos nuestras firmas: el único obsequio que podíamos darnos.
EL EXILIO
Partí expulsado de Chile, junto con Anita y nuestros hijos, en junio de 1975, rumbo a Dinamarca, país que nos ofrecía un refugio seguro. Aterrizamos en Copenhague a las 9 de la noche del 23 de junio de 1975. A través de la ventanilla del avión se divisaba el sol, una enorme bola de fuego a punto de sumergirse en las aguas del mar, tiñendo el firmamento de un rojo encendido. Al costado opuesto, el panorama era igualmente dramático: una luna llena, tan enorme como el sol, se alzaba deslumbrante sobre un horizonte de cúpulas y torres de un tono verdoso. Jamás en mi vida había observado un sol y una luna de semejante tamaño.
En ese mismo instante, antes de pisar tierra, aprendí que llegaba a un país mágico. Luego, aprendí de su ingenio y de su infinita creatividad.
Una vez más, debimos agradecer la formación profesional recibida en nuestra Escuela de Arquitectura, que nos permitió encontrar trabajo en campos de nuestra especialidad a Anita y a mí.
La Escuela de Arquitectura de Copenhague había organizado el Foreign Students Department, (Departamento de Alumnos Extranjeros), con la misión de conducir un curso de Post Grado dirigido a jóvenes arquitectos recién titulados, provenientes de los países del Tercer Mundo. Su objetivo era prepararlos para enfrentar las políticas de Vivienda y de Desarrollo Urbano en sus propios países.
Para nosotros chilenos, aislados en el último rincón del planeta, este contacto con tal diversidad de nacionalidades y de lenguas; de razas y de religiones, representó una experiencia inédita. Una lección para apreciar y respetar la diversidad. Nos abrió los ojos respecto a la similitud del conflicto social que enfrentan los países con desarrollo económico incipiente, y que sin embargo se manifiestan con características propias en cada región.
Además, cada año, hacíamos un viaje de estudio a los países que llamamos la periferia de Europa, a fin de encontrar realidades más cercanas a la de los países en vías de desarrollo. De esta manera conocimos la Extremadura y la Andalucía en España, la región de la Tesalía en Grecia y las ciudades de Izmir y Ankara en Turquía.
En Dinamarca, tuvieron amplia difusión los dibujos que realicé mientras estuve confinado en calidad de prisionero de guerra y también participamos muy activamente en las múltiples manifestaciones de solidaridad que tenían lugar, apoyando las acciones libradas por organizaciones sociales y agrupaciones de las víctimas, a fin de denuncian los crímenes y las desapariciones de personas, que tenían lugar en nuestro país.

EL RETORNO
Regresamos a Chile en marzo de 1984, encontrando un país cambiado política, social y culturalmente, además de convulsionado por las jornadas de protesta que se sucedían mes a mes.
El día que aterrizamos en el aeropuerto de Pudahuel, nos aguardaba nuestro socio de toda la vida: Pancho Ehijo, quién nos manifestó de inmediato: “ya tengo arrendada una oficina”. No dijimos nada, porque nuestro plan era dedicarnos a la investigación, siguiendo la práctica que traíamos de Dinamarca.
En la tarde de ese mismo día, mi hermana Esther invitó en su casa a amigos y parientes, para celebrar nuestro retorno. Concurrió el colega Pedro Iribarne, el cual nos informó que el MINVU estaba convocando a concursos de arquitectura para la construcción de edificios municipales destinados a las nuevas Municipalidades recién creadas en la Región Metropolitana y que le parecía conveniente, reunir un equipo a fin de presentarnos a dichos concursos.
Vacilamos un momento con Anita, pensando que jamás nos darían algún premio, enterados de nuestras filiaciones políticas, pero finalmente aceptamos, postergando nuestro plan de dedicarnos a la investigación.
Resultado: nos ganamos el concurso para la Sede Municipal de Lo Prado, y contra nuestras dudas de no darnos el trabajo, fuimos recibidos muy respetuosos por el personal del Serviu Metropolitano, que nos adjudicó el proyecto. Ahí luce orgullosa, nuestra propuesta con algún aire de la arquitectura danesa que traíamos incorporada, tras nuestra estadía en esa cálida nación escandinava.
Además, me incorporé rápidamente a las actividades impulsadas por el Colegio de Arquitectos, siendo electo Director Nacional por dos períodos de cuatro años. Entre otras actividades, me cupo el honor de dirigir el año 1992, la celebración del cincuentenario de la creación de nuestra orden, ocasión en la cual el Colegio me otorgó la medalla Alberto Risopatrón.
Desde mi retorno a Chile en 1984, hasta 1993, me integré al Taller de Vivienda Social (TVS), ONG organizada para brindar apoyo a los pobladores erradicados de las comunas altas de Santiago y establecidos en diversos lugares de la periferia de Santiago, en la modalidad de un terreno con caseta sanitaria.
Una vez iniciado el gobierno de Patricio Aylwin, accedimos a participar en una convocatoria del MINVU para un programa llamado de Viviendas Progresivas, consistente en la construcción de entornos de aproximadamente 35 m2, a fin de complementar la caseta sanitaria, con una sala de estar y dos dormitorios, para lo cual se asignó un presupuesto de 70 UF por unidad.
Construimos 74 unidades en la población Extremo de Magallanes, en La Pintana y otras 126 en Villa Santa Ana de San Bernardo.
Esta fue una tarea apasionante, cumplida exitosamente con un alto nivel de participación, especialmente femenina, que llevamos a cabo junto al equipo constituido por los colegas Igor Rosenmann, Olga Segovia, Scholem Peliosky y la asistente social Claudia Trevizan. Perdimos dinero, pero entregamos viviendas sólidas, aceptablemente terminadas, que, con los años, han evolucionado a unidades habitacionales normales.
En noviembre de 1984, asumí la presidencia del ICAL (Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz), institución donde se agruparon destacados profesionales y artistas en diferentes áreas de investigación y que se constituyó en la más relevante tribuna de oposición cultural a la dictadura. Integré el Área de vivienda del ICAL, que emitió diversos documentos impugnando las políticas de vivienda y desarrollo urbano impuestas en Chile por los discípulos de la Escuela de Chicago.
Desde 1992, restablecimos compromisos profesionales con la Empresa Constructora Nahmías Hermanos, que conocíamos desde los inicios de nuestra carrera profesional y a la cual le diseñamos unos diez edificios de vivienda, con plena satisfacción de ambas partes, conservando, las relaciones de respeto mutuo profesional, características de los tiempos pasados.
Una parte importante de mi actividad profesional durante los últimos años, está dedicada a proyectos relacionados con la defensa del patrimonio y la memoria histórica. Así fue, por ejemplo, que el año 2000, realizamos el proyecto para la habilitación como Centro Cultural, de la antigua Estación de Ferrocarriles en la ciudad de Salamanca.
El año 2006, asociado con el arquitecto Marco Vidal, realizamos el proyecto de restauración de un viejo inmueble de conservación histórica ubicado en la Avenida República, para su habilitación como sede de la Fundación Salvador Allende y también para albergar el Museo de la Solidaridad Salvador Allende, poseedor de una de las más ricas colecciones de pintura y escultura de los años 50 al 70 del Siglo pasado.
Recuperamos artesonados de cielos y pavimentos, algunos de ellos gravemente deteriorados. Restituimos la quincallería de bronce macizo totalmente sustraída de puertas y ventanas. En suma, recuperamos la dignidad de un edificio declarado de conservación histórica. Es una obra donde logramos armonizar adecuadamente el edificio existente con la construcción nueva, mediante un puente con cubierta de cristal.
Por fin pudo lucir espléndidamente, la rica colección de arte en posesión del Museo, que fue inaugurado durante la primera administración de la Presidenta Michelle Bachelet.
Este proyecto reunía además la particularidad de haber sido durante muchos años, el cuartel general de la CNI, razón por la cual mantuvimos tal cual, el recinto destinado a una gran central telefónica, ubicada en el piso zócalo, capaz de intervenir llamadas telefónicas a lo largo de todo el país.
El último de mis proyectos de arquitectura, es la habilitación de una casona patrimonial ubicada en Punta Arenas, como Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Se trata del lugar donde fueron torturados cerca de un millar de prisioneros políticos de la Región, detenidos inmediatamente después del golpe militar.
Realicé este proyecto asociado a los jóvenes arquitectos Marco Vidal, Leonardo Rebolledo y Vicente Fernández.
Todas las personas detenidas, hombres y mujeres, arribaban al edificio vendados, a bordo de camionetas e ingresaban por un portón lateral hasta un patio interior. Al descender, eran obligados a bajar por unos escalones de hormigón, con gradas de altura desigual, dado lo cual era inevitable tropezar y caerse. Desde ese momento se iniciaban los golpes y la tortura, que proseguían en el piso zócalo, que servía de entrada al edificio.
Nosotros decidimos mantener este recorrido en nuestro proyecto, por lo cual los visitantes al Museo siguen la misma ruta, ingresando al edificio a través del piso zócalo, y pueden observar la mencionada escalera de peldaños desiguales, que conservamos en nuestro proyecto museográfico, como un vestigio histórico.
El programa solicitado requería una ampliación en el patio trasero, y creo que resolvimos exitosamente la relación entre el pasado y el presente, ambos con la expresión propia de cada época, pero conviviendo en armonía.


LA VIVIENDA COMO UNA MERCANCÍA.
La dictadura demolió todas las estructuras económicas, políticas y sociales construidas a lo largo del Siglo XX, para imponer un modelo económico que dio al Estado un mero rol subsidiario, entregando la actividad productiva y de servicios a la iniciativa privada.
Han transcurrido 39 años desde nuestro retorno a Chile y en lo fundamental, las políticas de vivienda y desarrollo urbano impuestas por la Escuela de Chicago en materias de Vivienda y Desarrollo Urbano, no han tenido modificaciones sustanciales.
Es indiscutible que éstas políticas, aplicadas en todos los rubros de la economía, generaron el estallido social experimentado en 2019, cuyo punto culminante fue la gigantesca concentración pública efectuada el 25 de octubre de ese año, congregando a 1.200.000 personas en Santiago y cifras similares a lo largo del resto del país.
Todo se desvaneció inexplicablemente, tras el rechazo a un magnífico proyecto de Reforma Constitucional, al cual nos entregamos con pasión, integrando la organización Arquitectas y Arquitectos por un Chile Digno, junto a unas 350 organizaciones de pobladores, campamentos o sin casa.
Bajo la apariencia del progreso en materia de vivienda, infraestructura y el crecimiento económico, se fue generando en Chile, un cuadro inaceptable de desigualdad, exclusión y segregación urbana, Según estudios del Banco Mundial, el 1% de la población concentra aproximadamente el 30% de los ingresos nacionales, y el 0,01% posee más de la décima parte de estos ingresos.
Además, en materia de vivienda, la situación se agravó durante los últimos años, por el crecimiento acelerado de familias chilenas forzadas a instalarse en campamentos, como única opción habitacional accesible para ellos. El último catastro realizado este año por Techo Chile, detectó que existen 1.290 asentamientos precarios y 113.887 hogares viviendo en campamentos, lo cual revela un crecimiento alarmante de este proceso.
En comparación con los datos recopilados en el Catastro Nacional de Campamentos del período 2020-2021, el aumento es de un 39,49% en la cantidad de familias y un 33,13% en el número de campamentos.
Es importante consignar que un tercio de las familias residiendo en un campamento, corresponden a inmigrantes, porcentaje que se eleva muchísimo en las Regiones de Arica y Antofagasta.
También es relevante observar que, en los campamentos, hay un 19,3% de viviendas consolidadas y un 30.3 % semi consolidadas, lo cual hace inviable su erradicación, en caso que estuvieran localizados en sitios vulnerables o fuera del área urbana.
El Ministerio de la Vivienda ha carecido de una política consistente destinada a radicar campamentos por vía de realizar los planos de loteo que permitan elevarlos a la categoría de un asentamiento normal.
Por otra parte, se han intensificado, múltiples formas de vivienda vulnerables: conventillos, asentamientos en quebradas, viejas mansiones subdivididas por pieza, o allegamiento en casas precarias.
A este cuadro desolador, debemos añadir las múltiples vulneraciones de la planificación urbana, afectando a nuestro patrimonio espacial como es el incremento desmesurado de parcelas de agrado en zonas como Coyhaique o Puerto Varas, o la catastrófica explotación de las dunas en Viña del Mar, así como los vergonzosos guetos verticales levantados en la comuna de Estación Central.
El MINVU aparece incapaz de enfrentar este verdadero drama, acentuado ahora, a raíz de la crisis desatada por el llamado caso Convenios.
No podemos cerrar los ojos: las políticas de vivienda y desarrollo urbano implementadas en los últimos decenios, requieren un cambio de raíz, capaces de asumir los desafíos que acabamos de señalar y posibles de llevar a cabo, a juicio mío, sólo por vía de restituir al Estado la capacidad de conducir las políticas de vivienda y de desarrollo urbano, velando por el bien común.
LOS ÚLTIMOS AÑOS.
Gran parte de mi actividad profesional durante los últimos años, ha estado orientada –justamente- a la lucha por recuperar el rol del Estado como conductor del desarrollo urbano y las políticas públicas en vivienda, dando a conocer especialmente, los mecanismos institucionales y legales que hicieron posible la obra ejemplar realizada durante el gobierno del Presidente Allende, pero también por toda la obra de CORVI durante el decenio de los años 60 del Siglo pasado.
He escrito muchos textos y dado numerosas charlas a lo largo del país, en Universidades, Delegaciones Regionales del Colegio de Arquitectos, agrupaciones de pobladores y en organizaciones defensoras de nuestro patrimonio.
También fui designado integrante del Consejo Nacional del Desarrollo Urbano, nombrado por la Presidenta de la República Michelle Bachelet, para el período 2014-2018. Tuvimos debates muy intensos, pero finalmente, en mayo del 2015, le entregamos a la Presidenta un Informe con Medidas para Implementar una Política de Suelo para la Integración Social Urbana. Se trata de un magnífico documento, pero, ninguna de estas medidas fue implementada hasta ahora. Hoy ya se hacen imperativas y urgentes para satisfacer las demandas formuladas dramáticamente en estos días.
Durante los últimos años, he recibido numerosas distinciones, siendo muy significativa, la Medalla Arquitecto CLAUDE FRANÇOIS BRUNET DE BAINES, concedida en 2010, por nuestra Universidad de Chile, el Premio Conservación de los Monumentos Nacionales 2016, otorgado por la DIBAM, el Consejo de Monumentos Nacionales y la Unesco y el Premio Medalla de Honor, otorgado por la Fundación Neruda.
Además, he publicado varios libros relacionados con los dibujos que realicé mientras permanecí confinado en diversos campos de reclusión, que se titulan La vida a pesar de todo y Regreso a Dawson. El año 2013, lancé las voluminosas Memorias de un Arquitecto Obstinado, que contó con la notable edición del colega Pablo Fuentes, profesor de la Universidad del Bío Bío en Concepción. En 2018, publiqué un libro sobre el Barrio Matta-Portugal, lugar donde transcurrió mi infancia y juventud, en un barrio integrado social y étnicamente, así como respetuoso de sus valores patrimoniales. Y para culminar esta carrera literaria, el año pasado apareció otro grueso volumen, llamado simplemente LAWNER, editado magistralmente por el colega Ricardo Greene.
El año 2019, recibí la máxima distinción que puede recibir un arquitecto: el Premio Nacional de Arquitectura. Este es un Premio a la generación de la Reforma del 46 en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile, con quienes compartimos la educación, las prácticas académicas, profesionales, institucionales y gremiales. Pero, sobre todo, es un premio a quienes compartimos los ideales de una arquitectura y un urbanismo para todos. Ninguno de nosotros desertó de sus convicciones. Algunos asumimos compromisos políticos y sociales, otros no, pero jamás se debilitó nuestra amistad y respeto mutuo.
El Premio fue otorgado en la ciudad de Castro, por vía de una ceremonia inolvidable, rodeada de gran solemnidad y cariño, con la concurrencia de siete de los directores nacionales de nuestra institución. La ceremonia se complementó con una impresionante exposición de fotografías, ilustrando toda nuestra obra y nuestra vida profesional, social y política.
Lego, a las nuevas generaciones, la trayectoria de un profesional que asumió la obligación ética de imponer el ejercicio de nuestro oficio, siempre y obstinadamente, en beneficio del bien común.
Algunos, calificarán estas palabras como nostálgicas. Es posible. Habiendo cumplido 95 años de edad, con más de 70 años de ejercicio ininterrumpido de la Arquitectura, oficio practicado apasionadamente en cualquier circunstancia: dentro o fuera de Chile, al pie de la cordillera o en las remotas islas de la Patagonia, diseñando aulas universitarias, pabellones industriales, municipios, conjuntos habitacionales o modestas viviendas progresivas, editando una revista o defendiendo causas justas en los tribunales, siempre… siempre, nos esforzamos, -con o sin tropiezos- por ser consecuente con los ideales de justicia social y humanismo, que abrazamos desde nuestra juventud.
En estos dos últimos años, se ha generado en Chile un creciente proceso de involución política y social. El gran rechazo del magnífico texto preparado por la anterior Convención Constitucional, resultó sorprendente para nosotros, tras haber elaborados Normas sobre el Derecho a la Vivienda que fueron aprobadas por una abrumadora mayoría.
Sin embargo, el dominio absoluto sobre los medios de comunicación y una campaña difamatoria de los sectores económicos dominantes en nuestro país, generaron el rechazo de un texto excepcional.
El cuadro actual es aún peor, si tenemos presente el texto recién aprobado por el Consejo Constitucional, acabando con conquistas políticas, sociales, ambientales y de género, alcanzadas en los últimos cien años y que, como broche de oro, pone un cerrojo haciendo inviable su modificación. Estamos frente a un cuadro de alienación social muy preocupante. Es el más serio desafío que enfrenta hoy día la sociedad chilena.
¿Cómo pudimos llegar a esta situación, tras el vigoroso proceso de insurrección popular iniciado en octubre de 2019, que congregó a millones de chilenos, recuperando por primera vez tras el golpe militar la fraternidad, la solidaridad y sobre todo la dignidad que nos arrebataron por largos 50 años?
Es prematuro explicar lo aparentemente inexplicable.
Concluyo saludando con afecto, a tantos que hoy me acompañan: parientes, colegas, amigos, dirigentes de pobladores y camaradas. En particular, saludo al colega Rodrigo Vidal Rojas, actual Rector de la Universidad de Santiago, entidad que me confiere tan alta distinción, así como al vicedecano de Investigación y Postgrado, Rodrigo Martin, quién sustituye por un malestar de última hora a nuestro compañero de sueños, Rodolfo Jiménez, Decano de la Facultad de Arquitectura de esta solidaria casa de estudios.
Extiendo este saludo, a mis entrañables colegas integrantes de Arquitectas y Arquitectos por un Chile Digno y a muchos amigos, colegas y compañeros, residiendo en otras latitudes, que comparten como propia, esta distinción.
Finalmente, saludo emocionado, a nuestra siempre presente Anita, maravillosa e incomparable compañera y esposa, así como a mis hijos Andrés y Alicia, los tres, siguiendo esta inolvidable ceremonia desde alguna lejana galaxia.
Muchas gracias.

Miguel Lawner.
Distinguido con el grado de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Santiago, el día 16 de noviembre del año 2023.